31 de diciembre de 2014

Incertidumbres en un cambio de década




Finalizamos la primera mitad de la década que ha coincidido con una de las crisis económicas y sociales más profundas de la historia contemporánea. Cuando empieza un nuevo año se hace balance de lo sucedido pero la mirada se empeña en vislumbrar el futuro con la intención de encontrar en él algún atisbo de esperanza. Los clamores oficiales, interesados en el cortoplacismo electoral, se afanan en ofrecer indicios optimistas, pero el tren, la maquinaria que lo sustenta y quienes manejan los mandos no suscitan la confianza pretendida. 

Utilizar los datos en sus magnitudes absolutas sin relativizarlos adecuadamente en función de su impacto social objetivo deriva en la manipulación y la demagogia. En ese tren estamos subidos inexorablemente. ¿Hacia donde emprenderá el rumbo? ¿Qué habrá más allá del horizonte confuso que la vista percibe? ¿Estamos en la via adecuada? ¿Son éstos los railes que nos aseguran lo que necesita la mayoría de la sociedad, empobrecida durante una travesía en la que las diferencias entre unos vagones y otros no han cesado de acentuarse?

 Un sinfín de preguntas emergen cuando se comienza un año que se intuye decisivo, en virtud de los escenarios que sin duda van a alterar la dirección de la locomotora de la que va a depender la trayectoria hacia un futuro en el que les deseo lo mejor.

21 de diciembre de 2014

Un impacto decisivo en la política española





Es evidente su papel de catalizador esencial de la vida política española. Ha convulsionado el panorama tal y como estaba ahora diseñado y lo ha hecho con un mensaje reiterativo, insistente, basado en una serie de denuncias concretas, claras y muy incisivas, que calan fácilmente en un sector importante de la sociedad, que se siente identificado con ellas y con quienes las propalan, beneficiarios de esa cualidad de recién llegados a la política de masas, sin contaminación alguna previa que los desautorice de antemano. Modulando sus propuestas programáticas al socaire de sus objetivos electorales, que se pretenden masivos y transversales, el núcleo central de su discurso persiste aferrado a la crítica con fines de ruptura con el pasado. En ello cimentan su razón de ser y sus expectativas. Pragmatismo, habilidad expositiva y discurso lapidario frente al resto, tales son sus ingredientes esenciales. Espadas como labios, recordando el magnífico poema de Vicente Aleixandre. 

¿La coherencia del programa?... Ya se verá. Todo un fenómeno de estrategia política de laboratorio, didácticamente concebido, que de momento les está dando resultados asombrosos. A la espera de cómo pueda evolucionar en el año decisivo que se abre ante los españoles, lo más importante de su presencia en el acto de Barcelona , celebrado el 20 de diciembre de 2014 e hito histórico indiscutible, ha consistido en su capacidad para transmitir un mensaje que cuestiona el independentismo, mediante la reafirmación de una voluntad integrada del Estado - los "puentes" frente a los "muros"- que los otros partidos estatales no han logrado proyectar. Bajo las premisas de un "proceso constituyente", destinado a sustentar los pilares de un "país de países", no parece, en principio, una propuesta original, pues, con palabras similares, ya se habían planteado desde otras posiciones.

Es curioso de qué manera la fortaleza adquirida por Podemos en Catalunya y en el Pais Vasco, y testificada por un presunto apoyo más que significativo, puede constituir a la postre una garantía de la integración del Estado, que muchos veíamos amenazada. El nerviosismo mostrado por los nacionalistas de toda laya ante el auge electoral de Podemos es buena prueba de ello. Impresionante, a mi modo de ver. ¿O no?

16 de diciembre de 2014

Mensajes en la calle (44): la pervivencia del libro

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Cuando todo parece indicar que la presentación formal del libro está en crisis, resulta reconfortante tener la sensación de que ese maravilloso producto de la inteligencia humana permanece vivo en quienes siguen defendiendo su existencia tal cual lo hemos conocido y lo seguimos admirando. Visitar las librerías cuando se viaja es un verdadero placer que hace del conocimiento del lugar recorrido una experiencia aún más gratificante. Siempre he pensado que una parte sustancial de la imagen de una ciudad la ofrecen sus librerías, depositarias de esa función de referencia cultural que las pertenece, lejos de la banalidad y de la despersonalización ofrecida por las grandes superficies, en las que jamás he comprado ni compraré un libro. 

Basta con leer algunas de las páginas del excelente libro de Jorge Carrión con este mismo título - Librerías (Anagrama, 2014) - para percatarse de ello. Por eso, el viajero que callejea por una ciudad - en este caso Lille, una bellísima del Norte de Francia - no puede por menos de detenerse ante el escaparate que, al tiempo que identifica su imagen como "calle de los poetas", brinda a quien se detiene ante él una definición sencilla, pero elocuente, de lo que el libro realmente representa y significa.

8 de diciembre de 2014

La Universidad pública en el punto de mira

Ninguna institución debe estar al margen de la crítica. Cuanto más rigurosa, mejor. La crítica debe ser inherente a la Universidad, pues solo así será capaz de corregir sus deficiencias y resolver las contradicciones que una estructura tan compleja y variopinta presenta. En un país donde la autocrítica está ausente - e incluso quienes se reclaman depositarios políticos de la mayor honestidad son incapaces de hacerla - la defensa de esta postura, aplicada al mundo académico no deja de ser algo excepcional, a fuer de necesario. 

Pero, ojo, de ahí a denostar con virulencia a la Universidad pública, sin resquicio alguno al reconocimiento de lo que se hace y al sinnúmero de profesionales solventes que en ella trabajan, media un gran trecho. Nada se dice de las Universidades privadas, que comparten con aquélla el mundo de la formación, aunque no el de la ciencia, mientras permanecen inmunes a la crítica. Ciencia y formación se funden, en cambio, en las aulas de los Centros superiores financiados por todos, arrojando resultados que deben ser valorados en lo que representan, pues tras ellos hay con frecuencia una enorme carga de esfuerzo, dedicación y, a menudo, sacrificio personal, que deben ser tenidos en cuenta. Hay de todo, ciertamente, pero conviene también reconocer que pocas estructuras son tan irreductibles a la simplificación como la Universidad.

En cualquier caso, ¿cabría pensar que en medio de esta corriente de descrédito no se esconde otra vertiente más del empeño por justificar el trato injusto que en España está recibiendo la enseñanza pública en los tiempos que corren?

4 de noviembre de 2014

Un presidente letal para la Unión Europea

No cabe la menor duda de que el nombramiento de Jean Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea está fundamentado en la presión de los grandes lobbys o grupos de intereses que pululan por los despachos comunitarios en Bruselas y cuya fuerza ha acabado imponiéndose sin ningún pudor y con la aquiescencia de la mayoría del Parlamento Europeo. Y lo digo convencido y sin ninguna reserva. ¿Cómo es posible que la austeridad a que se han visto y se ven sometidos los países del Sur coincida en el tiempo con la acentuación de los privilegios fiscales en el seno de la Unión, que se dice integradora? ¿En qué han quedado la Carta Social Europea y los principios de la cohesión económica, social y territorial preconizados desde el Acta Única en 1986? Todo es papel mojado cuando precisamente uno de los artífices de esa ruptura de la solidaridad es el sujeto llamado a gobernar la Comisión en los próximos cinco años.

En los últimos días han aflorado por doquier los corifeos que lanzan alabanzas de la época de Durao Barroso, sin reparar en ningún momento en la catástrofe que ha supuesto la complicidad de la Comisión con los otros elementos de la troika en la política que ha destrozado la situación de los trabajadores y de los sectores más vulnerables de la sociedad, mientras pasan por alto lo que finalmente se ha descubierto, aunque todo el mundo lo sabía: el escándalo que supone la existencia de paraísos fiscales en el propio espacio comunitario, con el agravante de que el país donde solo se tributa por beneficios el 1% es el que durante años ha sido presidido por quien, sin mover un dedo en pro de los países que ven desangrarse sus capacidades recaudadoras, consiente y tolera tan ignominiosa vulneración de la solidaridad. La excelente labor llevada a cabo por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación ha permitido sacar a la luz una información esencial en este sentido. ¿Quién sostiene, pues, el edificio fiscal de los Estados? Muy sencillo: los trabajadores por cuenta ajena. De ellos dependen los ingresos del Estado, obligando al endeudamiento y a la acentuación del déficit, cuya corrección recae sobre los propios trabajadores y sus derechos.

Es el círculo vicioso en el que se apoya el agravamiento de las desigualdades. ¿Cómo se puede presumir en estas condiciones de espacio integrado y cohesionado? Sencillamente, el hecho de que ese tal Juncker ostente la responsabilidad que ostenta es una indecencia. En otras palabras, el nuevo presidente de la Comisión es un elemento demoledor para la supervivencia de la propia Unión Europea tal y como creíamos que estaba concebida. Y de paso no estaría de más que la cohorte de los economistas de cámara que respaldan las políticas basadas en el austericidio social tuviera una brizna de principios éticos para considerar el hecho que comento como un factor indisociable de la crisis en vez de rendir pleitesía a los que sólo saben invocar la lógica de la flexibilidad y de la competitividad a cualquier precio para afrontar el desastre al que nos ha llevado el pensamiento único al servicio de los grupos de intereses que gobiernan la Unión Europea. Sus grandes silencios en este sentido invalidan sus diagnósticos y sus recomendaciones. 


2 de noviembre de 2014

La corrupción que no cesa: una trama inabordable

Ambición de poder e inmersión profunda al propio tiempo en las prácticas corruptas, cometidas sin pudor, durante mucho tiempo y con la sensación de que eso era lo normal y que la impunidad estaba garantizada. Los casos del presidente de la Diputación de León y del que fuera nada menos que el vicepresidente del gobierno madrileño se convierten así en paradigmas, de los que quizá no sean solo ellos los únicos protagonistas. Mucho me temo, y la simple percepción de cómo están aflorando los hechos lo apunta claramente, que esa mancuerna que muchos practican entre el poder y el delito, entre la decisión política y el lucro personal incesante, va a tener aún en España un largo recorrido. ¿Qué sorpresas no nos deparará el futuro inmediato? Cuesta pensar que la mancha de aceite no recrezca y se expanda en función de las imbricaciones que se producen entre los gobernantes de espacios contiguos. El efecto aglomeración no tardará en manifestarse. Por pura lógica inercial y ligada a los efectos inducidos que las prácticas corruptas provocan. 

Poco a poco, o mucho a mucho, asistiremos a la configuración de una enorme "tangentópolis" (¿se acuerdan de lo que pasó en Italia?) que posiblemente llegue a desbordar, por su tipología, su variedad de elementos y su densidad delictiva, la magnitud de la experiencia italiana. Ante esta perspectiva, ¿qué capacidad de sorpresa, de estupor y rabia aguarda todavía a la sociedad que asiste al espectáculo que más daño hace a la democracia y al Estado de Derecho? ¿Por qué derroteros ha de avanzar la gangrena que pone en entredicho los mismos pilares del Estado? ¿Qué impacto va a provocar todo ello en la recomposición de la política española? ¿Quiénes lograrán sobrevivir al escándalo, a sabiendas de que la frontera entre los corruptos convictos y los potenciales corruptos se muestra cada vez más tenue? Seguramente habrá quienes se han mantenido y se mantienen al margen de la ponzoña. La cuestión está en constatar qué relevancia tienen en medio de ese magma que no cesa de crecer.

14 de octubre de 2014

La ciencia frente al riesgo o el valor de la credibilidad

Cuando la sociedad se siente vulnerable, ¿en quiénes deposita su confianza? Posiblemente la respuesta a esta pregunta testifique la calidad del tipo de relación que los ciudadanos mantienen con quienes institucionalmente les representan. Lo sucedido en España con ocasión del problema sanitario planteado por la infección por el virus del ébola refleja claramente que en un contexto de crisis - y no hay más preocupante y desestabilizadora que la sanitaria - la imagen del político responsable de afrontarla queda desplazada por la de aquellos que ofrecen explicaciones más rigurosas y convincentes. Al fallar el principio de precaución, la capacidad reactiva de los responsables políticos se debilita y pierde credibilidad a pasos agigantados hasta convertirse en una caricatura de lo que debería ser.

Es entonces cuando, ante una situación de riesgo, emerge el colectivo que transmite seguridad y confianza. El mundo de la ciencia recupera el crédito que merece, fortaleciendo su condición de referente básico para la toma de decisiones. Ya no están en las pantallas los Mato, Saenz Santamaría, Rodríguez, Rajoy y demás patulea. Están, al fin, los que saben, los que asesoran, los poseedores de los argumentos que se apoyan en el saber contrastado. Mas me temo que su presencia ante la expectación social volverá a desvanecerse cuando el problema quede resuelto. Los científicos volverán al anonimato que les confiere su discreción para desenvolverse en el panorama de incertidumbres y zozobras creado por la precariedad de los recursos que quienes ahora se sirven de ello han ocasionado.

¿Cómo valorar esta situación? ¿Cómo el reflejo de la incompetencia de los que ejercen la política para saber estar a la altura de las circunstancias? En buena parte, sí, pero también es cierto que en ese magma formado por la llamada clase política hay quienes ejercen tal oficio con calidad y buen criterio, por más que sus voces queden apagadas por los que en esa amalgama destacan por su mediocridad y su ineptitud para afrontar dignamente los problemas que atañen a una ciudadanía a la que ignoran y menosprecian.


11 de octubre de 2014

Mensajes en la calle (43): las impudicias del marketing



Si en ocasiones el sentido de la vergüenza desaparece cuando de comercializar un producto se trata, hay formas de ofrecer la mercancía que transgreden las normas éticas más elementales. ¿Cuántas tragedias encierra el mercado inmobiliario basado en la venta de viviendas embargadas? ¿Cómo se puede ser tan inhumano y encima alardear de ello? 

Con letras grandes, que invaden el escaparate como reclamo de impacto, esta inmobiliaria de Tordesillas presume de brindar auténticas gangas a quienes se acercan a conocer el catálogo habitacional que los Bancos ponen a disposición de los clientes interesados en adquirir los chollos que, procedentes de desahucios y enajenaciones varias, han sido arrebatados a los propietarios incapaces de satisfacer los plazos hipotecarios. 

Ver el anuncio así, de repente, causa asombro e indignación, aunque, bien pensado, ¿no es mejor que se sepa el origen de esas casas en venta, para que nadie pierda la conciencia de lo que ha supuesto una de las mayores tragedias provocadas por la crisis y de la que tan ostensiblemente se han beneficiado las entidades financieras de toda laya y condición?

4 de octubre de 2014

Principios más necesarios que nunca



Paseando por Avignon, la mirada se detiene ante el impresionante edificio de su Hotel de Ville. Uno de los más espectaculares Ayuntamientos que he conocido. El viajero queda asombrado por la columnata y el friso de evocaciones helénicas, pero enseguida la vista centra la atención en las ideas que han marcado en la Historia el rumbo por el que debe transcurrir la evolución de la Humanidad. Quizá muchos las han olvidado, por lo que nunca está de más traer a colación el significado de lo que representan las nociones de Libertad, Igualdad y Fraternidad, nacidas de la Ilustración, del Siglo de las Luces, y plasmadas para siempre en los frontispicios donde ha dejado su huella bienvenida la Revolución que a finales del siglo XVIII cambió el destino del mundo. 

Siempre me he identificado con estos conceptos, que más que nunca cobran vigencia ante la antigualla de los nacionalismos de toda laya, que sólo han traído consigo exclusión, enfrentamientos, mentiras y tragedias. Ya lo dijo el gran Inmanuel Kant: "el nacionalismo es el pensamiento más nefasto de la Historia". "El nacionalismo es la guerra" profirió siglos después François Miterrand. Entre uno y otro, la reflexión de Stefan Zweig no fue menos elocuente: "La peor de las archipestilencias, el nacionalismo es capaz de convertir identidades culturales en excluyentes soberanías políticas". 

Recuperemos, adaptado a nuestro tiempo, el espíritu que cimentó el progreso de la Ilustración y enfrentemos con la dialéctica del buen sentido y la cordura las miserias intelectuales que emanan del nacionalismo excluyente, manipulador y mendaz. Hoy mi nieta Lara cumple tres años, tres años maravillosos. Llegará el día en que su abuelo le haga ver lo mucho que han de representar para su vida estas tres ideas, esculpidas para siempre en los muros de la racionalidad.

2 de octubre de 2014

Cuando la Universidad recuerda los valores de sus personajes relevantes



Rendir homenaje a quienes han acreditado y embarnecido la vida de sus Universidades requiere a veces algo más que una simple mención al nombre. Esto ahora ya no se hace, pero antes se hacía para dejar constancia de los méritos que adornan a la persona reconocida. Desde luego, es un placer leer esas referencias a lo que alguien representó. Detenerse en lo que ellas se dice, y respetando la grandilocuencia del texto, ilustra bien sobre valores - "fustigador impertérrito de la injusticia, de la cobardía y de la mentira", se dice - que dignifican a quienes los poseen. Por eso, cuando se traspasa el umbral que da acceso al edificio noble de una Universidad pública - en la imagen, la de Catania - uno tiene la sensación de que la institución universitaria encierra valores y esencias que, vigentes en el tiempo, van más allá de los oportunismos, las mediocridades y las coyunturas.


15 de septiembre de 2014

Ante el desafío catalán, abajo las murallas





Recuerdo aquella exposición, magnífica, que tuvo lugar en Barcelona y que visité en la primavera de 2005. Evoco aquella referencia para valorarla en lo  mucho que significa en estos momentos de incomunicación infranqueable 


Cuando oigo hablar de nacionalismo o de identidades socio-culturales me vienen a la memoria las tragedias que a lo largo de la historia llevan asociados estos conceptos a hierro, dolor, odio y fuego. Sobre ello escribió palabras elocuentes Emmanuel Kant cuando aludía a los mensajes que invocaban en la sociedad alemana la fuerza de la patria como idea obsesiva, alienante y culturalmente tan sectaria como demoledora. Me cuesta encontrar algún ejemplo sobre la utilidad de estas nociones y sobre su contribución al desarrollo de las sociedades, de las mentalidades y de la persona. La experiencia ha demostrado que son una rémora y una antigualla, a menudo esgrimidas para enmascarar problemas y defectos de gestión de quienes las propalan para, embutidos en mensajes simplificadores, egoístas y excluyentes, sentirse ungidos por principios y soflamas que les permiten eludir sus responsabilidades, empobrecer y fracturar a las sociedades que dicen representar y ocultar sus corrupciones. Es lo contrario al legado político e intelectual de la Ilustración, ese asidero intelectual que tanto se echa de menos y cuyo fracaso en España ha sido la causa de una Historia tan llena de miseria moral y frustraciones. Frente a ello, defiendo el Estado integrador, multicultural, solidario y desmitificador de las ideas en las que se sustentan los axiomas elementales de la tribu ensimismada.

