Leo, rodeado de la grata compañía de los pinos piñoneros, que una opción política de la izquierda española, heredera de otra que históricamente ha basado su razón de ser en el internacionalismo ("el género humano en la Internacional ", así concluye su himno más emblemático), centra uno de sus objetivos prioritarios de cara a las elecciones del 23 de julio, y así lo plantea de forma tan premiosa como inesperada a la coalición electoral sumatoria de la que forma parte - condicionando seriamente su programa- en la necesidad de resolver el problema del " encaje" (sic) de Cataluña en España.
Leo y releo esa información y no salgo de mi asombro porque ni sé lo que esa idea significa en uno de los Estados más descentralizados del mundo, ni las razones que la motivan ni la pertinencia de esa cuestión ante los problemas socioeconómicos que aquejan al país. Tampoco entiendo por qué, apenas iniciada la singladura de la complicada iniciativa política en la que se inserta esa propuesta, aflora en estos momentos - al tiempo que se invoca la muy polémica y discutible noción de plurinacionalidad - como una especie de compromiso, de dudosa constitucionalidad, que amenaza la proyección y el respaldo a escala nacional de la susomentada iniciativa.
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