Las terrazas para la libación y la conversa se apoderan abrumadoramente del ámbito urbano. Extendidas por doquier, no parecen existir límites a su difusión, conseguida sin rubor a expensas de los espacios públicos para uso del peatón. Una pregunta: ¿estamos ante proceso definitivo de ocupación irrestricta o será reversible, como muchos deseamos, cuando los recintos interiores puedan ser utilizados y se vuelva de nuevo a la supervisión, también tributaria, que restablezca la perspectiva abierta de la ciudad para el paseo no zigzagueante?
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