Yo sí creo en la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Y defiendo la idea frente al clima de pesimismo, desilusión y falta de confianza con que se plantean sus perspectivas de futuro. Los análisis, redundantes en esta dirección, abundan en los habituales argumentos esgrimidos para justificar su disgregación, que los ha habido y los hay, mientras omiten cualquier consideración sobre las estrategias, que también debe haberlas, encaminadas a la justificación de la razón de ser de la Comunidad, de sus ventajas comparativas, de sus potencialidades estructurales y de las fortalezas intrínsecas que posee, por más que se deba reconocer que con frecuencia están infrautilizadas o desatendidas.
Demasiada invocación a los problemas de origen y elusión de los razonamientos encaminados a darles las respuestas adecuadas. El artículo que motiva esta entrada - entre el olvido institucional y el desarraigo popular - alude a los aspectos que fundamentan la situación crítica en que se encuentra a la par que definen el soporte sobre el que sustentar el debate aún pendiente, y que tanto se necesita. Sin duda, y debido al escepticismo reinante, falta la energía suficiente para sacarlo a flote y apuntar las ideas y las estrategias que justifiquen la convicción de que Castilla y León debe ser defendida como opción integradora y de futuro. A nadie se le oculta el enorme desafío que la buena gestión de esta Comunidad representa: por su magnitud física, por sus contrastes internos, por la crisis demográfica en que está sumida, por la urgencia de concebir y aplicar estrategias sensibles a una realidad compleja y necesitada de una confianza compartida.
Con este espíritu, y con la mirada crítica y esperanzada a la vez, acudiré un año más a Villalar de los Comuneros. Desde 1977 lo he hecho siempre, salvo en una ocasión al estar fuera de España. No es un rito ni una visita circunstancial. Es el reconocimiento de un símbolo de primer orden, asociado a la trascendencia de la efeméride histórica que evoca (la primera revolución burguesa de la Historia) y a la voluntad reivindicativa de un territorio merecedor de los mejores augurios y de mejor suerte sobre todo tras comprobar que “si los pinares ardieron, aún nos queda el encinar”.
Envidio la fe que tienes en tu comunidad autónoma. Me gustaría que en Cataluña, tal autonomía despertará parecido optimismo, pero la división de la sociedad es palpable desde hace unos años....
ResponderEliminarUn abrazo