20 de abril de 2024

¿Está la lectura amenazada?

 

Tengo interés en saber cómo están evolucionando los comportamientos lectores en nuestra sociedad. Y por eso lo traigo a colación. Supongo que la práctica de la lectura ha quedado recluida al ámbito de la privacidad. Observando cuanto sucede en los espacios públicos, compruebo que el hecho de leer un libro o un periódico se ha convertido en estos escenarios en algo excepcional y en cierto modo casi en una anomalía.
Al tiempo llama aún más la atención la presumible discontinuidad de la que se ve afectado el hábito de leer. Hace unos días lo comentamos en una de las tertulias a las que acudo, en la que cobró fuerza la observación, empíricamente contrastada, acerca del alto nivel de frecuencia con que se interrumpe la lectura de un texto para desviar la atención por un momento a la pantalla del teléfono móvil, inductor del deseo de averiguar lo que dicen sus múltiples y reiterados reclamos. Es la tentación que no cesa y con la que no parece fácil luchar. No son herramientas complementarias sino seriamente concurrentes.
Opinamos también que es probable que la seducción de la pantalla generadora de incitación constante prevalezca frente al sosiego que depara el contacto visual con un texto estructurado y que sólo es comprensible cuando la curiosidad se centra en conocer e interpretar, sin rupturas ocasionales, lo que la obra transmite.
Y, por último, otra inquietud: ¿se lee tanto como se escribe o se publica? Ante la sorprendente plétora publicistica a la que estamos asistiendo... ¿Qué porvenir espera a la gran mayoría de los libros que ven la luz para acabar siendo quizá, y en su mayor parte, efímera flor de un día?

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