Hay que definir la realidad como lo que real y objetivamente es. La tragedia de Gaza representa en estos momentos, por sus características y tendencias, la mayor catástrofe humanitaria del mundo. Palestina es hoy " La brújula moral del mundo", así definida por Mazen Kerbaj en su reciente obra sobre Gaza (Actes Sud, Arlés 2025).
Disponemos ya, en efecto, de suficientes elementos de juicio para afirmar que, contando con la complicidad sin límites e inmoral del Gobierno de Estados Unidos y la tibieza vergonzosa de la comunidad internacional, la Historia del Estado de Israel quedará de manera inequívoca y para siempre identificada con el concepto de Holocausto: el sufrido por el pueblo judío durante el nazismo alemán y el practicado por el régimen de Israel con el pueblo palestino. En ambos casos la denominación responde a la realidad de los hechos, como bien ha señalado el embajador Ignacio García Valdecasas. Son dos terribles experiencias en las que la segunda emula y reproduce los rasgos de la primera. Discípulos aventajados de Adolf Hitler son ese tal Netanyahu y la criminal banda que lo arropa hasta el punto de contaminar y degradar todo cuanto tenga que ver con ese país, sumido en el mayor de los oprobios y desprestigios. Bastaría con leer la descripción que el historiador Jean Pierre Filiu hace de su reciente viaje a Gaza:
"Redescubrir Gaza en la noche de la guerra ya es inquietante. Pero estas son las zonas devastadas que emergen de las sombras a medida que avanza el convoy [de trabajadores humanitarios, controlado por el ejército israelí]. Un paisaje dantesco en el que solo se distinguen fragmentos, rápidamente envueltos por la densa oscuridad. Una letanía de ruinas, amontonadas y derrumbadas, que desfilan sin tregua hasta adquirir la consistencia de una secuencia continua de terror. Aquí es un pilono caído con ramas retorcidas, allá una casa destrozada, más lejos un edificio derrumbado. El convoy avanza al ritmo más rápido que permite el camino destrozado. (…)Es casi medianoche cuando escucho relatos conmovedores de la tragedia que continúa en Beit Lahya, en el extremo norte del enclave, que ha estado prácticamente aislado del mundo desde principios de octubre de 2024. El término "limpieza étnica" no parece excesivo para describir la expulsión metódica de la población, la destrucción igualmente metódica de edificios y el ataque a los últimos espacios habitables organizados: los hospitales. Apenas he regresado a la Franja de Gaza y la tragedia de este territorio asediado ya me abruma".
Israel, artífice del Holocausto palestino, se ha convertido en la vergüenza de la Tierra. La imagen de ese país quedará para siempre dominada, identificada y estigmatizada, por más que trate de neutralizarla o enmascararla, con la propia e inherente a un Estado paria cimentado sobre el Holocausto palestino. Jamás se olvidará. Será esa su principal, y posiblemente única, seña de identidad.
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