No sé si es un placer leer lo que dice Noam Chomsky, pero si una necesidad o, el menos, algo pertinente. Necesitamos intelectuales honestos, pensadores críticos, él entre otros, que nos ayuden a entender lo que sucede, porqué sucede y de qué manera repercute. La toma de conciencia de los problemas aproxima a la claridad de las soluciones. Nada hay más pernicioso en estos momentos que el pensamiento banal, el conformismo resignado, la sustitución de la rebeldía por la fascinación que suscita la evasión hacia la gastronomía o el cultivo ensimismado del propio huerto, confortables refugios ambos silentes y elusivos.
15 de diciembre de 2013
La necesidad del pensamiento crítico
No sé si es un placer leer lo que dice Noam Chomsky, pero si una necesidad o, el menos, algo pertinente. Necesitamos intelectuales honestos, pensadores críticos, él entre otros, que nos ayuden a entender lo que sucede, porqué sucede y de qué manera repercute. La toma de conciencia de los problemas aproxima a la claridad de las soluciones. Nada hay más pernicioso en estos momentos que el pensamiento banal, el conformismo resignado, la sustitución de la rebeldía por la fascinación que suscita la evasión hacia la gastronomía o el cultivo ensimismado del propio huerto, confortables refugios ambos silentes y elusivos.
12 de diciembre de 2013
La inutilidad de un "Congreso de Historia" con conclusiones predeterminadas
Oigo y veo a Jaume Sobrequés, el director del evento, y no salgo
de mi asombro. He asistido a muchos Congresos científicos en mi vida pero jamás
había observado ninguno en el que ya las conclusiones estuviesen fijadas de antemano.
La propia formulación del enunciado sitúa el desarrollo del evento dentro de
unas coordenadas que prejuzgan todo lo que en él se va a abordar, pues sus
conclusiones ya están hechas. No ha lugar en ese contexto a controversia
alguna. Me sorprende la animosidad de Sobrequés i Callicó a quien creía más
ponderado y riguroso. Plantea el encuentro de forma enrabietada, dogmática,
cerrada en sus perspectivas de análisis. Actitud acientífica donde las haya. Entre sus convocantes, la ausencia de la Universidad llama la atención, dominado el elenco de responsabilidades por órganos dependientes del Gobierno autónomo. Cuando se organiza un Congreso, todo está abierto a la discursión y a la confrontación racional de enfoques, métodos e ideas; de lo contrario, es una estafa. Y que conste que no me dejo llevar por la escandalera que, a juicio de García Montero, se ha montado sobre esta cuestión: simplemente me limito a constatar las anomalías que encierra un "simposio", ajeno a las reglas comúnmente asumidas para las reuniones científicas dignas de tal nombre, a no ser que no sea ese el propósito. Habrá que estar atentos a las conclusiones y valorar el rigor histórico con el que están planteadas. De momento, que se sepa, solo la Generalitat ha defendido el rigor científico de la reunión, pero resulta difícil otorgar credibilidad en este sentido a Artur Mas y sus consellers. No hay fundamento alguno que avale su formación y su solvencia como historiadores acreditados. Tampoco, que se sepa, se ha dado opción a historiadores no catalanes para intervenir en cuestiones que sólo los debates rigurosos y sosegados pueden clarificar. Cuando prevalece la identidad como soporte intelectual básico, ya sabemos lo que, a la postre, eso da de sí.
Me detengo en el programa, que deriva por los mismos derroteros:
"la inmigración, la acción de la Iglesia Católica, la persecución de la
lengua y la cultura catalanas (sic), la falsificación de la Historia (sic), la censura
sobre los medios de comunicación (sic), la educación". Los meros epígrafes anticipan, sin sentido de la opción de error, de qué va la cosa. Es la primera vez que lo veo planteado de esa manera. Al margen quedan, o muy
minimizadas, las cuestiones económicas, las alusivas al desarrollo de Cataluña
desde el siglo XVIII , cuando, como bien señala Rosa Castejón, de la UB,
"el momento culminante estuvo representado por la nueva actividad
comercial catalana del siglo XVIII; el puerto de Barcelona, junto con el de Palamós,
constituyeron las dos principales aperturas catalanas al comercio maritimo. El
comercio del azúcar y de las indianas determinó un fuerte aumento del tráfico
maritimo barcelonés en esta centuria". ¿Nadie va a hablar de lo que supuso
el despegue catalán en el Setecientos cuando el puerto de Barcelona arrumbó al
de Sevilla y las manufacturas catalanas, "cautivas del arancel
español" (Fuentes Quintana dixit), se expandieron en un mercado protegido, hundiendo,
entre otros competidores, a los textiles de Béjar y otros muchos lugares del interior del país? Y, por lo demás, ¿aludirá
también al apoyo de un sector de la burguesía catalana al franquismo, con
representantes tan conspicuos como Porcioles, Gual Villalbí, López Rodó y los
Godó de La Vanguardia, entre otros muchos? ¿También ellos lo pasaron mal? ¿Fue
la dictadura una etapa en la que solo los catalanes se vieron sojuzgados?
¿Recuerdan, siquiera sea por un instante, cuando en la transición fuimos legión los que salíamos a la calle
cantando a Llach, a Pi de la Serra, a Ribalta, fascinados por los aires de libertad que
nos llevaban a reivindicar Libertad, Amnistía y Estatut d'Autonomía, pensando fundamentalmente en Catalunya?
Y es que no hay que engañarse: a lo largo de la Historia siempre han sufrido
los mismos, así en Catalunya como fuera de ella, al igual que los privilegiados
lo han sido con independencia de donde vivieran. No son los territorios los que
sufren, sino las sociedades, los pueblos, inmersos en estructuras sociales
marcadas por la desigualdad, de lo que es fiel reflejo también la sociedad
catalana. Por eso cuando oigo a Sobrequés, con pose de solemnidad excesiva, echar pestes como dardos contra la España donde viven los españoles o algunos llegan a hablar incluso de "genocidio cultural" y de "colonización", observo la
tibieza de Josep Fontana, cuya postura no he entendido al oírle esta tarde exponer argumentos confusos, o veo silentes ante tanta
manipulación a los miembros de la prestigiosa escuela que formara el gran Jordi Nadal, no
puedo por menos de llegar a la conclusión de que una de dos: o el hechizo
desplegado por la Generalitat actual se ha apoderado hasta de las conciencias
más respetables o el dinero está corriendo a raudales para sojuzgar cualquier
atisbo de pensamiento crítico. En estos momentos, cómo se echa de menos a figuras como Pau Casals.
