

Poner la venda delante de la herida no excluye la necesaria toma de conciencia o, al menos, saber que lo que se piensa de nosotros no es tan favorable como pensábamos. Por algo será, e ignorarlo es de necios. Según el Doing Business para 2009, que analiza el funcionamiento de los mecanismos regulatorios de la economía, a través de tres indicadores básicos –seguridad jurídica, transparencia y calidad de los instrumentos de gestión, y eficacia de la justicia- , España se sitúa en el puesto 49 sobre calidad del entorno para la gestión empresarial y de los recursos humanos, tres puntos por de 2008 y con tendencia a decrecer. En el mismo sentido,
Ambos informes son coincidentes al destacar las insuficiencias de una economía condicionada por la maraña burocrática que soportan las empresas, por los costes derivados de la ruptura de la unidad de mercado, por la lentitud de
Son informes demoledores, tan criticables como cualquier otro, pero que obligan a la reflexión y a la autocrítica. Ante la crisis en la que nos encontramos y la drástica ruptura sufrida respecto a la etapa de expansión de los últimos años, ¿existe en la sociedad española y, sobre todo, en quienes la dirigen en los distintos niveles de
Imagen: Valencia. Ciudad de las Artes y las Ciencias, ¿un símbolo de la España innovadora?
El viento se impone con la fuerza que acostumbra,
vientos de furia, surgidos de la cordillera
y alentados por la altitud, que todo lo domina.
No hay ojos que abarquen tamaña inmensidad.
La luz se expande en gamas infinitas,
colores de la tarde invitan a la mirada expectante y resignada.
Nadie grita, todos callan, palabras sin destino, caminos en el aire,
refugio de emociones apenas esbozadas.
De pronto el torbellino confunde el horizonte,
es tarde para hablar de lo que ya no hemos hablado.
Miremos hacia el frente que nos deslumbra
y hagamos de estos momentos escenas imborrables.
Se despeja la bruma y emerge el Illimani,
solemne como siempre, alerta en la vigilia,
barrera permanente, baluarte inexpugnable,
aliado soberbio de un pueblo castigado.
Desolación, silencio y sequedad; dureza y frío,
viviendas dispersas en la llanura, confundidas en el espacio,
adobes ennegrecidos, tejados sin cubrir.
Pobreza por doquier, recelo ante el de fuera.
Gentes que se dispersan, atentas al ganado y con la mirada al suelo.
Pequeños grupos en torno a la mujer, tocada y sigilosa.
Tal es el altiplano, el lugar simbólico de los dolores de Bolivia,
el pueblo que ya no se resigna a seguir perdiendo siempre.
He regresado de Bolivia, después de dos semanas de intensa actividad y de mirar en todas las direcciones, y he de reconocer que ha sido el viaje a América Latina que más me ha impactado. Nada de lo que se ve puede ser pasado por alto, nada resulta indiferente a la curiosidad del viajero, incapaz de resistirse a la tentación de detener su mirada en las personas con las que se encuentra por la calle, en los edificios que alteran la línea del horizonte, en los barrios de viviendas abigarradas que acechan por doquier, en esos paisajes espectaculares cuya belleza viene determinada por la inmensidad, por sus espectaculares contrastes y por la dificultad de aprehenderlos en los tiempos a los que estamos habituados en Europa.
la brutalidad de las desigualdades, la abrumadora dimensión de la pobreza, las frustraciones históricas, el deseo de ser alguien en el mundo mediante los recursos naturales de que se dispone y el lógico afán por mejorar la situación de los que nunca han sido nadie en el país del cóndor que sobrevuela los Andes y del pez que vive en las aguas del impresionante Titicaca.
De vez en cuando haré en este blog referencias a mi experiencia boliviana. He leido bastante, he hablado con la gente, he visto lo que se dice y escribe en la calle, he asistido a algún debate sobre la cuestión. Quizá sean pocas herramientas para decir algo que merezca la pena. Con todo, lo intentaré, simplemente movido por el afán de descubrir un mundo que es desconocido, cuando no menospreciado, por nuestros confortables conciudadanos europeos.
Fotografías: Arriba: Densas, hacinadas, lentamente destacadas por la luz del amanecer, de pronto aparecen las viviendas que tapizan las empinadas cuestas que enmarcan el espacio urbano de la ciudad de La Paz. A la izquierda: Escena en la calle, un día cualquiera