
Nunca se habia puesto a prueba con tanta claridad, y a plazo de resolución necesariamente corto, la postura del Gobierno español respecto al problema irresuelto del Sahara Occidental, en el que tanta implicación España ha tenido y tiene. Normalmente todo se había limitado hasta ahora a efectuar declaraciones más o menos bienintencionadas, a lanzar al viento palabras complacientes de cara la galería, a invocar las razones de Estado como justificación de lo que parecía inevitable, aunque señalando que el corazón era sensible a la tragedia de los expulsados de su tierra, hace ya 34 años.
Miguel Angel Moratinos, ministro español de Exteriores, se ha hecho eco de esta actitud equidistante: “Siempre hemos apoyado la causa saharaui y siempre hemos defendido las mejores relaciones con Marruecos”. ¿Es eso posible en torno a una cuestión tan flagrante y de perfiles tan nítidos?, ¿podemos encontrar en el discurso político manifestación más elocuente de una ambigüedad que, a la hora de los hechos, inevitablemente conduce al alineamiento pleno con el gobierno de Marruecos en su decidido propósito, y con el interesado y coactivo apoyo de Francia, de eludir las resoluciones internacionales que insisten en la celebración de un referéndum de autodeterminación en la antigua colonia española?.
Basta ya de equidistancias y retóricas vanas , que siempre favorecen la razón del más fuerte. Ha llegado el momento en el que las palabras, que el aire al fin se lleva, han perdido sentido a medida que los hechos, con su contundencia habitual, imponen, cuando se presentan, la necesidad de definir una postura inequívoca. Urge tomar decisiones que decanten la politica en la dirección que realmente se defiende, sin equívocos ni medias tintas.
Y ha sido una mujer la que va a obligar a despejar esta contradicción en que ha estado sumida la política española.
Aminatou Haidar, firme luchadora por los derechos del pueblo saharaui, fue expulsada de su tierra por el gobierno de Marruecos y obligada a exiliarse en España (en la isla canaria de Lanzarote) con la aquiescencia del gobierno español, que forzó su entrada en el país careciendo de pasaporte y de permiso de residencia. De esta forma, Madrid se plegaba a la presión de Marruecos, asumiendo un papel de comparsa que contraviene la legislación internacional. Para zanjar tan espinosa situación el Ministerio español de Exteriores ha ofrecido, deprisa y corriendo, la nacionalidad y el pasaporte españoles a la Sra. Haidar , que los ha rechazado, poniendo así en evidencia lo artificioso de una solución que conculca lo que esta mujer sarahui persigue y a lo que, al parecer, no está dispuesta a renunciar: vivir en El Aaiun, en su ciudad natal, en su territorio arrebatado, al servicio de una causa a la que ha dedicado lo mejor de su vida. Algo tan simple y digno a la vez como defender el derecho a vivir libremente en su tierra usurpada.
La papeleta que tiene ante sí el gobierno español es de consideración. Rechazada por Haidar la ciudadanía española, expulsada por Marruecos y en actitud de huelga de hambre prolongada, sólo cabe una medida enérgica y contundente: exigir a Mohamed VI, a quien nunca se ha reprochado nada sobre su incumplimiento sistemático de los derechos humanos, que permita con todas las garantías el regreso de Aminatou Haidar a su pais, al territorio al que ha dedicado su vida, su lucha y su salud y del que es natural. Una medida tan elemental como cumplir la carta de Naciones Unidas y el derecho de todo ser humano a residir en su patria.
Y su patria es el territorio de la República Árabe Saharui Democrática.