Junto a la estatua erigida a Pau Casals en El Vendrell (Tarragona)
10 de diciembre de 2013
Viñetas que invitan a pensar (18): el dificil equilibrio de las sociedades con sus territorios
Trabaja ahora en Madrid, donde ha sucedido, lo que refleja su prestigio profesional, a Antonio Mingote como viñetista cotidiano en las páginas del diario ABC. Jamás podrá desprenderse, sin embargo, de sus raíces castellano-leonesas; y no sólo porque en esta tierra ejerció durante años como dibujante emblemático en la prensa diaria, sino sobre todo porque en sus dibujos, en sus textos, en sus mensajes ha sabido expresar como pocos el significado y el alcance de las luces y las sombras que rodean a esta región, con la que seguramente sigue sintiéndose identificado.
Por esa razón, siempre he seguido a José María Nieto González de cerca, en mi condición de lector de diarios y de profesional del estudio de las relaciones entre las sociedades, las actividades económicas y los territorios, pues, como digo, no es frecuente encontrar a artistas de la expresión gráfica capaces de resumir tan acertadamente en una viñeta lo que es una realidad compleja, a la que se ha dedicado mucho texto no siempre claro ni bien entendido.
La que motiva esta entrada es muy expresiva y resume con ingenio una realidad que, no por conocida, deja de ser menos crítica y complicada de gestionar. La Comunidad de Castilla y León es un territorio extenso, con baja densidad de población y con una trama de asentamientos atomizada y muy dispersa, que hace de la distancia, del pequeño tamaño de la mayoría de sus municipios y de su elevada tasa de envejecimiento una amalgama de problemas difíciles de afrontar dado el elevado coste que su solución representa y el efecto de las inercias que limitan la adecuada prestación de los servicios públicos. Tiene razón, por tanto, el dibujante cuando alude a la necesidad de avanzar en el proceso de acercamiento, en la búsqueda de alianzas, de interacciones y de iniciativas destinadas a racionalizar el funcionamiento del sistema mediante la cooperación en las diversas modalidades que la experiencia avala. Se trata de un importante salto cualitativo, de un desafío que hay que afrontar convenciendo a la sociedad y a sus responsables públicos de que la aproximación de estrategias no implica la dilución de identidades.
Por esa razón, siempre he seguido a José María Nieto González de cerca, en mi condición de lector de diarios y de profesional del estudio de las relaciones entre las sociedades, las actividades económicas y los territorios, pues, como digo, no es frecuente encontrar a artistas de la expresión gráfica capaces de resumir tan acertadamente en una viñeta lo que es una realidad compleja, a la que se ha dedicado mucho texto no siempre claro ni bien entendido.
La que motiva esta entrada es muy expresiva y resume con ingenio una realidad que, no por conocida, deja de ser menos crítica y complicada de gestionar. La Comunidad de Castilla y León es un territorio extenso, con baja densidad de población y con una trama de asentamientos atomizada y muy dispersa, que hace de la distancia, del pequeño tamaño de la mayoría de sus municipios y de su elevada tasa de envejecimiento una amalgama de problemas difíciles de afrontar dado el elevado coste que su solución representa y el efecto de las inercias que limitan la adecuada prestación de los servicios públicos. Tiene razón, por tanto, el dibujante cuando alude a la necesidad de avanzar en el proceso de acercamiento, en la búsqueda de alianzas, de interacciones y de iniciativas destinadas a racionalizar el funcionamiento del sistema mediante la cooperación en las diversas modalidades que la experiencia avala. Se trata de un importante salto cualitativo, de un desafío que hay que afrontar convenciendo a la sociedad y a sus responsables públicos de que la aproximación de estrategias no implica la dilución de identidades.
8 de diciembre de 2013
El justificado reconocimiento a la figura de la juez guatemalteca Iris Yassmin Barrios
La figura de Yassmín Barrios simboliza la lucha del pueblo guatemalteco a favor de la justicia y los derechos humanos. Merece el máximo reconocimiento internacional por el papel desempeñado como juez del Tribunal (Penal de Mayor Riesgo) que condenó el 10 de mayo de 2013 al dictador Efrain Rios Montt a ochenta años de cárcel por genocidio y crímenes contra la Humanidad. Hay que conocer de cerca la terrible historia de ese país centroamericano para darse cuenta de la importancia de una condena que marcó un precedente memorable en la trayectoria de la impunidad en Latinoamérica. Y aunque lamentablemente la sentencia fue anulada por la Corte de Constitucionalidad, que ha obligado a repetir el juicio, lo cierto es que los motivos que justificaron la condena dejaron bien explícitas la existencia y la entidad de un inmenso genocidio como realidad incuestionable; y, lo que también es importante, "devolvimos al pueblo de Guatemala- como ella misma ha señalado - la credibilidad en la institución de la justicia. Demostramos que se podían aplicar en Guatemala los estándares internacionales de justicia".
Por esa razón, plenamente justificada está la concesión a la juez Barrios del Premio de Derechos Humanos que concede el Consejo General de la Abogacía Española. No es un reconocimiento que deba pasar desapercibido. Las palabras y los argumentos expresados por Barrios en la entrevista realizada por una cadena de radio española lo avalan con creces. Es un documento interesante. Vale la pena conocerlo:
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4 de diciembre de 2013
"Se acabaron las lágrimas": homenaje y apoyo de Fernando Fradejas a la mujer liberada
Basta una imagen en blanco y negro para dejar testimonio fehaciente de una tragedia que no debe producirse, que se puede evitar, a la que hay que enfrentarse también con el valor de la fotografía y de la palabra como poderosas herramientas de denuncia. El maltrato a la mujer es una lacra inadmisible, atroz, sobre la que caben pocas palabras porque el simple hecho, con su cortejo de sensaciones y efectos repudiables, lo dice todo. Es esa "macabra realidad" como acertadamente la denomina García Marbán en la tarjeta alusiva a la exposición (Vid. infra). No se necesita demasiado espacio para reflejar esa realidad que hunde a la mujer en el dolor, en el sufrimiento y en la miseria que deriva de su propia subestimación.
Fernando Fradejas, excelente fotógrafo de Medina de Rioseco (Valladolid), ha recogido en una treintena de fotografías todo, lo mucho, lo terrible, que el problema da de sí. Y lo ha hecho con la sensibilidad de quien conoce bien la magnitud que alcanza un problema representado a través de las múltiples y diversas manifestaciones ofrecidas por la barbarie que no cesa. Ahí quedan como aldabonazos incesantes sobre la conciencia de quienes las contemplan, como revulsivo ante el que nadie puede permanecer indiferente. Humillación, agresividad, amenazas, miradas perdidas, miradas como dardos. Lágrimas contenidas, lágrimas explícitas, lágrimas desconsoladas. Lágrimas a eliminar.
Mientras visitaba la exposición no me he cruzado con nadie, a nadie he visto. La soledad del recinto y el silencio a mi alrededor contribuían a acentuar la elocuencia de las expresiones reflejadas en esas ventanas que exponían el horror, lo que permitía captar e interpretar los contenidos que el autor ha pretendido, y logrado, transmitir. En ese ambiente cobraban mayor expresividad aún las palabras que acompañan a las imágenes, con las que marcan un valioso contrapunto: son la expresión de la rebeldía, el estímulo a la esperanza, la reacción ante ese atentado brutal contra la libertad, instando con ellas a que sea, al fin, recuperada. Es un homenaje a la emancipación de la mujer, un alegato contundente frente a tanto tópico miserable acerca de la sumisión femenina.
Nota: Ojalá esta exposición sea presentada, conocida y valorada en otros muchos lugares. Como indica el autor en su amable comentario a esta entrada, quien lo desee puede ponerse en contacto con Don Miguel García, del Departamento de Cultura del Ayuntamiento de Medina de Rioseco (Valladolid). Tfno: 983.700850/700825
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30 de noviembre de 2013
La Librería Sandoval cumple cuarenta años
Ayer me ratifiqué una vez más en mi costumbre de no comprar nunca libros en una gran superficie comercial. Y lo hice mientras asistía a un acontecimiento cultural tan entrañable como digno de mención. "Sandoval", la Librería que conciben, ordenan, enseñan y transmiten Amparo y Miguel, acompañados de su hijo, cumplía cuatro décadas de existencia. Vio la luz cuando finalizaba el verano de 1973, a los pocos días del golpe de Estado ocurrido en Chile, un suceso que tanto conmocionó a las gentes de mi generación. A nuestra escala, el nacimiento de Sandoval supuso un contrapunto a aquella tragedia, tan lejana en el espacio como próxima en la sensibilidad.
El acto tuvo lugar en uno de los espacios vallisoletanos más propicios para el encuentro cultural, la relación amistosa, la conversación sosegada, las presentaciones que siempre aportan valores, la reivindicación por lo que merece la pena luchar, todo ello enriquecido y justificado por el placer que procura el descubrimiento, henchido de sorpresas, del libro, de sus letras y de sus imágenes. Es un descubrimiento que nunca tiene fin a poco que uno se empeñe en averiguar los múltiples recovecos y sorpresas que una Librería depara. Son sensaciones gratas que afloran cuando se visita ese local, que constituye referencia visual obligada y apetecible, la más gratificante para mí cuando se accede a la Plaza de El Salvador, en el corazón de la ciudad. Apetece frecuentarla porque allí se encuentra ese ámbito que compendia las características propias de lo que se entiende como Librería en el sentido más enriquecedor y positivo de la palabra. Hay que visitar Sandoval, detenerse en su refugio, adquirir lo que apetezca y lo que se busca, para saber, conocer y valorar lo mucho que eso significa.
Tras contemplar un escaparate magníficamente organizado y cuidado para dar a conocer las últimas novedades y las obras por las que el lector pueda sentirse atraído, nada más cruzar el umbral el visitante se encuentra fascinado ante un escenario envolvente en el que el libro, los libros, dominan el sentido de la percepción del entorno y marcan la cadencia del tiempo que ha de ser destinado a escrutar con la curiosidad que la ocasión merece lo mucho y variado que allí se encierra. Y la verdad es que sorprende la ingente cantidad de libros depositados en un escenario multicolor donde, pese a lo abigarrado del panorama y rodeado de los rostros de autores sempiternos, todo está sujeto a un orden y a una disposición que permite encontrar lo deseado o descubrir aquello que de pronto suscita el interés e invita a la lectura.
En medio de esa contemplación la actitud de los libreros que rigen la Librería es discreta. Se limitan a asesorar, a orientar, a sugerir, pero jamás condicionan la decisión final. Se respira libertad y respeto, nada de agobios, como en otros sitios sucede en demasía. Por esa razón, uno se encuentra a gusto en Sandoval, donde reinan el silencio, el consejo pertinente y, si llega el caso, la conversación amena y entretenida, siempre gravitando en torno al sinfín de alicientes temáticos que suscita una librería bien surtida y abierta a la inquietud de quienes se acercan a ella, muchas veces movidos por el placer de encontrarse en un lugar apeteciblemente creativo y sensible por cuanto sucede dentro y fuera de él.
De ahí que Sandoval sea el paradigma de la Libreria por la que hay que apostar, a la que acudir, a la que defender y con la que identificarse. La Librería, en suma, donde comprar libros. En estos tiempos de crisis cultural, cuando el libro atraviesa momentos difíciles, cuando otros formatos irrumpen al compás de firmas poderosas y avasalladoras que anulan la capacidad de relación que la buena Librería posibilita, urge reivindicar el papel que espacios de encuentro culto y socialmente saludable como Sandoval desempeñan para hacernos más placentero y satisfactorio el encuentro con ese producto necesario que es el libro encuadernado, una de las joyas principales, y ojalá que imperecederas, de la creación humana. Conforta saber, como se ha señalado en la XXVII Feria del Libro de Guadalajara (México), que, tras las modas de las versiones digitales, la fiebre por la pantalla líquida está contenida mientras se asiste a una coexistencia entre ambas modalidades, lo que justifica el hecho de que, en opinión de Molly Barton, de la Penguin Random House, "a la gente le gustan los libros y las editoriales cada vez editarán mejor porque su forma física vuelve a ser un reclamo para los lectores de verdad".
Qué bien lo han entendido Amparo, Miguel, su hijo y cuantos se dieron - nos dimos - cita en el espacio entrañable de la Plaza del Salvador ese día de finales de noviembre de 2013. Manuel Sierra, el amigo que nunca falla en todas las ocasiones en las que la cultura de calidad y el espíritu crítico se hallan presentes y que está alerta con su creatividad al servicio de las causas más nobles, se sumó a la efeméride con su mensaje de color y de perspectivas libres para dejar constancia, como reza la carpeta diseñada con tal fin, de "El paso de los días". Y aunque los días pasen, en efecto, y nos traigan mensajes contradictorios y a menudo desazonadores, siempre nos quedarán los buenos recuerdos compartidos en Sandoval a lo largo de los años. Y los que vendrán. Por eso reconforta acercarse a la Librería de la "plazuela", como hizo Manuel Sierra a la mañana siguiente del acto conmemorativo, con su mirada siempre abierta y con el color en la mano. La imagen que al final incluyo así lo demuestra. El no sabe que yo estaba allí. Fue algo casual, pura coincidencia. Estoy seguro que no le desagradará.
Enhorabuena, amigos de Sandoval.
Re
29 de noviembre de 2013
¿Cuándo las ofensa son realmente ofensivas para la dignidad de un país?
"Ofensa es lo que es ofensivo", dice
con su engolamiento acostumbrado el inefable ministro Fernández, para justificar su ley sancionadora de las actitudes de protesta,
denuncia y rechazo apoyadas en el clamor popular. Incurre en una tautología, lo que demuestra el sentido vago de la
noción de ofensa, su carácter genérico, arbitrario y discrecional. Si esta
perspectiva permite aplicar la ley, su ley, a todo lo que se mueva
"ofensivamente" a criterio del sancionador, y al margen del juez,
demostrando así que cualquier crítica en la calle puede confundirse con ofensa
con el consiguiente amedrentamiento e indefensión previos que ello provoca,
también nos lleva por pura lógica a entender por "ofensa" todos
aquellos comportamientos, hábitos, prácticas y actitudes que lesionan la imagen
de las instituciones, de acuerdo con la propia definición del concepto de
ofensa o agravio, por el que se entiende "el perjuicio que se hace a uno
en sus derechos e intereses". De ahí que, de aprobarse la Ley de marras,
también incurren en ofensa, y muy grave:
- los que mienten y engañan, a sabiendas de que lo hacen, a los ciudadanos que dicen representar- los que consideran que la prevaricación y el cohecho cometidos deben quedar impunes
- los que defraudan a la Hacienda Pública, privando al erario de los recursos necesarios para la aplicación de las políticas redistributivas
- los que, ostentando un alto nivel de responsabilidad pública, ocultan o enmascaran sus gabelas privadas
- los que evaden capital, haciendo de los paraísos fiscales sus espacios esenciales de relación
- los que descalifican sin criterio objetivo la labor de los creadores de cultura, lesionando la imagen del pais dentro y fuera de sus fronteras
- los que utilizan su responsabilidad institucional para especular, crear redes de intereses que condicionan la toma de decisiones y derivan en medidas lucrativas a expensas del ejercicio de la acción política
- los que destruyen pruebas y testimonios esenciales para que la acción de la justicia se vea entorpecida en los asuntos que les atañen
- los que recurren a artimañas y subterfugios de toda índole para atrasar y eludir la acción de la justicia, desacreditando la labor y la persona de los jueces incómodos
- los que se enriquecen obscenamente al convertir sus ámbitos de responsabilidad financiera en auténticas cuevas de ladrones
- los que manipulan la información, provocando engaños y tergiversaciones interesadas
- los que especulan o manipulan el uso del suelo en beneficio de intereses particulares
- los que ofenden la memoria de los que sufren el desprecio y el olvido de sus derechos
- los que defienden una sociedad segregada y víctima de la exclusión
- los que no responden de sus responsabilidades
- los que se enorgullecen de su capacidad para salir indemnes de la crítica social y de sus actuaciones delictivas.
Estos sí son, pues, comportamientos ofensivos, perjudiciales, dañinos para la imagen del Estado y sus instituciones. Son las ofensas que hay que penalizar, los agravios que hacen mella permanente en las instituciones y en la vida de los ciudadanos. Lo que mancilla el crédito de un país y de su sociedad. No me cabe duda de que Fernández se refiere a ellos cuando dice que "ofensa es lo que es ofensivo". ¿Y es que hay algo más ofensivo que transmitir una imagen de escándalo, degradación y prepotencia en el ejercicio del poder? No hay mayor ofensa que el deterioro de la calidad de la democracia.
- los que mienten y engañan, a sabiendas de que lo hacen, a los ciudadanos que dicen representar- los que consideran que la prevaricación y el cohecho cometidos deben quedar impunes
- los que defraudan a la Hacienda Pública, privando al erario de los recursos necesarios para la aplicación de las políticas redistributivas
- los que, ostentando un alto nivel de responsabilidad pública, ocultan o enmascaran sus gabelas privadas
- los que evaden capital, haciendo de los paraísos fiscales sus espacios esenciales de relación
- los que descalifican sin criterio objetivo la labor de los creadores de cultura, lesionando la imagen del pais dentro y fuera de sus fronteras
- los que utilizan su responsabilidad institucional para especular, crear redes de intereses que condicionan la toma de decisiones y derivan en medidas lucrativas a expensas del ejercicio de la acción política
- los que destruyen pruebas y testimonios esenciales para que la acción de la justicia se vea entorpecida en los asuntos que les atañen
- los que recurren a artimañas y subterfugios de toda índole para atrasar y eludir la acción de la justicia, desacreditando la labor y la persona de los jueces incómodos
- los que se enriquecen obscenamente al convertir sus ámbitos de responsabilidad financiera en auténticas cuevas de ladrones
- los que manipulan la información, provocando engaños y tergiversaciones interesadas
- los que especulan o manipulan el uso del suelo en beneficio de intereses particulares
- los que ofenden la memoria de los que sufren el desprecio y el olvido de sus derechos
- los que defienden una sociedad segregada y víctima de la exclusión
- los que no responden de sus responsabilidades
- los que se enorgullecen de su capacidad para salir indemnes de la crítica social y de sus actuaciones delictivas.
Estos sí son, pues, comportamientos ofensivos, perjudiciales, dañinos para la imagen del Estado y sus instituciones. Son las ofensas que hay que penalizar, los agravios que hacen mella permanente en las instituciones y en la vida de los ciudadanos. Lo que mancilla el crédito de un país y de su sociedad. No me cabe duda de que Fernández se refiere a ellos cuando dice que "ofensa es lo que es ofensivo". ¿Y es que hay algo más ofensivo que transmitir una imagen de escándalo, degradación y prepotencia en el ejercicio del poder? No hay mayor ofensa que el deterioro de la calidad de la democracia.
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17 de noviembre de 2013
Lecciones extraídas de la basura acumulada
Si siempre se sacan lecciones de las situaciones de conflicto, no cabe duda que lo sucedido en la ciudad de Madrid a lo largo de los días - 13 en total - vividos con la basura en las calles, los empleados de la limpieza viaria en huelga, el poder municipal a la deriva hasta que la situación corría riesgos graves y la negociación planteada en términos de resistencia por parte de los trabajadores, sindicalmente organizados, ha proporcionado dos advertencias claves, una vez resuelto. Dos advertencias que seguramente han de tener gran resonancia en España, lo que convierte a la huelga de la limpieza en Madrid - "rompeolas de todas las Españas" (A.Machado) - en un suceso de fuerte impacto estratégico hacia el futuro y a gran escala, pues rebasa los límites del escenario estricto donde se ha producido:
La primera de ellas pone en evidencia los problemas inherentes a la privatización de los servicios públicos, cuando éstos se prestan mediante acuerdos con la administración responsable que tienden a la baja temeraria de los presupuestos concertados con las empresas concesionarias, lo que, como se ha visto, tiende a redundar inevitablemente en el recorte de plantillas y en el deterioro de la calidad del servicio. El mito de la eficiencia basada en la privatización de los servicios públicos, enarbolado obsesiva, intencionadamente y sin pruebas por los gobernantes madrileños, ya del Ayuntamiento o de la Comunidad Autónoma, ha saltado definitivamente por los aires.
Y la segunda se ha traducido en la postura adoptada por la ciudadanía, que, pese a las incomodidades que la basura acumulada en la calle implica, no ha mostrado protesta o animadversión hacia los trabajadores, que, por lo que se ve, han suscitado más respaldo que rechazo. No parece que la imagen de la alcaldesa Botella Serrano haya resultado tan bien parada en la percepción por parte de la sociedad madrileña. Arrogancia, torpeza, insensibilidad y dejación de responsabilidades han sido sus herramientas de gestión, las mismas que acostumbra ante los problemas que se le presentan. Durante su mandato en el gobierno municipal se ha convertido en el paradigma de la ineptitud, en el contraejemplo más palmario de lo que ha de ser un alcalde, un político, digno de tal nombre y responsabilidad.
En estos tiempos de recortes, de depauperaciones y empobrecimientos masivos, de escándalos impunes y de privilegios tan inmerecidos como cuestionados, la sociedad, harta y desencantada, se inclina a favor de los que menos tienen y más sufren. La solidaridad se acrecienta frente a la vulnerabilidad de quienes además no son responsables del desastre pero sí sus principales víctimas. Quizá no lo haga con la proclamación explícita de apoyo que la gravedad requiere, pero, desde luego, a lo que no está dispuesta es a que empresas - las de la contrata de limpieza en Madrid- que en lo que va de año han obtenido 1.600 millones de euros de beneficio, manden a la calle a cerca de 1.200 trabajadores, necesarios para que el servicio se cumpla, o les rebajen el sueldo un 40 % cuando sus salarios netos apenas superan, en el mejor de los casos, los 1.200 euros.
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Espacios transfomados (18): la soledad sonora del espacio público
La otoñada se cierne sobre el espacio público
más frecuentado y apetecido. No es fácil ni usual encontrarlo vacío, sumido
en el silencio, en el sosiego total de la mañana festiva, cuando el sonido
habitual de las conversaciones y las pisadas, que justifican su razón de ser en
la atracción que ejerce la Biblioteca Pública, es sustituido por el tenue rumor
de la hojarasca que encuentra fácil acomodo en la plaza sin que nadie perturbe su pausada libertad de
movimientos, al socaire de la brisa mañanera. De pronto el paseante, acostumbrado a contemplar ese lugar a diario y a sentirse confortado con la percepción de
que se trata de un espacio de encuentro siempre cambiante y con el que se
siente identificado, detiene por un momento sus pasos, con el diario y el pan
en ristre, para contemplar el sinfín de detalles y matices que en las vivencias
cotidianas, y desvaídos por el tumulto, pasan desatendidos y que ahora, en el
escenario de la quietud, cobran un valor inestimable por excepcional. No le
invade la melancolía que, según dicen, motiva el espectáculo otoñal, sino la
sensación de que la vida sigue, de que los ciclos del año cumplen puntualmente su función, mientras
modifican los colores del paisaje sin alterar un ápice, empero, la esencia
misma de ese espacio público de relación que se mantiene incólume.
