31 de agosto de 2020

Irene Vallejo o la fascinación por la escritura

 



¿Cuánto esfuerzo y cuántas ilusiones tiene que asumir una persona empeñada en hacer de la escritura su forma de vida hasta ser, al fin y tras imprevisibles dificultades, valorada por ello? ¿Cuántas horas de velada forzosa necesita para avanzar con éxito y paso a paso, situándose al borde del precipicio del fracaso, para lograr una presencia reconocida en un panorama tan competitivo y exigente como es el de la creación literaria? Confieso que, si por alguien siento admiración, es por el político honesto y coherente, por el intelectual riguroso y comprometido con los problemas de su tiempo y por el hombre o la mujer que escribe bien, que atrae con sus textos, que cautiva con su modo de expresar las ideas, con su dominio impecable del lenguaje, con su erudición bien sustentada, con la originalidad de sus argumentos, con el valor, de fondo y estético, de lo que aporta hasta el punto de que, tras haber leído lo que escribe, se tiene la sensación de que la percepción del mundo y de la cultura ha mejorado. Algo cambia en uno mismo, y para bien, tras una lectura excepcional.

No la conozco, nada me une a ella e ignoro si algún día la oiré en persona, pero admito que pocos escritores como Irene Vallejo me han proporcionado en los últimos tiempos tanta satisfacción por la lectura. Y no sólo porque con su "El infinito en un junco" - qué idea tan brillante la de navegar por los laberintos del libro - se ha ganado un lugar privilegiado en la literatura a lo grande. Desde entonces, sigo de cerca sus andanzas en el timbal de las letras, donde se desenvuelve con una calidad insólita. El placer se suma al desafío intelectual, la atracción por el argumento sorprendente se enriquece con los recursos utilizados en su presentación y desarrollo. Hay muy buenos escritores aquí y allá, pero, qué quiere que les diga, en mi opinión Vallejo, alejada de los estándares y las modas comerciales al uso, roza la perfección.
Cuántos empeños habrá tenido que afrontar esa mujer para conseguirlo. Cuántas noches de insomnio. Cuánta ansiedad ante la hoja o la pantalla en blanco. Mas el balance está ahí: no hay nada tan grato y tan satisfactorio como un texto bien escrito hasta el extremo de la fascinación. Cuánto le queda aún por delante.

1 comentario:

  1. Muchas personas son merecedoras de admiración. Yo comparto contigo la que sientes por las personas que escriben bien. Tienen mucho mérito.

    Saludos

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