23 de mayo de 2018

La metodología de la disculpa y del rechazo a la crítica

El guión se repite una y otra vez. Es una plantilla reiterada y generalizada. Ningún político, protagonista de prácticas indebidas, escapa a este esquema patentado con frases indelebles. ¿De qué se trata? Pues muy sencillo: del argumentario esgrimido como reacción al comportamiento irregular, a la corrupción detectada, a la incoherencia insultante, al chanchullo descubierto y dado a conocer. Tres son los pilares que lo sustentan:

- Ausencia total de autocrítica. Nunca se reconoce el más mínimo error. Todo es mentira, infundio o difamación. Parten del principio de que la integridad y la ética presiden impecablemente su gestión. No hay mácula en ella, por lo que no hay motivo alguno que explique el reconocimiento del error, que puede culminar en el delito. Jamás veréis ni un gramo de autocrítica. Solo recuerdo la que hizo Juan Carlos I a raiz de lo del elefante balanceado en el Africa austral. "Me he equivocado. No volverá a suceder". ¿Alguien lo ha oido de alguien más?

- Actitud victimista y de desconsuelo, acompañado de un rictus de enfado, explicable por ese sentimiento de acoso, de venganza, de dignidad lesionada, de afán de destrucción de un prestigio acrisolado, marcado por la coherencia y el buen hacer, que injustamente se cuestionan. Pero,¿qué he hecho yo para merecer esto?, vienen más o menos a decir. De ahí la dificultad que tienen para comprender el alcance de la denuncia, pues jamás pensaron que o iban a ser descubiertos o sus comportamientos pudieran dar lugar a algún tipo de reproche, tan incomprensible como injusto. A ellos, que se desviven por el bien común desinteresadamente.

- La culpa es del mensajero, de quien descubre o propala la noticia, movido por la envidia, por el afán de lucro o por intereses inconfensables. Esa mano negra que acosa sin pudor al político que lo da todo por su gente. Dura profesión esa, de tan alto riesgo como incomprendida. Cuando se trata, en efecto, de una profesión digna cuando se desempeña con dignidad.

Esa es la metodología de autodefensa consolidada por los ejercientes de la política, que son pillados con los carritos del helado antes de que el hielo se derrita y lo impregne todo. Sobre estos argumentos se cimienta el rostro de cemento y la verborrea autojustificativa de unos y de otros, más allá de las ideologías presuntas que ante el desliz cometido quedan difuminadas.

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