26 de noviembre de 2018

La calidad humana y política de Octavio Granado, Secretario de Estado de la Seguridad Social

Hace unos días, el 12 de noviembre, coincidí con Octavio Granado en el tren de primera hora a Madrid. Nos saludamos, hablamos un rato y le deseé mucha suerte, ya que considero que desempeña en estos momentos una de las principales responsabilidades del gobierno de España. La Secretaría de Estado de la Seguridad Social, uno de los pilares vertebrales del Estado, y que nunca deje de serlo. Ha ejercido esta tarea con tres ministros y, cuando lo dejó (aunque Mariano Rajoy le mantuvo en el cargo varios meses), el fondo de reserva de la Seguridad Social ascendía a 67.000 millones de euros. Se lo recordé y se rió con esa mueca de humildad que le caracteriza. Somos paisanos y le conozco desde que era un avispado adolescente.

Hablamos de su padre, funcionario del Instituto Nacional de Previsión y propietario de la Librería Granado, enfrente mismo de la Estación de autobuses de Burgos. Allí se fraguó la amistad que mantuve con Esteban Granado Bombín hasta que se fue en el último viaje. Tardes de librería, debates en la trastienda, libros de Ruedo Ibérico, textos prohibidos, veladas interminables sumergidas en el humo de los Ducados y algún que otro Celtas rubio. Fue diputado del Psoe por Burgos en la legislatura constituyente. Su rostro queda para el recuerdo como observador desde su escaño de la imagen formada por Rafael Alberti y Dolores Ibarruri descendiendo por las escaleras del hemiciclo. Ay, los Granado de Burgos, cuántos recuerdos. Gente admirable e inolvidable.

Esta sensación se ratifica al leer la excelente entrevista que Nacho Foces le ha hecho en El Norte de Castilla. Es magnífica, elocuente, reveladora de la dimensión humana y ética del entrevistado. Hacia tiempo que no leía un documento igual. Conocer el pensamiento de Octavio, el gestor de las pensiones de los españoles, reconcilia al ciudadano con la política, llevándole a pensar que hay por ahí gente muy seria, con gran sentido de la responsabilidad y consciente del momento histórico que la ha tocado vivir. Voy a escribirle una carta, como las de antes, para felicitarle por lo que dice, agradecerle cómo lo hace y quedar un día, en Burgos, a tomar una caña o un Ribera, con un buen pincho de morcilla de la tierra, pero sin Ducados de por medio.
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