Seguramente si esa competencia se hubiera llevado a cabo con el PNV, que la reclamó insistentemente, o se hubiera concedido sin más por el hecho de estar comprometida, el ruido habría sido mínimo o inexistente. Se ha efectuado, tras mucho tiempo, a requerimiento estricto de Aizpurua y su grey. Poco tiempo le ha faltado al de Elgóibar para sacar pecho de lo conseguido.. "El Gobierno del Estado español depende de los que se quieren ir de España", ha venido a decir con arrogancia insultante. Duele, la verdad.
Ya sé, ya sé, que son legales y nadie cuestiona su presencia en la vida pública española. Sin embargo, no es fácil sustraerse a los recuerdos que marcaron episodios trágicos de nuestra vida y que permanecen incólumes en la memoria por más que pasen el tiempo y mucha agua bajo los puentes del Urumea. Cuesta desprenderse de las emociones y sofocarlas con la racionalidad.
A mí me pasa, qué le voy a hacer. Cuando oigo a Aizpurúa o a Matute o a Otegui, instintivamente me viene a la memoria, entre otros, la imagen de Francisco Tomás y Valiente, de Ernest Lluch, de los guardias civiles de Zaragoza, niños incluídos, o de Miguel Ángel Blanco. La de tantos y tantos otros. Ninguno, ninguno, de esos crímenes ha sido condenado de manera explícita por aquellos que menciono. Ni una palabra de condena y arrepentimiento. Homenajes continuos a los criminales que vuelven a sus pueblos. Son legales, las transferencias estaban comprometidas, había que sacar adelante los PGE. Todo muy normal y hasta plausible. La vida sigue y todos los que sientan en el Congreso y en el Senado merecen respeto.
Pero, qué le vamos a hacer. No es fácil olvidar. Es posible conseguirlo, aunque se pretenda? Es justo que la memoria, esa facultad que fortalece la conciencia del ser humano, se rebele contra la indiferencia o el olvido. Sin memoria no somos nada.
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