¿Consulta en Catalunya? ¿Y porqué no? ¿Porqué eludirla o temerla? Fuera las murallas, que afloren y se abran las ideas, que los debates libres prevalezcan sobre las consignas reductoras, que el Estado demuestre lo mucho de que es capaz para garantizar el buen funcionamiento de un territorio plurinacional integrado, en el que todos sus elementos han encontrado, y más aún en democracia, posibilidades de desarrollo y cotas de poder que nunca pudieron imaginar. No hay en estos momentos país más descentralizado en Europa. Cuando un Estado se organiza bien, todas sus partes resultan beneficiadas, convirtiendo a la escala de colaboración entre ellas en el factor que permite afrontar los problemas, como sucede en Alemania, un Estado federal de impresionante solidez. En un mundo globalizado y al tiempo marcado por la dimensión de la diversidad, la configuración de un Estado bien articulado y fuerte constituye la mejor garantía de supervivencia de los derechos humanos. Los mensajes que enarbolan los de CiU, ERC y comparsas, son simples, primarios, elementales y febles ante la crítica seria, honesta y contundente. ¿Aguantarían un debate riguroso, presentado ante la opinión pública? ¿Porqué no se celebra ese cara a cara tan necesario como ilustrativo entre los políticos defensores de las distintas opciones? Que se haga en la televisión, con datos, con informaciones objetivas, con ideas sólidas y consistentes. Con la verdad. Sin demagogias ni tergiversaciones. Al margen de los slogans sin explicación racional que los justifique. 


Cuando una Comunidad, como ocurre en el caso de la catalana, ha estado gobernada durante más de veinte años por una banda mafiosa, que encubría o difuminaba la gravedad de sus prácticas bajo el manto fabricado de la identidad amenazada, los argumentos a favor de la ruptura soportan con dificultad la controversia razonable. Posiblemente sea tarde ya para afrontar el proceso de enajenación con la fortaleza y la capacidad de neutralización lógica y argumental que se precisa, lo que, por otra parte, requiere una capacidad, un prestigio y una fortaleza de la que tanto carecen los gobernantes españoles, enzarzados en su maraña, en ese laberinto sin fin, de tópicos incesantes y tediosos en el que están sumidos. Sin embargo, cuando leemos reflexiones como la de Francesc de Carreras, prestigioso intelectual y jurista catalán, solo cabe reafirmarse en el convencimiento de que la situación a la que se ha llegado no es más que un monumental artificio, un inmenso tranpantojo...que es preciso poner en evidencia a través de la confrontación inteligente de las ideas y posiciones respectivas.

1 de septiembre de 2014

En defensa del saber socialmente integrador

Apenas se debate sobre esta cuestión en nuestras Universidades o en otros foros de interés común dentro del espacio público, pese a la indiscutible relevancia que posee. Hablamos de conocimiento, de generación del saber, de desarrollo científico, pero la verdad es que todo ello se resuelve en un panorama donde prima el trabajo individual o el que se lleva a cabo en equipos cerrados, que pugnan, en uno y otro caso, por adaptarse a los cánones que seleccionan la labor realizada en función de criterios a menudo mal avenidos con la versatilidad propia del trabajo científico y con el nivel de compromiso que el intelectual ha de tener respecto a la realidad - compleja y en situación de cambio permanente - en la que inscribe su responsabilidad. 

Debatir sobre el valor del saber ayuda a comprender críticamente hasta qué punto se ha producido un distanciamiento entre la riqueza intrínseca del conocimiento y la tendencia sesgada con la que tiende a valorarse, con total menosprecio al que no se atiene a los cánones rentabilistas, que justifican un respaldo selectivo, más allá de su utilidad social, entendida en la pluralidad de perspectivas con las que ha de entenderse esta función. El saber concebido como materia prima, como recurso de utilización inmediata, como opción intelectual banalizada en función de su uso cortoplacista, como capital, como bien dominado por el pragmatismo: he ahí el enfoque que conviene someter a fuerte revisión, si queremos que el saber no pierda esa dimensión integradora, plural, socialmente enriquecedora y susceptible de controversia que refuerza su valor intrínseco sin caer en la supeditación obsesiva a la lógica del "ciclo" obediente a las exigencias del mercado en la que actualmente aparece sumido.  




4 de julio de 2014

De la Cina è vicina a la China omnipresente

¿Alguien se acuerda de aquella película dirigida por Marcho Bellochio en los años sesenta con el título de Cina è vicina? Ya el mismo título sorprendió y fue objeto de discusiones muy intensas cuando fue proyectada en aquellas salas que se llamaban de Arte y Ensayo, porque en ellas se ofrecían muestras de un cine minoritaria, que a menudo daba pie a intensos y acalorados debates, que hoy difícilmente mantendríamos porque la forma de ver cine de entonces ya ha desaparecido para siempre. Recuerdo aquella película con frescura y de cuando en cuando me viene a la mente al observar la impresionante dimensión adquirida por China en el mundo contemporáneo.  En torno a este país se estructura una tupida red de engranajes, que se extienden por todo el planeta, creando una urdimbre de relaciones basadas en la energía, las materias primas y los mercados. El mapa es suficientemente elocuente de esa realidad. 

Y si se quiere observarla más de cerca, vayan a Fuenlabrada y desde los cerros que rodean esta ciudad del sur de Madrid observen la magnitud del polígono empresarial Cobo Calleja y paseen posteriormente por sus calles. En ellas los caracteres chinos se han apoderado del paisaje, aunque, eso sí, coexisten en perfecta armonía con los nombres de las calles, que recuerdan, casi de manera exótica, la toponimia leonesa. 





