15 de octubre de 2019

Cuando las contradicciones de una pésima gestión se agravan

En los manuales sobre estrategia política figura el principio de que la lucha contra el adversario debe basarse en la acentuación de las contradicciones que le aquejan con el fin de que, a la postre, eso facilite su derrota. Cuando dichas contradicciones acaban poniendo en evidencia la incapacidad del que se tiene enfrente para afrontarlas, basta simplemente con sentarse con el catalejo en la atalaya para observar su hundimiento. De manual.

En esas está, acertadamente a mi juicio, el Sr. Sánchez, que vive en La Moncloa, por lo que se ve bien asesorado y con la lección aprendida. Le es suficiente con advertir sin cesar, con contundencia y con la autoridad que le compete de los riesgos que corre el Sr. Torra i Pla, mientras éste se cuece, pudre y descompone en su propia ponzoña, que él mismo y sus secuaces han provocado. De ninguna manera, deberá Sánchez cometer los errores de su predecesor con el envío de fuerzas policiales que repriman el motín. Aquellas imágenes fueron utilizadas hasta la saciedad para convertirse en un lastre que fue obscenamente utilizado contra la imagen de España. Que sean los Mossos los que capeen esencialmente el temporal y los que con su actuación exacerben las contradicciones susomentadas. Ni 155 ni Estado de sitio, ni Ley de Seguridad Nacional ni presencia represora alguna. Como se está viendo, el deterioro del Gobierno catalán y del secesionismo está aflorando como hongos en la otoñada. Ya nadie habla del juicio ni de la sentencia. Han quedado obsoletos. Las hogueras, los sabotajes y el terror, convencido de que se hubieran desencadenado sin juicio y sin sentencia (un mero pretexto para la violencia, que estaba preparada de antemano, ocurriera lo que ocurriera), lo invaden todo, marcando, en mi modesta opinión, el principio del fin. La fallida propuesta formulada por Torra de un nuevo referéndum ha sido rechazada por el propio Parlament.


Pero, eso sí, mientras eso se descompone, con efectos que previsiblemente se acusarán en las elecciones, el Gobierno de España ha de actuar con la habilidad que la inteligencia y el tacto procuran. A saber: indagando a fondo sobre lo que subyace y quienes organizan esa reedición de la Semana Trágica a fin de que se conozca la verdadera responsabilidad de la catástrofe, y dejando claro, clarísimo, ante el mundo quién es quién en esta situación, que al Estado no se le puede ir de las manos. De ninguna manera. Después, aclarado todo, ha llegado el momento de ese diálogo y esa política de que tanto se habla.

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