No sé si es bueno que el Derecho impregne nuestras vidas, preocupaciones y sensibilidades de la manera en que lo está haciendo en España. No recuerdo que los procedimientos y la jerigonza jurídicos hayan tenido en nuestro país tanta resonancia y suscitado tantas motivaciones y discusiones como ahora. Al frenesí legislativo puesto en marcha, y por lo que se ve con precipitación, sin la supervisión y la maduración necesarias de lo que se propone(en una lucha contra el tiempo que levanta todo tipo de recelos y sospechas), se unen las inquietudes asociadas a la seguridad jurídica de las decisiones, a los reclamos de imparcialidad de quienes administran la justicia y a las tensiones y turbulencias que sacuden los comportamientos institucionales, generadores a menudo de un recelo que debilita la confianza en la justicia, la seguridad en la democracia y la dimensión ética que se presume inherente a ella.
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