El Mediterráneo ha estallado a los pocos dias de que fuese homenajeado en Oviedo el gran cantor del Mediterráneo, ese mar de "alma profunda y oscura" como lo definió Serrat. Y lo ha hecho con la furia de las masivas descargas de lluvia (425 litros por m2 en Chiva) y granizo que el recalentamiento de ese mar interior provoca cuando entra en contacto en vertical con la masa de aire frío desgajada -fénómeno de "atmospheric cutting off" - de la corriente en chorro que modula las variaciones de la circulación de la atmósfera, los tipos de tiempo y el clima en latitudes extratropicales, en las que nos encontramos, con especial impacto en el equinoccio de otoño, que sucede a un verano caluroso.
Era éste un tema obligado y muy debatido en las explicaciones de Climatología - de las que me encargué durante cinco cursos y que además fue el tema desarrollado en el tercer ejercicio de oposición a Agregado de Universidad en 1979- y un motivo para justificar los múltiples ejemplos que evidencian la exposición de la franja mediterránea española, como la más vulnerable en Europa a este tipo de situaciones catastróficas.
La situación latitudinal y la exposición frente al Atlántico explican este riesgo potencial, lo que hace de la Península Ibérica uno de los espacios más amenazados (en cuanto a situaciones climáticas extremas y de riesgo) del mundo, con similitudes con lo que sucede en Florida y en el Golfo de México, cabe el Caribe. Nunca olvidaré la visita en la primavera de 1974 a la rambla de Nogalte, en Almería, afectada por una terrible riada en octubre de 1973. Los rastros de la devastación han quedado para siempre en la memoria. No menores son los recuerdos dejados por la terrible inundación de Valencia en octubre de 1957. El listado es enorme, agravados sus impactos debido a las desacertadas formas de ocupación del espacio y a las malas prácticas llevadas a cabo en la ordenación del territorio.
Existe, pues, un riesgo potencial de carácter estructural, muy documentado históricamente, que se agudiza cuando los incrementos del gradiente (diferencia de temperatura) entre la superficie marina y la baja atmósfera se elevan hasta dar origen a procesos convectivos de carácter ciclónico susceptibles de desencadenar atroces precipitaciones y riadas de costes incalculables.
Es evidente que esta predisposición aparece agravada cuando los dos factores que contribuyen a la dinámica del aire cargada de humedad (aumento de la temperatura del mar y mayor frecuencia de gotas frías - que ahora llaman DANA - a muy baja temperatura) aumentan su intensidad y frecuencia. Y no es un fenómeno casual, ya que las anomalías observadas en este sentido en la circulación del jet-stream (la corriente en chorro del Hemisferio Norte) advierten de que algo grave está ocurriendo en la evolución climática de la Tierra y especialmente en el Hemisferio Norte y en la fachada suroccidental europea.
La terrible tragedia vivida en la fachada oriental y en el Sureste de España obliga a reflexionar seriamente sobre el problema. Es terrible y muy doloroso.
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