7 de agosto de 2020

Cuando el verso es desafortunado

 A veces de grandes poetas emanan versos convertidos en tópicos que deben ser cuestionados. No basta el prestigio de su autor para avalar lo que esas ideas significan. A modo de nuestra, hay dos que me resultan particularmente incómodos, cuando, amparados en la reconocida imagen de su autor, se siguen esgrimiendo como argumentos utilizados en nuestros días, y desde la ignorancia, para identificar realidades injustamente tratadas y mal interpretadas.

Considero desafortunada y falaz la definición que el gran Antonio Machado hace de Castilla como región "miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora". Cuanto daño ha hecho esa frase, que ha llegado a eclipsar el maravilloso texto de "Campos de Castilla". Es una terrible descripción, con la que en nuestros días aún me sigo topando con la risita habitual de quien la rescata en encuentros pretendidamente cultos dentro y fuera de Castilla y León. Peor aún es la de Jaime Gil de Biedma cuando escribe: "De todas las historias de la Historia, la más triste sin duda es la de España, porque termina mal". Asi, sin más, siempre mal, como una fatalidad insuperable. Me rebelo contra este estigma, uniéndome al rechazo que de él hace Jose Maria Calleja cuyo libro - Lo bueno de España - acabo de leer y del que estoy elaborando una reseña que daré a conocer.
Qué fácil es incurrir en ese sentimiento trágico de la vida, que tanto cultivaron Unamuno y Rosalía, entre otros ilustres escritores, y que ha impregnado mentes y plumas de las que cabría esperar una postura más decantada hacia los valores que el país encierra. Prefiero volver a las baldas donde descansan las obras de Galdós, Pardo Bazán o Baroja, diseccionadores implacables de su tiempo y a la vez testigos de una realidad cuyos valores reconocen, para tener la sensación de que el tópico fatalista no está omnipresente en la creatividad de los que marcan el rumbo a seguir.

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