El futuro está ahí, nadie puede escapar de él, se impone inexorablemente, llega cuando llega, pero es imprevisible.
¿Quién está en condiciones de organizar y planificar su propio futuro? ¿Está al alcance de los deseos abrigados o se ve afectado por ese halo de incertidumbre que obliga con desasosiego, a la aceptación del día a día como el único soporte de la seguridad más o menos controlada, a la que cada cual puede optar con los medios de que dispone?
Thomas Piketty hace, en su impresionante "El capitalismo en el siglo XXI", obra señera e indispensable donde las haya, reflexiones muy interesantes sobre la inseguridad que provoca al individuo la exacerbación de las desigualdades, a medida que el agravamiento de la diferenciación social conduce al predominio del corto plazo, del "carpe diem", frente a cualquier pretensión de contemplar un futuro confortable.
A lo sumo, y en estas circunstancias, el ciudadano indefenso y sin recursos apenas puede permitirse reposar durante un momento junto al anuncio que augura un porvenir prometedor sólo para quienes, autorizados a entrar en el recinto selectivo y discriminatorio de la oferta, puedan permitírselo, mientras él permanece fuera.
Imagen obtenida por el autor en la Gran Vía de Madrid
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