17 de febrero de 2020

Inconcebible, que nadie lo ignore: estamos ante una desgracia ambiental de enorme magnitud. En ese entorno de desarrollo, privilegios fiscales y sobrevaloración política en que se ha convertido el País Vasco bajo el mandato sempiterno de los herederos de Sabino Arana, a los que muchos alaban por una altura de miras en la política española directamente proporcional a las sinecuras recibidas (asi, cualquiera se hace sensato, ¿verdad, Aitor Esteban?), ha tenido lugar una de las mayores catástrofes ambientales ocurridas en España en varias décadas.
De nada han servido la Ley de residuos y suelos contaminados (2011) de dimensión estatal ni el Decreto para la prevención de la contaminación del suelo, promulgado por el gobierno euskaldun en 2015. Igualmente son numerosas las directivas comunitarias al respecto y las disposiciones de todo rango encaminadas al control de unos impactos de cuya gravedad y peligrosidad nadie duda. He ahí en evidencia una pésima gestión del territorio, y la prueba fehaciente de la despreocupación con que en España se abordan los impactos ambientales.
Es un impacto de larga data. Por Zaldívar (entonces con uve), por Eibar, Ermua y Elgueta andaba yo en 1974 intentando realizar la Tesis doctoral. La zona afectada ya lo estaba entonces y no eran infrecuentes las llamadas de atención sobre el riesgo que suponían almacenamientos masivos sin vigilancia de los desechos metalúrgicos, y con total despreocupación por parte de las empresas, que allí se depositaban. En Eibar había un grupo muy activo contra el vertedero de Zaldívar. Al final, y como ocurre siempre, la naturaleza se ha rebelado para dejar al descubierto la mala política y la indefensión de las sociedades afectadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails