Cae la tarde en la Plaza de San Pablo, en Valladolid,. Durante todo el día ese emblemático escenario, repleto de historia y de lo que significa el poder, ha acogido, con variables niveles de asistencia pero nunca vacío, el clamor popular que en la ciudad bañada por el Pisuerga y la Esgueva se ha alzado sin interrupción a los cuatro vientos para poner de manifiesto la sensibilidad que provoca el Holocausto palestino llevado a cabo por el país convertido en el más criminal de la Tierra. Sólo le mueve el afán expoliador de un territorio destruido para ser robado con total impunidad, aunque la historia no dejará de poner en evidencia los niveles de perversión alcanzados por Israel y su régimen de muerte y exterminio.
Las voces reunidas en la Plaza han estado omnipresentes para evocar los nombres de los niños asesinados. Uno a uno, sin descanso. 18.500 nombres integran ese monstruoso infanticidio de responsabilidad israelí. El acto ha sido sobrecogedor. Encoje el alma la lectura sosegada de los nombres de los niños con indicación de su edad. En el inicio de la concentración se ha comenzado con los que todavía no habían cumplido el año de vida. A las 20 horas, nueve horas después, la lista llegaba a los doce años. No se pueden imaginar de qué manera esa lista conmociona la conciencia hasta el extremo de motivar el llanto incontenible de los asistentes. Resulta inconcebible que eso pueda ocurrir en la más absoluta y denigrante impunidad.
Por eso, frente a la atroz ignominia que representa la matanza de la población infantil a fuego y hambre el rechazo popular hacía el régimen salvaje y terrorista de Israel se convierte en algo más que una protesta. Representa, ayer, hoy, mañana y siempre, la defensa de la dignidad humana, de los valores que hacen a las sociedades más sensibles y solidarias, capaces de enfrentarse con la sola herramienta de la palabra a la atrocidad del mayor genocidio y expolio ocurridos en el siglo XXI. De la responsabilidad genocida de Israel quedará constancia para siempre en la Historia. Jamás ese país quedará liberado de ese estigma eterno.
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