Lo defino como "la paradoja del tiempo".
Son muchos los que piensan que el tiempo lo cura todo, que la distancia temporal desvanece lo que significa la mala práctica, la desvíación del poder, la corrupción.
No es verdad, a mi modo de ver, o no lo es en su totalidad. A la larga, tarde o temprano, la suciedad, que se pretende ocultar, aflora como magma incontenible. El hedor emerge como.sulfatara maloliente cuando menos se lo espera. Lo que ha de ser delito permanece letal hasta que hace acto de presencia, dando orígen al escándalo o manifestándose a través de la catástrofe. Numerosas son las experiencias que avalan este aserto, que identifico como "la paradoja del tiempo".
Ya se trate, a modo de ejemplos cercanos, de Investigaciones espurias sobre adversarios políticos, ya de asesores ineptos en el mundo de lo público elevados al rango de gentes de confianza que no dudan en traicionarla, para enriquecerse sin pudor, a la menor oportunidad, ya de intervenciones técnicas que abaratan y embellecen falsamente el producto hasta que el fuego pone al descubierto, con su enorme coste, la magnitud de la chapuza. El tiempo no pasa en balde. No oculta nada hasta que pone en evidencia las perversiones que consideraban obscenamente que el tiempo les brindaba el privilegio de la impunidad.
Llegamos, pues, a la conclusión de que el tiempo acaba poniendo a cada cual en el lugar que le corresponde. ¿O no?
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