28 de junio de 2014

Un recorrido mágico por las librerías del mundo





Aunque pensaba que me iba a llevar mucho más tiempo,  la lectura del libro de Jorge Carrión no me ha resultado  tan dilatada como en principio su extensión y densidad hacían presumir. Me refiero a la obra titulada Librerías, que mereció el reconocimiento como finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2013. Desde que tuve noticia de su existencia, me interesó sumergirme en sus páginas ante el atractivo del tema y convencido de que el rigor que este autor pone en sus escritos iba a reflejarse en un texto digno de la máxima atención y del no menor interés.  No me ha defraudado porque ha superado con creces mis expectativas. Ahí es nada: un recorrido por las librerías más afamadas del mundo, por esos recintos mágicos en los que se acumula el papel encuadernado para cristalizar en una de las realizaciones más importantes de la creatividad humana y de la técnica puestas al servicio de la cultura.  De la cultura que permanece indeleble por mor de la perennidad de la palabra escrita. 


Por eso es convincente la reflexión inicial con la que Carrión inicia su obra cuando señala que "entre un cuento concreto y toda la literatura universal se establece una relación parecida a la que mantiene una única librería con todas las librerías que existen y existieron y tal vez existirán". Poco a poco el lector se va abriendo al universo impresionante y cautivador de las librerías que dan personalidad, prestigio y calidad a las ciudades del mundo. ¿Es posible identificar correctamente un lugar sin hacer mención a sus librerías más emblemáticas? Deleitarse en este elenco a través de las referencias que aporta la obra que menciono constituye otra de las dimensiones atractivas de las experiencias viajeras, en las que visitas a las librerías forma parte - debe formar parte - inexcusable del paisaje visitado. Estoy convencido de que todos tenemos en nuestra mente recuerdos imperecederos de este tipo de vivencias. 

Librería Puro Verso, en Montevideo




No hace mucho recordé en esta misma ventana las emociones que afloraron en Valladolid cuando se conmemoraron los cuarenta años de la Librería Sandoval. Es una de las que tengo más cercanas a mi experiencia vital, y que comparte espacio en la memoria con las que al tiempo concibo como ingredientes esenciales de mis viajes dentro y fuera de España. Tomar contacto con el mundo del libro siempre aporta ideas y enriquece perspectivas. Entrar en contacto con los elementos que configuran una librería aporta sensaciones que ningún otro entorno procura. El libro, el contacto con el librero, el encuentro con personas de inquietudes compartidas, la mirada complacida, curiosa y vigilante. La sorpresa cuando uno menos se lo espera.

Pero, ay, lo cierto es también que cuando se reflexiona sobre el tema no es infrecuente que la preocupación haga desde el primer momento acto de presencia. Es la sensación que he tenido a raiz de una reciente visita a una de las mesas redondas celebradas en la Feria del Libro de Madrid, donde la atención se centró en los problemas a que se enfrenta el mercado del libro, y que en aquella ocasión estuvieron lúcida y contundementemente expuestos por Lola Larumbe, una de las responsables (la tercera persona a la izquierda de la fotografía) de la Librería Alberti de Madrid.  





Es curioso. El mismo dia en que termino de leer Librerías,  y mientras contemplo la masa pinariega que adorna el curso del Duero en Tordesillas, me entero del acuerdo unánimemente adoptado por la Asamblea Nacional francesa a favor de una ley por la que se prohibe a los distribuidores de libros electrónicos la aplicación de rebajas por debajo del precio fijo de las librerías. Noticia interesante donde las haya en un tema tan sensible. Es una reacción lógica de defensa frente a la competencia desleal efectuada por los gigantes de la distribución del libro, con prácticas que cercenan considerablemente el margen de maniobra de las librerías, poniendo así en peligro la supervivencia de uno de los espacios más representativos para el enriquecimiento cultural que nuestra sociedad tanto necesita. 

Con acierto las ha definido Francisco Llorca cuando escribe que "las librerías no son centros de distribución; son espacios de interrelación, puntos de encuentros para la comunidad y que garantizan su pluralidad, algo que dificilmente ocurrirá en la situación de monopolio hacia la que nos encaminamos" para concluir recordando la atinada afirmación de Joan Margarit: la llibertat és una llibrería

21 de junio de 2014

Espacios transformados (19)


Cae el sol a plomo y el paisaje, o lo que de él queda, se estremece cuando llega el mediodía. La urbanización avanza imparable, acompañada de su omnipresente y tupida amalgama de hormigón, farolas, asientos desperdigados y demás artilugios que reducen lo verde a la insignificancia. La densidad de farolas que nada iluminan -o iluminan en exceso sin necesidad- sustituye al árbol como ingrediente benefactor y de alivio de los espacios calcinados en este mundo del mediterráneo tan castigado por la voracidad urbanística, tan refractaria a los paisajes arbolados. Los que lo defienden argumentan que también se crea espacio público, espacio de relación y convivencia allí donde la ciudad acaba perdiendo su nombre. La sensación de vacío impresiona cuando se contempla en lontananza, pero resulta todavía más angustiosa cuando se ve pasear, en medio de la nada, al abuelo con el nieto sin que el observador que lo ve desde el puente del ferrocarril consiga captar, más allá de la imagen, los pensamientos que anidan en la mente de ese hombre que aprovecha el espacio desolado que le ofrecen. La imagen corresponde a una ciudad del Sur de Madrid.
  

18 de junio de 2014

Conocer mejor la realidad social ayuda a transformarla

Acabo de tener noticia del último informe sobre Capital Humanorealizado por el prestigioso Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). No me resisto a darlo a conocer porque tiene el mérito de poner en evidencia una realidad social que no debe ser ignorada ni, menos aún, relegada al rincón de las noticias irrelevantes. Centrado en el conocimiento de la realidad social española, es mucho más que un mero inventario de datos y noticias sobre lo que sucede actualmente en nuestro país. Muchos tratan de edulcorar la situación acogiéndose a las grandes magnitudes donde todo se diluye en los datos macroeconómicos, que tan a menudo se prestan a interpretaciones contradictorias, al gusto de quien las esgrime para justificar lo que de antemano desea aun a costa de enmascarar la realidad. Cada día nos abruman con datos, selectivamente extraídos dentro de una información plural y heterogénea, para llegar con ellos a conclusiones que, presentadas asépticamente de manera global, dan idea de tendencias genéricas, en cuya valoración se omite la dimensión ofrecida por sus implicaciones sociales. 


