El ciudadano sin formación jurídica pero conocedor de sus derechos y obligaciones, asiste perplejo a la aparición de conceptos que suscitan tanta curiosidad como preocupación. De oír hablar de la "desjudicialización" de la política descubre de pronto la noción de "lawfare", entendida como algo peyorativo por cuanto significa la crítica del uso de la justicia, de la ley existente, como instrumento frente a las acciones del adversario.
Es impresionante lo que estamos aprendiendo de Derecho en el ambiente proceloso e hipertenso en que vivimos, mientras los que nos movemos en las peripecias e inquietudes de la supervivencia cotidiana procuramos que cuanto hacemos se atenga a lo establecido por la ley, que aporta a la par vigilancia, protección y seguridad. Sin ley, la selva - en función de los intereses que en ella se cobijan - acaba imponiendo sus reglas.
A falta de recibir las lecciones del programa de este curso intensivo aún pendientes, ese mismo ciudadano, que solo se tiene a sí mismo, se hace una pregunta tan obvia como pertinente: ¿es adecuado supeditar la justicia, es decir, la aplicación de la ley en vigor y concebida a largo plazo (hasta su cambio mediante los mecanismos previstos), a las maniobras de la política, sujetas a intereses de partido y con pragmáticos horizontes cortoplacistas? O, dicho de otro modo, ¿esa supeditación no va en detrimento de la seguridad jurídica sin la que la convivencia y el respeto a los derechos de todos los ciudadanos, iguales todos ante la ley, son imposibles?
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