Recuperar la imagen de esos lugares dotados de paisajes admirables y creadores de experiencias vivificadoras de la sensibilidad es una necesidad insoslayable.
Todo vale para figurar en la cartografía del turismo anhelado. No hay condicionamientos que lo impidan. Allá, en el Aliste profundo, donde la frontera con Portugal pasa desapercibida, donde los caminos se confunden en el bosque, donde los servicios brillan por su ausencia, donde nadie se aventuraba a adentrarse hasta hace dos días salvo para practicar el contrabando del café... he ahí un lugar en el mundo que enarbola sus propios reclamos al socaire de las inestimables ventajas que emanan de la soledad, el silencio, la belleza del paisaje y la pureza del aire.
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