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Espacios transformados,
Valladolid
14 de noviembre de 2013
La recuperación de un profesor injustamente olvidado: el Dr. Arturo Pérez Martín, ex Decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valladolid
Dr. D. Alberto Lesarri González, catedrático de Química-Física de la Universidad de Valladolid
La Dra. Carmen Pérez Vidal, profesora de la Universidad Pompeu Fabra y nieta del homenajeado, interviene al final del acto en presencia de las autoridades académicas
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Valladolid
12 de noviembre de 2013
La educación se basa en algo más que en el uso de las nuevas tecnologías
La oportunidad de un acto académico me ha permitido asistir recientemente en Zaragoza a un
interesante debate con colegas prestigioso sobre el impacto de Internet y los recursos
informáticos en la Educación. A medida que la conversación avanza,
comienzan a surgir las cautelas y las advertencias que esa relación suscita.
Disponemos ya de la
suficiente perspectiva temporal y empírica para saber lo que el tema, con sus
luces y sus sombras, da de sí. Nadie cuestiona las enormes posibilidades que la
Red permite para la ampliación y recopilación del conocimiento al tiempo que se
valora de manera positiva la utilidad y pertinencia de las herramientas
informáticas para el tratamiento, sistematización, integración y comprensión de
los saberes.
Pero, ay, una señal de alarma aflora en el ambiente, que, en
esencia, se resume en dos constataciones:
- por un lado, el aprendizaje a través de la Red puede inducir a derivaciones que crean más confusión que claridad y coherencia cuando no tienden a banalizar el trabajo mediante una simplificación del esfuerzo, facilitado por el acceso a ingentes volúmenes de información, asumidos acríticamente y utilizados como alternativa a la labor de indagación reflexiva y personal, para la que se ha de estar debidamente preparado;
- por otro, más grave aún, se asiste a un deterioro clamoroso de la capacidad de expresión formal a través del razonamiento escrito y desarrollado con la coherencia expositiva y la debida corrección gramatical. Con frecuencia trabajos realizados mediante el empleo del software que mejora sensiblemente el tratamiento y presentación de la información, incluyen reflexiones, ideas y argumentos de una pobreza y simplicidad palmarias. El contraste cualitativo es abrumador hasta el punto de que invalida la brillantez formalmente pretendida. No hay programa que subsane esta carencia, pues la exposición de las ideas sigue siendo, y lo será siempre, el producto de una formación adquirida a base de tesón y buen aprendizaje.
De este modo, cobra plena justificación la necesidad de reafirmar y fortalecer la labor del profesor, la tutela formativa, la transmisión de una práctica laboriosa que en nuestros días , tiempos de fascinación por las nuevas tecnologías (por lo demás, justificada), consiga integrar en el alumno la capacidad inherente a la expresión de las ideas con el amplio margen de posibilidades que propician los instrumentos innovadores del aprendizaje sin que aquélla se vea necesariamente eclipsada o minimizada por éstos.
Es una cuestión que me preocupa mucho y por eso la traigo aquí.
- por un lado, el aprendizaje a través de la Red puede inducir a derivaciones que crean más confusión que claridad y coherencia cuando no tienden a banalizar el trabajo mediante una simplificación del esfuerzo, facilitado por el acceso a ingentes volúmenes de información, asumidos acríticamente y utilizados como alternativa a la labor de indagación reflexiva y personal, para la que se ha de estar debidamente preparado;
- por otro, más grave aún, se asiste a un deterioro clamoroso de la capacidad de expresión formal a través del razonamiento escrito y desarrollado con la coherencia expositiva y la debida corrección gramatical. Con frecuencia trabajos realizados mediante el empleo del software que mejora sensiblemente el tratamiento y presentación de la información, incluyen reflexiones, ideas y argumentos de una pobreza y simplicidad palmarias. El contraste cualitativo es abrumador hasta el punto de que invalida la brillantez formalmente pretendida. No hay programa que subsane esta carencia, pues la exposición de las ideas sigue siendo, y lo será siempre, el producto de una formación adquirida a base de tesón y buen aprendizaje.
De este modo, cobra plena justificación la necesidad de reafirmar y fortalecer la labor del profesor, la tutela formativa, la transmisión de una práctica laboriosa que en nuestros días , tiempos de fascinación por las nuevas tecnologías (por lo demás, justificada), consiga integrar en el alumno la capacidad inherente a la expresión de las ideas con el amplio margen de posibilidades que propician los instrumentos innovadores del aprendizaje sin que aquélla se vea necesariamente eclipsada o minimizada por éstos.
Es una cuestión que me preocupa mucho y por eso la traigo aquí.
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8 de noviembre de 2013
¿Interesan realmente los libros de "Memorias" de los políticos actuales?
Se necesita sin duda mucha admiración por el
personaje para mostrar interés por lo que escribe en sus "Memorias"
y, más aún, para gastar el dinero en la compra del libro. Se dice, con todo, que es un
género en declive, que las expectativas de los editores han quedado en todos los casos muy por debajo de lo previsto y que los generosos anticipos otorgados a los autores no cubren en
ocasiones los ingresos reales obtenidos de la venta de la obra. ¿Alguien se
sorprende de que eso ocurra? ¿No resulta, a poco que se detenga uno en la cuestión, algo lógico y normal? ¿Interesa en verdad adquirir un mamotreto de esas
características y dado a conocer con los fines que se pretenden? Personalmente
evito siquiera mirar las portadas, ni un ochavo de mi peculio va jamás para ese producto, que ha evolucionado a peor, y, desde luego, no pierdo un minuto de mi tiempo con la lectura de lo que en
ello se contiene, pues me da la sensación de malgastarlo cuando tantos textos
interesantes, tantas obras valiosas, están aún por leer. El tiempo es un bien escaso y conviene administrarlo bien. Esta actitud obedece a tres razones que considero
convincentes, al menos en mi opinión:
Primera: lo que en esos libros se dice ya está dicho sustancialmente de antemano, pues poseemos con anterioridad , si el tema nos interesa, de suficientes elementos de juicio al amparo de la difusión informativa del tema para saber lo que ocurrió, cómo ocurrió y porqué ocurrió. Las fuentes de información de que se dispone permiten hacerse un juicio de valor suficientemente ponderado y objetivo, en el que fundamentar la opinión antes de que el vanidoso, y a menudo engolado, memorialista de turno de a conocer su particular y seguramente sesgada perspectiva. Tampoco recogen lo que cabe esperar de ellas, pues se trata de una recopilación de recuerdos selectivos, donde se enfatiza o se ignora en función de la mella que unos hechos y otros puedan deparar a la imagen que tratan de preservar obsesivamente. Ni siquiera eleva su interés la alusión que los autores hacen a aspectos curiosos sobre su forma de actuar, ignorados por la gente, aunque a la hora de la verdad son de una trivialidad pasmosa. Mera argucia promocional, inducida por la necesidad de justificar el suculento anticipo recibido.
Segunda: todas las "memorias" están basadas en el principio de la autojustificación permanente, en la ausencia de autocrítica, en la soberbia y vanidad de quien se siente ungido por la verdad incuestionable. No hay en ellas atisbo alguno de humildad y de reconocimiento de errores, ni una brizna de imparcialidad, manifiesta tanto en reiteraciones infundadas como en olvidos o menosprecios selectivos, como antes señalé. Tanta perfección, tanto egocentrismo, amén de obscenos, son tediosa y totalmente prescindibles. Posturas en las que suelen incurrir sin rubor los presentadores de la cosa, encargados ad hoc, cuando se deshacen en elogios sin que tampoco en ellos aflore ese valor tan necesario como es el espíritu crítico. ¿Es que no hay nada criticable en la gestión y en el modo de entender y ejercer la política de quienes han ostentado responsabilidades tan esenciales para la vida ciudadana?
Y Tercera: los autores no son los escritores reales del texto, o, al menos, de su mayor parte, ya que no se les conoce obra o escrito anterior que merezca valorar previamente su capacidad y talento con la pluma, el bolígrafo o el teclado. Son ágrafos, y es bien sabido que el arte de escribir no se improvisa. Emergen de pronto como escribidores de oportunidad, ayudados por plumillas a sueldo, ávidos y al acecho de los derechos de autor, tratando de embaucar a sus seguidores o simplemente curiosos con lo que transmiten como hazañas repletas de atractivo y curiosidad, muchas veces expuestas sin rigor o haciendo uso de fuentes que no son tales sino amañadas en función de su total exoneración de responsabilidades cuando los hechos pueden ensombrecer o deteriorar su imagen, que pretenden incólume. Nada que ver, pues, con la Memorias de De Gaulle, de Churchill, o de Mandela que sí eran autores de textos reconocidos, escribían bien, y tenían hechos importantes que contar. Así pues, hagan lo que quieran, pero mi consejo es que eviten en sus bibliotecas este tipo de obras que, ocupando demasiado espacio, nacen innecesarias porque no valen ni la décima parte de lo que cuesta el libro en el que se recogen. Y, lo que es peor, tras su lectura sólo caben la decepción y la sensación de haber perdido el tiempo y el dinero, ambos irrecuperables.
Primera: lo que en esos libros se dice ya está dicho sustancialmente de antemano, pues poseemos con anterioridad , si el tema nos interesa, de suficientes elementos de juicio al amparo de la difusión informativa del tema para saber lo que ocurrió, cómo ocurrió y porqué ocurrió. Las fuentes de información de que se dispone permiten hacerse un juicio de valor suficientemente ponderado y objetivo, en el que fundamentar la opinión antes de que el vanidoso, y a menudo engolado, memorialista de turno de a conocer su particular y seguramente sesgada perspectiva. Tampoco recogen lo que cabe esperar de ellas, pues se trata de una recopilación de recuerdos selectivos, donde se enfatiza o se ignora en función de la mella que unos hechos y otros puedan deparar a la imagen que tratan de preservar obsesivamente. Ni siquiera eleva su interés la alusión que los autores hacen a aspectos curiosos sobre su forma de actuar, ignorados por la gente, aunque a la hora de la verdad son de una trivialidad pasmosa. Mera argucia promocional, inducida por la necesidad de justificar el suculento anticipo recibido.
Segunda: todas las "memorias" están basadas en el principio de la autojustificación permanente, en la ausencia de autocrítica, en la soberbia y vanidad de quien se siente ungido por la verdad incuestionable. No hay en ellas atisbo alguno de humildad y de reconocimiento de errores, ni una brizna de imparcialidad, manifiesta tanto en reiteraciones infundadas como en olvidos o menosprecios selectivos, como antes señalé. Tanta perfección, tanto egocentrismo, amén de obscenos, son tediosa y totalmente prescindibles. Posturas en las que suelen incurrir sin rubor los presentadores de la cosa, encargados ad hoc, cuando se deshacen en elogios sin que tampoco en ellos aflore ese valor tan necesario como es el espíritu crítico. ¿Es que no hay nada criticable en la gestión y en el modo de entender y ejercer la política de quienes han ostentado responsabilidades tan esenciales para la vida ciudadana?
Y Tercera: los autores no son los escritores reales del texto, o, al menos, de su mayor parte, ya que no se les conoce obra o escrito anterior que merezca valorar previamente su capacidad y talento con la pluma, el bolígrafo o el teclado. Son ágrafos, y es bien sabido que el arte de escribir no se improvisa. Emergen de pronto como escribidores de oportunidad, ayudados por plumillas a sueldo, ávidos y al acecho de los derechos de autor, tratando de embaucar a sus seguidores o simplemente curiosos con lo que transmiten como hazañas repletas de atractivo y curiosidad, muchas veces expuestas sin rigor o haciendo uso de fuentes que no son tales sino amañadas en función de su total exoneración de responsabilidades cuando los hechos pueden ensombrecer o deteriorar su imagen, que pretenden incólume. Nada que ver, pues, con la Memorias de De Gaulle, de Churchill, o de Mandela que sí eran autores de textos reconocidos, escribían bien, y tenían hechos importantes que contar. Así pues, hagan lo que quieran, pero mi consejo es que eviten en sus bibliotecas este tipo de obras que, ocupando demasiado espacio, nacen innecesarias porque no valen ni la décima parte de lo que cuesta el libro en el que se recogen. Y, lo que es peor, tras su lectura sólo caben la decepción y la sensación de haber perdido el tiempo y el dinero, ambos irrecuperables.
29 de octubre de 2013
Cuando las Fundaciones están al servicio de quienes las identifican con su nombre
Sinceramente me cuesta respaldar la iniciativa
de aquellas fundaciones que nacen identificadas con el nombre de la persona que
las promueve y en función de la cual ha de girar su actividad. Nada tengo
contra las que ven la luz cuando la persona a la que van dedicadas ha fallecido y son sus albaceas intelectuales
los que, inducidos por la figura que fue y la resonancia que tuvo en su tiempo, la conciben como espacio de encuentro
y de reflexión inspirados en los valores de su legado. Así ha sido con
Fundaciones como las dedicadas a Willy Brandt, a Charles De Gaulle, a Gregorio
Peces Barba o a Albert Einstein, entre otros. En este caso la Fundación les
trasciende o sobrevive, situación que no parece tan asegurada cuando el
artífice de la idea es juez y parte en vida.
Por eso, sin entrar a cuestionar
lo que ha representado y representa Don Felipe González Márquez en la historia
reciente de España, considero que la actuación emprendida bajo el ampuloso
nombre de su Fundación epónima sólo puede entenderse motivada por una elevada
dosis de vanidad, de egocentrismo o de afán de autojustificación que se avienen mal
con lo que debería ser ante todo un foro de debate, de controversia o, en cualquier caso, de análisis no mediatizado ni predeterminado del personaje. Y si además
en el Patronato, y presidido por él, hacen acto de presencia al tiempo gentes
de la familia o allegados que se lo deben todo, no cabe esperar otros
resultados que los que emanan de una voluntad hagiográfica sin reserva alguna,
a mayor gloria y loor de quien desde el principio constituye alma, corazón y
vida... y nada más. ¿O no? Es evidente que de su ejecutoria y de sus resultados depende la valoración que quepa hacer, pero de antemano no son pocas las prevenciones que este tipo de iniciativa suscita.
26 de octubre de 2013
El compromiso cívico de Saskia Sassen
Ha sido y es una de las intelectuales más
brillantes sobre los impactos de la globalización. Profesora de la Universidad
de Chicago, acuñó a comienzos del siglo XXI el concepto de "Global City", al que muchos hemos recurrido para explicar los procesos que transforman el mundo y nuestras sociedades.
Ha sido una mujer comprometida con las causas que merecen el compromiso de
quienes, con honestidad y fortaleza intelectual, se interesan por los problemas de nuestro tiempo y se esfuerzan por abrir horizontes a favor de una sociedad
más solidaria, justa e integrada.
Hace unos años asistí a una conferencia suya
en la Universidad Autónoma de Madrid. Pronunció una frase que, al verla ayer en
el Teatro Campoamor de Oviedo, he recordado, pues tomé nota de ella: "si
nos nos esforzamos por luchar a favor de un mundo mejor, los que lo dominan
acabarán por ahogarnos en la miseria". En Oviedo ha vuelto a demostrar lo
que significan la coherencia, la ética y la dignidad de los intelectuales firmemente comprometidos.
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Conciencia cívica,
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22 de octubre de 2013
En Chile la memoria sobrevive al olvido
Sólo la sinceridad consigo mismo puede devolver
definitivamente a un pueblo maltratado la dignidad perdida en los momentos
dolorosos de su pasado. Ocultar la historia, enmascararla con invocaciones
interesadas en la defensa sesgada del olvido, eludir la verdad de lo vivido como
tragedia por entender que el tiempo ha erosionado la razón de ser de su
recuerdo o dificulta el encuentro supone una trampa en la que no se debe incurrir ya que lesiona la
posibilidad de que las heridas cicatricen gracias a la capacidad social y
culturalmente vertebradora que proporcionan las verdades compartidas.
Aleccionadora resulta en este sentido la iniciativa que el
gobierno de Chile ha emprendido con motivo del cuarenta aniversario del golpe
de Estado que puso fin violentamente al gobierno de Salvador Allende el 11 de
septiembre de 1973. Fue sin duda uno de los acontecimientos que con mayor impacto conmocionaron al mundo en el
último tercio del siglo XX. Las gentes de mi generación lo recordamos bien hasta el punto de que las
imágenes en blanco y negro que dieron cuenta de la dimensión de la barbarie, y de sus responsables, permanecen
indelebles en la memoria.
Por esa razón, descubrir y visitar en Santiago la exposición conmemorativa que recuerda aquellos sucesos constituye una experiencia que no
debe ser pasada por alto. Es una muestra discreta, cuidadosamente organizada en
un espacio limitado del Museo Histórico Nacional donde está instalada y concebida con un doble
propósito: el de demostrar que lo que ocurrió hace cuatro décadas forma parte
incuestionable de la vivencia histórica chilena y el de ofrecer a quien lo
desee un escenario en el que dejar libremente constancia expresa de lo que aquello supuso
desde el punto de vista de su percepción personal y política.
Cualquiera puede, si lo desea, manifestar por escrito su testimonio personal, su valoración de los acontecimientos, las ideas que aquello le evoca bien porque lo vivió de manera directa o porque forma parte de un legado histórico transmitido por quienes sí lo vivieron ante el que no es posible permanecer indiferente. La lectura de esos textos resulta muy aleccionadora y refleja hasta qué punto el 11 de Septiembre de 1973 y lo que sucedió después forman parte de una conciencia común, que es asumida con la sola voluntad de esclarecer los hechos sin tapujos, manipulaciones o silencios malintencionados.
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