¿Conflicto? ¿De qué conflicto nos hablan? ¿En serio? Oigo a Rufián, a Asens, a Vehí, afanosos integrantes de la grey política catalana, secundados con énfasis exagerados por Iglesias Turrión en sus monocordes ambientes tertulianos, hablar de "conflicto" para referirse a la situación que debe afrontar la llamada "mesa de diálogo", que se reúne en Barcelona entre miembros del Gobierno de España y del de esa Comunidad Autónoma.
Consulto lo que la Real Academia Española entiende por conflicto, y en su primera acepción lo identifica como " combate, lucha, pelea". Es eso lo que define la situación de las relaciones entre el Estado y la región catalana? No quisiera dar otro enfoque al asunto que no sea el de la incorrección del término y su desafortunado uso respecto a su correcta acepción lingüística.
Persistir en la utilización obsesiva de esa palabra no sólo es una torpeza de formación por parte de quienes la propalan hasta la náusea sino la manifestación deliberada de un sesgo inapropiado de lo que significa y del ámbito en el que debe ser aplicada. Pues es bien sabido que no hay conflicto alguno entre el Estado español y los territorios que lo integran pues nadie, salvo los susomentados y sus corifeos, lo reconoce así.
En todo caso, la situación conflictiva, entendida como pelea o enfrentamiento es, en cambio, la que se produce entre las opciones políticas en que se divide el secesionismo y que andan a la greña de manera inmisericorde e incluso obscena, agravando la tensión entre los propios catalanes. Mientras tanto, Cataluña y Barcelona declinan sin cesar para mostrar que nunca han estado peor en todos los sentidos que bajo los gobiernos que preconizan la fractura con España, incapaces de ofrecer a la sociedad catalana otra cosa que ruido, violencia e ineptitud. ¿Recuerdan a Mas, Puigdemont y Torra, arquetipos responsables del desastre catalán?
El día en que lamentamos el fallecimiento de Joseba Arregui parece pertinente evocar la figura y el legado de un político honesto que dedicó su vida a superar ese tipo de conflicto en la sociedad vasca y del que, como señaló en numerosas ocasiones, solo se derivan secuelas nefastas para la sociedad que lo vive.