Superestructura, estructura e infraestructura: son los tres niveles que articulan el análisis y la interpretación de los procesos sociales, económicos y territoriales. La estrategia desplegada por la señora Yolanda Diaz, que compatibiliza su responsabilidad como ministra y vicepresidenta del Gobierno de España con su dedicación a la construcción de un proyecto político centrado en su persona, induce a considerarlos también como herramientas pertinentes para el análisis de la política, máxime cuando esa iniciativa constituye una experiencia insólita y sin precedentes en el complejo, azaroso y muy competitivo ejercicio de la acción política. De ahí las incógnitas y dilemas que plantea al observador.
De momento todo parece indicar que su proyecto se desenvuelve en el escalón de la SUPERESTRUCTURA controlada. Es decir, parte de una plataforma de carácter esencialmente propositivo, vertebrada en torno a su persona como cúspide indiscutida de la pirámide, sin sombra ni rivalidad alguna, de apariencia casi mesiánica, orientada, al amparo de una élite intelectual seleccionada y homogénea, a la elaboración de un programa de reflexión sobre la realidad española y como soporte de un plan de acción susceptible de cristalizar, o no, en un programa de Gobierno.
No es fácil introducir aportaciones muy novedosas en un país en el que los análisis y los debates, tanto en el campo de la intelectualidad como de los partidos, se han plasmado en ideas ya expuestas, debatidas, conocidas e incluso experimentadas. Ahítos estamos ya de Libros Blancos y de diagnósticos repetitivos. Ha llovido tanto en esto de las Ciencias Sociales que el resquicio para lo original se ha reducido sobremanera.
A partir de ahí llega la hora de la verdad. Si se pretende pasar del foro placentero entre gentes de confianza, leales y en apariencia sin ambiciones políticas, a la brega que exige el funcionamiento de la política en su dimensión pura y dura, el tránsito puede complicarse, ya que otros factores mediatizan o tenderán a matizar la verticalidad excesivamente egocéntrica de la que se parte.
Cuando llegue el momento de aclarar los liderazgos resultantes del presunto sumatorio, de fijar las prioridades programáticas, de establecer las prelaciones jerárquicas de las candidaturas y de mitigar los egos sobredimensionados en aras de una acción colaborativa en la horizontalidad se impone la construcción de una ESTRUCTURA de nuevo cuño que, a tenor de la experiencia vivida en elecciones recientes, puede implicar la aparición de tendencias imprevistas, como corresponde a las tensiones partidarias en las que las "sumas" no están aseguradas de antemano
La exigencia en ese momento de una INFRAESTRUCTURA adecuada para la supervivencia del ilusionante escenario inicialmente previsto se convierte en una conditio sine qua non para que las cosas salgan como se pretende.
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