Recorrido mañanero por la ciudad silenciosa, casi vacía, aliviada por la festividad que todo lo invade fuera de ella. Las terrazas a medio gas, las panaderías, excepcionales.
¿Todo vacío? No. En algunas lugares hay vida... y de la buena. Sin esperarlo uno se encuentra con el grupo de personas que se dan cita en una de las pocas Salas de cine que ha sobrevivido en la ciudad que antaño rebosaba de ellas. Ánimo, Paco Heras, emblemático representante también, con sus Broadway y Manhattan, de la mejor cinefilia vallisoletana.
Usuario habitual de los Casablanca, un servidor se detiene complacido ante la imagen. Observa al personal, trata de intuir sus conversaciones, se les ven animados. Hombres y mujeres en la segunda juventud de la vida. Cinéfilos en la Virgen de Agosto. Un brindis por ellos. Ni imaginarme quiero el día en que desaparezcan las salas de cine. Algo habrá muerto en la sensibilidad del ciudadano y de la ciudad.
En ese momento recuerdo mi insistencia en conseguir la butaca de la cuarta fila a la derecha. Era por la cuestión de las piernas. Fuimos muy felices en los Casablanca. Que sigan, por favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario