14 de agosto de 2023

Cuando los pueblos cobran vida


Aunque sea puntualmente los pueblos de la España despoblada cobran vida cuando acuden a ellos los vecinos, allegados y oriundos que buscan el encuentro a la sombra del caserío y atraídos por la vega del río como espacio confortable y apetecido para la conversación profusamente regada con la cerveza y la palabra como elementos de unión. Es una sensación fugaz pero muy placentera.

Para mí son los paisajes de la infancia recuperados. Todos los sábados allá que nos íbamos en bicicleta a pasar el día a orillas del Arlanzón, el río con el que mantuve tantas confidencias y complicidades. Ay, si sus aguas hablasen. Hoy recuerdo aquellas vivencias regresando a Pampliega, el pueblo donde se dice que murió el rey godo Wamba y que se expande, altivo, en la espléndida cuesta que mira a poniente. Mis amigos de entonces ya no están, ni tampoco la querida bicicleta. No conozco a nadie pero a todos los comprendo, incluso al matrimonio búlgaro con el que casualmente comparto mesa y cuyas peripecias descubro aprovechando su franqueza y sus incontenibles ganas de hablar con alguien. Entre la nostalgia y la curiosidad, y aun en soledad, los paseos se hacen más gratificantes.



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