Admitiendo las ventajas y posibilidades del modelo autonómico español, hay que reconocer que no ha conseguido atenuar la desigualdad interregional ni favorecido una confluencia de estrategias en beneficio de un Estado común, integrador y solidario, a estas alturas de la vida lo único que políticamente me interesa, importa y atrae. Pero, lo más grave es que ha derivado en una rivalidad entre territorios que ocasiona efectos perversos y claramente regresivos. El sistema fiscal es caótico y, sobre todo, contraproducente para los espacios más vulnerables. Un desastre a efectos prácticos.
Ojo, si a ello se suma la opción del Gobierno de renunciar a los Fondos de Cohesión que recibe de la UE para que la Política Agraria Común, que asimismo adolece de deficiencias discriminatorias ostensibles, no sufra menoscabo... nos vamos a enterar de lo que vale un peine. La presunta política contra la desvitalizacion económica y demográfica se enfrenta a un escenario muy preocupante por no decir lamentable. El llamado reto demográfico se convierte en una patética entelequia.
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