8 de agosto de 2025

La revisión del concepto de identidad

 




Con motivo de la decisión adoptada por el Ayuntamiento de la localidad de Jumilla (Murcia) y a raíz de las declaración de su alcaldesa  que la justifica con el argumento de "priorizar  nuestras tradiciones y nuestra identidad”, creo oportuno realizar la siguiente reflexión: 

Hace mucho que el concepto de "identidad" está sometido a profunda revisión. Acudir a él como manifestación de una singularidad refractaria a lo diferente, a aquello que se entiende como hostil a lo identitario, sin caer en la cuenta de que las "identidades" defendidas adolecen a menudo de manipulación y artificialidad, es una posición reaccionaria, retrógrada y abocada a la frustración y el fracaso.

Acertada me parece la opinión de David Berlinier (2023) cuando señala que "las identidades nos hacen vivir en una era inquietante, porque observamos una tensión esencialista en torno al yo, un prejuicio de unidad que nacionalistas y populistas mantienen constantemente". 

Y, como han señalado Noam Chomsky, Hannah Arendt o Emilio Lledó, tres referencias de calidad incuestionable sobre el tema, los elementos valorados como integrantes de una reivindicada "identidad" solo tienen sentido si su defensa se basa en la consideración y el respeto de aquellas con los que se coexiste en el espacio y en el tiempo, pues no en vano son enriquecedoras las interrelaciones que se producen entre ellas. Los testimonios son numerosos.
Y es que la propia evolución histórica se encarga de demostrar hasta qué punto resulta valioso el reconocimiento de la diversidad, amparada en la principal razón que lo sustenta, es decir, la defensa de los Derechos Humanos y de la dimensión unificadora de la Humanidad como conjunto complejo, heterogénea y unitario a la vez.
Precisamente en ello se fundamenta el artículo 14 de la Constitución española, en el que se reconoce el tratamiento igualitario de los españoles en todos los aspectos, entre ellos los religiosos y culturales.
Transgredir o cuestionar estos principios en contra de una sociedad más justa e integrada dentro de su pluralidad constituye una aberración que debe ser denunciada sin matiz alguno. La estrategia divisoria que con demagogia y xenofobia - e incluso con justificación de la violencia - algunas opciones políticas pretenden supone un atentado indigno y miserable contra los derechos humanos.


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