La política española abre oportunidades al debate que quizá convenga suscitar en este foro. Sensible al tema, me van a permitir esta reflexión, nacida a raíz de lo observado en la sesión parlamentaria del 24.11.22, y que ha abierto una etapa crucial para el futuro político del país. Mantengamos la cabeza fría y el corazón caliente. Fuera insultos y descalificaciones que no sirven para nada.
Aunque no es persona que me resulte afectiva, debemos reconocer que el fundador de Podemos, Pablo Iglesias Turrión, más allá de los defectos y críticas que justamente quepan hacérsele, ha trastocado la política española. Su impacto en ella ha sido tremendo y puede marcar durante mucho tiempo las líneas maestras de la gobernabilidad y de las estrategias planteadas en torno a ella por las grandes opciones de gobierno a la vista de cómo se ven las cosas tras la aprobación por amplia mayoría de los PGE 2023 por tercera vez consecutiva.
Sin embargo, la trayectoria observada, tanto la suya como la de Podemos, siguen puntualmente las fases características de la teoría del ciclo del producto: es decir, nacimiento, despegue, cenit, declive y hundimiento. Es un ciclo bien conocido en la evolución de varios partidos (UPYD, Ciudadanos, posiblemente Podemos). Iglesias es consciente de que su opción - no el modelo de gobierno (un gobierno sustentado sobre un heteróclito "bloque de investidura y poder" que él mismo planteó y consiguió con la aceptación de Pedro Sánchez) - se encuentra sumida en esa última fase, proclive al hundimiento y a la desaparición. Se resiste a admitirlo y por eso arremete de manera furibunda e insultante contra Yolanda Díaz al comprobar la endeblez política de la persona y de la perspectiva que plantea, así como el desistimiento de las relaciones entre ambos, que aquél pretendía seguir dominando, sin resquicio alguno a la competencia ni a la autonomía que la Ministra de Trabajo trata de ejercer.
Y es que pasa el tiempo y eso de SUMAR se diluye por la sencilla razón de que su artífice es incapaz de concretarla, de estructurarla y de darla consistencia. Iglesias se equivoca en la forma de recuperar su protagonismo pero, en el fondo, su actitud obedece a una explicación coherente con su forma de ser y de sus objetivos, que mantiene claros, aunque estén seriamente amenazados.
Si en este contexto son evidentes las transformaciones que pudieran producirse en el Partido Socialista, por mor de los debates y las tensiones que sin duda van a aflorar de cara a un futuro electoral que se presenta crítico, debido al coste que le puedan suponer decisiones adoptadas por Pedro Sánchez, no son menores los desafíos que se plantean al Partido Popular y a sus expectativas de recuperar el poder y gobernar en España. El reto es ingente si quiere afianzar sus posiciones cuantitativas frente al bloque que hemos visto afianzado en la sesión parlamentaria que aprobó los PGE y derogó el delito de sedición.
Y es grande también porque su potencial aliado le resulta problemático y hasta incómodo: carece de programa y sus exabruptos favorecen al Gobierno al que pretende batir. Y además acaba eclipsando como ocurre en Castilla y León. Ante este escenario, el momento de Alberto Núñez Feijóo cobra una nueva dimensión, que va a obligar a su partido a rediseñar aspectos esenciales de su estrategia y de sus mensajes a la ciudadanía para fortalecer la confianza que persigue y liberarse de los condicionamientos que aún la mediatizan ante el decisivo horizonte electoral que se avecina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario