La calle es el espacio público donde el afán de descubrimiento y comunicación alcanza un valor que merece ser reconocido.
Apetece tomar contacto con las iniciativas que en la calle propician el encuentro de manera espontánea y creativa. En este aspecto, las posibilidades son grandes y las opciones que lo facilitan permiten sentir la presencia de una sociedad plural que acude al evento motivada por el placer de sentirse participe de un proyecto cultural que la enriquece al tiempo que aporta la percepción de momentos tan imprevisibles y sorprendentes como satisfactorios.
Llevar el teatro a la calle revitaliza la sensación de pertenencia a un espacio colectivo del que se desprenden lecciones valiosas para el fortalecimiento de la convivencia al amparo de la creatividad que el arte escénico posee. Me detengo un rato para contemplar la diversidad de rostros, expresiones, mensajes y colores que se concitan para disfrutar de lo ofrecido.
Y lo cierto es que lo inesperado y espontáneo que siempre encierra la creación teatral libre ilumina los ojos de niños, mayores, hombres y mujeres hasta culminar en el aplauso sincero que recompensa, tal vez de manera insuficiente, el esfuerzo de quienes consiguen hacer pasar un buen rato y transmitir la idea de lo mucho y bueno que el teatro modesto es capaz de brindar.
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