¿Se imaginan ustedes
en qué condiciones se imparte la enseñanza en la tierra palestina? Las dificultades
superan sin duda lo imaginable. Precariedad, falta de medios, problemas de seguridad,
miedo, sensación de vigilancia permanente, futuro marcado por la incertidumbre,
por los horizontes sórdidos que el Muro de la infamia cierra en Cisjordania o
por los límites de la cárcel a cielo abierto en que la violencia israelí ha
convertido la franja de Gaza. Espacios estigmatizados por la opresión que deriva de una ocupación trasgresora del Derecho Internacional.
Dar clase en esas circunstancias es una heroicidad, que debe ser reconocida
por lo que tiene de proeza y admirable en ese espacio atormentado, vejado y
sistemáticamente expoliado por el ocupante ilegal que destruye y lesiona los
derechos humanos y los recursos en la más inicua impunidad y ante la indiferencia
de esta Europa que se nos va de las manos... quizá para no volver. Por ese
motivo, hay que aplaudir y felicitar a Hanan Al Hroub, una mujer, una maestra,
una palestina, que vive, trabaja y sueña en Palestina.
Son tan excepcionales
las referencias que nos ponen al descubierto la cultura, la formación y la
intelectualidad de ese pueblo que cuando afloran, y lo hacen con gran dignidad
como en este caso, uno no puede por menos de sentir admiración, satisfacción y
respeto. Mucho respeto. Un respeto inmenso que nos lleva a sentir como propios
esos logros a cuantos en cualquier lugar del mundo defendemos la causa de los
pueblos oprimidos y maltratados de la Tierra.