Siempre tendremos a Gianni Vattimo como referencia vigorosa del pensamiento europeo contemporáneo. Se ha ido en los tiempos en que también nos abandonaron Nuccio Ordine, Alain Touraine, Carmen Rovira, Marc Augé o Bruno Latour. Hay quienes piensan que la partida hacia la memoria de estos maestros ha ampliado la profusión de ese pensamiento débil del que el propio Vattimo se lamenta en ese interesante reportaje.
Personalmente no creo que el pensamiento filosófico se haya debilitado en estos tiempos de zozobras e incertidumbres, cuyas incógnitas no pueden ser eludidas. Ha cambiado, eso si, al compás de los desafíos que la interpretación de la realidad impone y exige a quien se interese por ella. A poco que sigamos las aportaciones razonadas sobre los problemas de nuestro tiempo cuesta caer en la decepción, dominada por la sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor, como diría el grande poeta de Paredes de Nava. Hay, en efecto, magníficas y muy sólidas reflexiones sobre lo que sucede y sobre los comportamientos de las sociedades en entornos tan cambiantes. Podemos hablar del tema, si os parece.
Creo que, en cambio, estamos asistiendo al auge de una actitud de indiferencia y desentendimiento hacia lo que el panorama del pensamiento, en su dimensión humanística, ofrece. Ante la primacía del corto plazo y la feroz competencia de las redes de información y comunicación propiciadas por la tecnología globalizadora e hiperpragmática, basada en el valor de la inmediatez y el corto plazo, las modalidades de reflexión que pudiéramos considerar clásicas se han debilitado afianzando la idea de que lo inútil no es tan útil como Ordine defendió.
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