Por eso son bienvenidas y, sobre todo, necesarias las aportaciones que descienden al terreno de lo que realmente interesa al ciudadano: la importancia de los procesos generadores de segregación y desigualdad, de marginación... y de pobreza. De ahí el nombre del Informe cuya lectura recomiendo: Pobreza en un período de crisis económica. Urge conocerlos y entenderlos en su justa perspectiva, tanto en términos de cantidad como cualitativamente. Profundizar en en el impacto que socialmente ofrecen los datos referidos a la salud, a la educación y a la distribución de la renta - componentes multicriterio del indicador  introducido en 2010 por Naciones Unidas - nos acercan las manifestaciones tangibles y clamorosas de ese mundo real, que percibimos cotidianamente en la calle, que aflora en las conversaciones y que inevitablemente, aunque no se quiera, acaba formando parte de nuestras vidas. 

23 de mayo de 2014

Mi última elección en aquella brumosa tarde de mayo



Una fuerte ventolera sacudía las ventanas de mi despacho cuando ayer por la tarde regresaba a ese espacio, donde he pasado tantas horas, tras depositar mi voto en las elecciones a Rector de la Universidad de Valladolid. Mientras ordenaba mis papeles antes de emprender el paseo cotidiano de vuelta a casa, tuve la sensación de que había vivido una experiencia irrepetible, que no se volvería a dar. Recordé durante unos instantes mi vida universitaria, que empezó allá por los años setenta del siglo XX, para tomar conciencia de que era ya la última vez en que participaba en una elección al rectorado. Me he alejado definitivamente de esas urnas que tanto han significado para mí. Nunca más volveré a hacerlo, ya que dentro de cuatro años mi situación administrativa será bien distinta. Me vinieron entonces a la mente las numerosas ocasiones en que esos actos han formado parte de mi vida, y a veces con gran intensidad.

Siempre he votado, he participado en ocasiones de forma activa y me he tomado muy en serio cuanto rodea a un proceso de tanta trascendencia: candidaturas, debates, reflexiones, polémicas en el claustro, esperanzas, alegrías, decepciones.. de todo ha habido en esa larga singladura, cuyas anécdotas bien darían para un escrito novelado. He visto cambiar la Universidad, suceder mil y una anécdotas, y apreciar desde dentro el panorama de posibilidades y contradicciones que encierra. Desde la primera elección democrática en febrero 1982 hasta la de ayer, en mayo de 2014, han transcurrido treinta y dos años repletos de sucesos y de transformaciones. De ilusiones, esperanzas y también de alguna que otra decepción. Lo normal en un mundo de gran heterogeneidad y en una época donde todas las experiencias han sido posibles. 

Seis rectores la han gobernado desde entonces. El balance es muy desigual, como ocurre cuando se trata de una institución tan compleja, sometida a vicisitudes de todo tipo, repleta de inercias y marcada también por un caudal de esfuerzos que han de ser valorado como se merece, sin olvidar tampoco las características personales de sus gobernantes. Con sus luces y sus sombras, el proceso no ha hecho si no reafirmar mi confianza en la Universidad Pública, para identificarme con ella y a luchar porque su prestigio no se vea lesionado. En ese empeño me mantendré mientras pueda, deseando lo mejor al nuevo rector - al séptimo - y su equipo ya que de su buen hacer, de su capacidad, de sus decisiones y de sus resultados depende en buena medida el que la Universidad de Valladolid responda a los objetivos que la sociedad la encomienda y requiere. Decisivos siempre, en los tiempos que corren son aún más ambiciosos y esenciales.


17 de mayo de 2014

Cuando los políticos adulteran la noble función de la política

No hay otra definición de la política que la que la entiende como labor de servicio al interés público, en defensa de los derechos de los ciudadanos, sensible y atenta a los problemas que les afectan. Concebida así es una actividad digna, encomiable y necesaria. Es como el aire que nos hace vivir. Pero cuando esa actitud se adultera y los que se dicen políticos, y viven de la política, se lucran de ella, ignoran, menosprecian u ofenden a los ciudadanos, mostrando indiferencia por lo que les sucede, desatienden sus ruegos porque molestan a sus oídos complacientes o consideran que, al actuar así, pueden llegar a ser increpados, esos políticos se convierten para muchos en el símbolo de lo más abyecto y deleznable. El respeto que debieran merecer se torna en desprecio sin matices. Son vulgares camanduleros y farsantes. Su figura es un fraude, sus palabras suscitan rechazo, su solo presencia provoca repugnancia. Esta reacción no surge al albur sino de la constatación de que la labor más noble se convierte a veces en una estafa, en la manifestación más palmaria de la indecencia. Y eso duele mucho porque atañe a cuestiones muy sensibles de la vida cotidiana. Las reacciones críticas nunca son instintivas ni derivan de la irracionalidad: se apoyan en motivaciones fundamentadas, en la justificación que aportan la experiencia y el desegaño, en el hartazgo y la rabia asociados a la impotencia, en la comprobación de que la ejemplaridad en la que confiaban se ha visto defraudada.

Me cuesta quitarme de la cabeza la imagen brutalmente ofensiva de los concejales del Partido Popular que abandonan el Pleno del Ayuntamiento de Toledo cuando unos padres de familia plantean en la Casa de la Villa y ante sus representantes la tragedia en que se encuentra la atención médica de sus hijos víctimas de la más cruel de las enfermedades. Dicen los voceros de lo azul que el tema no es competencia del Ayuntamiento.... pero ¿desde cuando el Ayuntamiento ha dejado de ser la expresión del latido y el clamor que los que sufren en las ciudades? Veo a Arturo García Tizón, representante del grupo popular, presidente de la diputación toledana y amachambrado en la política desde la época de Hernández Mancha, decir que lo que allí se trata no le interesa. Pasa altivo, indiferente, despectivo ante los ciudadanos que reclaman e imploran su atención. Le trae sin cuidado. Impúdicamente lo reconoce. Le secunda su banda, agazapada en la desvergüenza de quien solo se preocupa por su ombligo. Solo una mujer del grupo popular se mantiene en la sala. Y luego hablan de desafección. No es generalizada, pero se muestra justificadamente implacable con los que carecen de los principios inherentes a la dignidad de la política y que son legión.

Es una de las manifestaciones más dolorosas, miserables e indignas que recuerdo en el ejercicio de la responsabilidad pública. Ni una palabra sobre el tema por parte del Gobierno autónomo. Si Cervantes levantara la cabeza y viese en lo que se ha convertido la tierra de la Mancha, gobernada por la mujer de la mentira y el ridículo permanentes, su posición ante tanta ignominia daría lugar a episodios memorables de justa rebeldía.

14 de mayo de 2014

El riesgo de la banalización formativa de las Ciencias Sociales



Qué gran responsabilidad tienen - tenemos - los profesores que imparten - impartimos - conocimientos en ese amplio universo  de cuestiones y contenidos  que atañen a las formas de vida, al comportamiento, y al desarrollo de la sensibilidad de los ciudadanos en los entornos donde se desenvuelven. Pertenecen al ámbito de las llamadas Ciencias Sociales, unificadas por el denominador común que las orienta a la maduración intelectual de la persona sobre lo que ocurre en la sociedad y en el mundo que la ha tocado vivir. Hay motivos para la preocupación y la alerta, pues serias son las amenazas que se ciernen sobre la función desempeñada por estos saberes.  Las observaciones apuntadas por Joaquín Estefanía en ese texto , referido a la enseñanza de la Economía, deben sacudir como un aldabonazo las conciencias de los enseñantes y de los alumnos en estos tiempos en que tienden a primar la banalidad sobre la explicación rigurosa, el tópico convencional frente a la interpretación crítica de los hechos, la resignación ante lo que sucede frente al conocimiento y la denuncia de los factores que lo provocan. 

Cuando la formación de un alumno queda sumida en el sectarismo ideológico que prima a la sombra del pensamiento único, propalado por maestros de la simplificación acrítica, que presenta como paradigma irreductible y dogmático de un statu quo inamovible, no se está procediendo a la formación de ciudadanos sino a esa especie de autómatas irreflexivos incapaces de entender su personalidad al margen de quien les domina para acabar imponiéndole sus propios códigos de conducta al servicio de presiones e intereses que acabaran deteriorando su dignidad y su libertad como persona. Bienvenidas sean las grandes contribuciones del saber científico-técnico, que tantas seguridades y beneficios depara, pero el conocimiento significa sin duda mucho más: significa en el ámbito que nos ocupa - en el de la realidad social, económica y territorial - el poder elaborar posturas libres, críticas, firmes ante el debate y con capacidad movilizadora para que los avances de la ciencia no deriven en el agravamiento de las desigualdades hasta cristalizar irreversiblemente en una sociedad resignada, conformista e incapaz de labrar su propio futuro.

30 de abril de 2014

La indiferencia ante el pobre empobrece al ser humano

Ha ocurrido en ciudades norteamericanas, pero puede suceder  en cualquier otra. El mundo está repleto de este tipo de situaciones. Las escenas de la vida cotidiana están repletas de experiencias marcadas por las reacciones elusivas ante la pobreza y la marginalidad.  Por lo común, priman la indiferencia y el desdén. No hay motivo que induzca a prestar atención a la situación de la persona que se encuentra en la indigencia, incómoda como es. Incluso hay responsables municipales,  de lo que es ejemplo la ciudad de Madrid, donde quien la gobierna atribuye a los mendigos la condición de responsables de la suciedad de las calles, justificando así el propósito de imponer sanciones a los que se encuentren en esa situación dentro del espacio público. Al actuar así frente a un  problema real, se defiende la invisibilidad del problema, que deja de existir o se diluye cuando no forma parte del paisaje urbano. No son, pues, aceptados los mendigos y los que viven en la calle por los que consideran que la calle les pertenece. 

Ha sido necesario que un personaje famoso se identificase con la imagen de la pobreza para que pasara desapercibido hasta quedar sumido en el mundo de la desatención. Los medios han informado del caso concreto del actor Richard Gere, representando el papel de mendigo en las calles de Nueva York. Se encontraba cerca de la estación Grand Central, un lugar bullicioso, trepidante, donde nada se detiene y casi nadie mira al que tiene alrededor. El encuentro entre el "pobre" y la turista francesa invita sin duda a la reflexión sobre las actitudes que marcan las pautas de acción de los seres humanos en este mundo de encuentros infrecuentes y desencuentros generalizados. 

Sin embargo, el caso que más me ha conmovido lo trajo a colación Raquel García, admirable trabajadora de Cáritas en Valladolid, al comenzar su intervención en las Jornadas de Geografía Humana sobre "Marginalidad Social y Espacio Urbano" que el investigador brasileño Igor Robaina y yo hemos organizado recientemente en Valladolid. El documento presentado, que figura en la red y del que hasta ese momento no tenía yo noticia, resulta impactante, obliga a callar y a reflexionar para a continuación levantar la voz, con las ideas ya más claras, para poner en evidencia vivencias de nuestro mundo y de nuestra época que, como diría José Luis Sampedro, nos revelan "las limitaciones de que adolecemos como seres humanos". 



18 de abril de 2014

¿Qué hacia usted el día en que comenzó a leer "Cien Años de Soledad"?




Seguramente la conmoción producida por el fallecimiento de Gabriel García Márquez (1927-2014) nos ha devuelto a muchos de mi generación a la juventud. Aunque el seguimiento de la evolución de su obra ha sido una práctica habitual para cuantos nos hemos sentido atraídos por la creatividad literaria de uno de los más afamados escritores contemporáneos, difícilmente podremos sustraernos a la evocación de lo que en su momento supuso el descubrimiento de su obra más emblemática, la que espontáneamente y con actitud convencida llega a nuestra mente cuando recordamos el listado de sus títulos, de tan familiares como son y asumidos como están. Aludo a ello porque tal es mi caso.

Por esta razón, cuando ayer por la noche supe de su muerte, pensé que tal vez sería pertinente suscitar una pregunta, a sabiendas de que las respuestas obtenidas podrían ofrecer un marco interesantísimo para conocer las diferentes experiencias asociadas al hecho que motiva la siguiente pregunta: ¿cuáles son sus recuerdos del día, del momento, de la época en que comenzó a leer Cien años de soledad?

Me limitaré a comentar la mía porque sinceramente me ha dejado huella. Comencé a leer esa obra en el tren correo que utilizaba semanalmente para desplazarme - incluso hasta dos veces - de Valladolid a Burgos. Corría la primavera del año 1970, pocos meses antes de comenzar el servicio militar en Ceuta. Había comprado esa obra en la Librería Isis de Valladolid, que ya no existe. Desde entonces y durante muchas horas no podía entender el viaje en aquel tren de vapor que, con sus trece paradas, tardaba casi dos horas en hacer ese trayecto, mil veces realizado. Enfrascado en la obra y en la urdimbre de sus insólitos personajes, la travesía se hacía mucho más liviana. No había tiempo para otra cosa que para descubrir la historia de una familia, la de Aureliano Buendía, y de un espacio, la tierra de Macondo, que acabé ligando con fuerza a mis propias vivencias culturales.

Pero, al tiempo que el argumento invadía la escena y justificaba una dedicación a la lectura de novelas  superior a la que en aquella etapa yo podía permitirme, descubrí el impresionante arsenal de palabras, conceptos y términos que ampliaban el vocabulario mediante la correspondiente indagación. Un mundo de sorpresas e incógnitas se abrió al compás de la lectura de aquel libro, de letra menuda, que se mostraba grande e inagotable. Decidí tomar cuidadosamente nota de aquellos términos que o me eran desconocidos o encerraban una ambigüedad que era necesario resolver. La averiguación mediante el Diccionario de la Lengua aclaraba la duda...aunque no siempre. Por ejemplo, ¿alguien sabría decirme que es eso de la desnudez tarabiscoteada



Poco a poco fui confeccionando una especie de diccionario personal de Cien Años de Soledad. Desde entonces han transcurrido ya cuarenta y cuatro años. Esta tarde he vuelto a leer aquella libreta que todavía conservo. Está amarillenta por el paso del tiempo, algo ajada por la mala calidad del papel de entonces, pero para mí permanece viva, porque viva sigue siendo la figura de quien la propició. 


Al releer aquellas hojas marchitas he vuelto a la juventud, a los viajes en el tren, al recuerdo de aquellas páginas repletas de sensaciones que jamás se separaron  de mis ojos mientras la carbonilla entraba por las ventanas, tratando de dificultar, sin conseguirlo, la lectura de un texto que ha marcado indeleblemente la cultura literaria de nuestro tiempo.

14 de abril de 2014

Una visita emotiva a la Escuela de Antoni Benaiges en Bañuelos de Bureba



Maria Antonia y yo hemos visitado el día 14 de abril de 2014 la Escuela donde impartió sus clases Antoni Benaiges, el maestro catalán que fue  destinado en 1933 a un pequeño y remoto pueblo de la provincia de Burgos, donde, entre otras muchas iniciativas, se empeñó en que sus alumnos tuvieran conocimiento de lo que es el mar. Ese empeño le costó la vida cuando, ya comenzadas las vacaciones de verano, efectuó desde su pueblo natal, en la provincia de Tarragona, un viaje a Bañuelos de Bureba para acompañar a los niños y a las niñas a que tomaran contacto directo en el Mediterráneo con ese fenómeno natural al que hasta entonces sólo se habían aproximado a través de su imaginación, ingeniosamente estimulada por el maestro. No regresó. Fue asesinado y sus restos yacen en las fosas comunes localizadas en el portillo de La Pedraja, en la carretera de Burgos a Logroño. He dado cuenta de este hecho en una entrada anterior, en la que se recogen con detalle las experiencias educativas emprendidas por Benaiges en la Castilla profunda de los años treinta. Es una historia que conmueve y sobrecoge, que no puede ser olvidada y que merece el recuerdo de homenaje debido a los maestros y a las maestras que marcaron una época y cuyos esfuerzos quedaron truncados por la barbarie, la muerte y la represión.




Hemos aprovechado un viaje por tierras del País Vasco, La Rioja y Castilla y León para detenernos un momento en Bañuelos de Bureba, entre Briviesca y Belorado. Al llegar a la Escuela la puerta estaba abierta. No ha tardado en acercarse el trabajador que lleva a cabo las obras de reparación del edificio. Se ha anticipado a nuestro deseo de visitarlo por dentro. Una ocasión que no podíamos desaprovechar. Casi en ruinas, la parte baja está completamente destruida. Sin protección alguna nos adentramos en ella, temerosos de que el techo pueda venirse abajo en cualquier momento. El riesgo es grande. Nada hay que ver a ras de tierra.







Lo que merece la pena es la primera planta. Allí sigue la Escuela que fue. O, al menos, lo que queda de ella. Unos pupitres, la mesa del maestro, un juego de madera, una pizarra casi intacta y, apilados, los mapas y los paneles que servían para enseñar la Geografía y la Historia, esas disciplinas indispensables que dan sentido al conocimiento del mundo en el que uno vive. Otra habitación al lado, llama también la atención. Diríase que era el lugar de trabajo del maestro, allí donde acumulaba sus papeles. 



Por razones obvias, y sin autorización para ello, no pudimos detenernos en averiguar lo que contenían aquellos cientos de papeles hacinados en la estantería y en las cajas de cartón depositadas en el suelo, junto a un crucifijo adornado con estampas curiosas. Seguramente son posteriores a la etapa que nos ocupa. Todo estaba invadido por el polvo acumulado durante décadas. El tiempo se había detenido hacía mucho y nadie se había preocupado por ordenar ese espacio simbólico, en el que hoy comienza a entrar la luz, aprovechando las pequeñas ventanas que permiten ventilar y volver a dar vida y contraste a lo que ha estado cerrado, silente y abandonado. 



Escribo esto para transmitir la emoción sentida y, de paso, ojalá, para que estas líneas sean leídas también por los autores y el editor del libro Antoni Benaiges, el maestro que prometió el mar (Blume, 2013),  que hizo posible sacar del olvido la experiencia educativa y la tragedia vital de Benaiges. Francesc, Sergi, Queralt, amigos, gracias a vosotros, a vuestra obra, la Escuela de Bañuelos de Bureba va a ser rehabilitada. No sé quién patrocina la obra. ¿Sois quizá vosotros? ¿Sabéis quién lo hace? Os informo de ello por si no lo sabéis. Lo importante es que ese edificio comienza a recuperar la imagen de referencia que en su tiempo tuvo y que vosotros os esforzasteis en promover. 




Rodeo lentamente la casa, me detengo en los detalles de la estructura, y observo que el tejado ya ha sido reparado; varios canalones recién instalados impiden que la humedad deteriore la fachada. Algo se ha hecho desde que disteis a conocer la figura de Benaiges hace aproximadamente un año. Queda todavía, sin embargo, mucho por hacer, pero lo cierto es que el nombre de Bañuelos de Bureba simboliza con fuerza lo que representó el magisterio español en una España que necesitaba liberarse de su lastre histórico. No lo consiguió pero la verdad es que la memoria permanece viva para recordarlo. 



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