¿Estamos dominados por el silencio pese a las ventajas que propicia la constante presencia comunicativa del otro con todas las posibilidades que ello ofrece? ¿Hasta qué punto el obsesivo recurso a lo virtual nos aleja de la enriquecedora comunicación directa, aunque por inercia y costumbre no nos percatemos de ello e incluso, y lo que es peor, acabemos por no echarla de menos? Si esta tendencia es más frecuente y generalizada de lo que parece, sorprende, como se lamenta este profesor gallego, que eso suceda en el ámbito de la relación verbal por antonomasia como es en el espacio basado en el intercambio de las ideas a través de la palabra, es decir, la educación y los procedimientos formativos y de relación que en torno a ella se construyen.
Es probable que nos estemos empobreciendo a medida que el tiempo sumido en el silencio - qué triste es el silencio en demasía y su suplencia por la pantalla azul- prevalece sobre el que se dedica a la conversación y a la aclaración de las dudas y las inquietudes sometiéndolas a la prueba constructiva de la reflexión directamente dirigida al interlocutor que tenemos justo al lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario