28 de febrero de 2023

La vanidad incontrolada de Ramón Tamames

 Sólo desde la vanidad no controlada puede entenderse la aceptación de Ramón Tamames a figurar como portavoz de la moción de censura presentada por el partido Vox.

Fue amigo de mi maestro y he coincidido con él en múltiples ocasiones. Es un hombre lúcido, perspicaz, riguroso, con sentido del humor, algo petulante. pero nunca fue un político. Figuró al lado de Santiago Carrillo y de otros líderes del PCE a sabiendas de que no le iba a ocasionar problemas y, en cambio, sí le permitía brillar en la clandestinidad tolerada y vender a mansalva su Estructura Económica de España, convertido en uno de los manuales esenciales de la izquierda.
Su estrella se desvanece a la par que la democracia se consolida mientras pierde fulgor y su obra debilita su relevancia como texto de consulta. Decepcionado por no ser reconocido como pretendía, su repudio a los partidos - ha dicho de ellos cosas tremendas, producto de un infinito despecho - era congruente con la sensación de desdén con que, según él, era tratado. Cuántas veces le hemos oído quejarse de éso, él que tan a menudo era aclamado en los primeros setenta como Presidente de la III República Española, honor que entendía al alcance de la mano. "Todo llegará', vino a decir en la Feria de Muestras de Valladolid al poco de morir el dictador. En buena medida llegó a concebir la Transición como un proceso ligado a su persona. Se rodeó de corifeos que le impidieron ver la realidad con ojos más realistas.
Pero esas pretensiones jamás tuvieron lugar. Nuevas generaciones de políticos llenaban unos carteles en los que Ramón ya no estaba. Ni estaría. Lo llevó mal. Hasta que ha llegado la extrema derecha y lo ha sacado de su apacible retiro en el Paseo de La Castellana.
Pobre Ramón, ¿es consciente y no a la vez de lo que va a hacer y a lo que se presta? Me lo imagino. No dará un mitin, porque nunca fue mitinero. Ni tampoco un discurso ajustado al formato parlamentario. Dará una clase, otra más, con la carga critica que le exija Abascal y que en su voz de anciano ya de vuelta de las cosas parecerá impostada. A la postre, todo quedará en nada.
Muy pronto esa moción quedará olvidada en la memoria de los españoles, más aún que en la de los europeos, que hablarán de ello como otro rasgo más de singularidad de la política española. Y, lo que es peor, y lo siento, quedará como un baldón en la imagen del viejo Catedrático de Estructura Económica, cuyo prestigio se verá así lesionado, ya que, no habiendo conseguido ser Presidente de la República, se verá empequeñecido como marioneta de un partido extremista que sin pudor ha tratado de jugar con él.

2 comentarios:

  1. Anónimo3/4/23 16:38

    Mira quién habla de vanidad... De verdad, Fernando, mírate al espejo, anda.

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