Una sensación de melancolía invade el ánimo del paseante cuando observa la vieja cancha de baloncesto abandonada. Por más que lo intenta, no consigue revivir en la memoria los gratos y estimulantes sonidos que este juego generaba cuando en la juventud practicaba este deporte, tan de equipo y de movimientos trepidantes. Hace tiempo que nadie frecuenta el espacio de competición ante el que se detiene.
Le encantaría disponer de una pelota para hacer el quiebro que la lleve a la canasta. No le importaría hacerlo con la hojarasca a sus pies. Es más, ello le permitiría tener una sensación que desconoce, una experiencia inédita. El ruido de la hoja removida mezclado con el sonido del balón como reacción y respuesta deseadas al abrumador silencio que le rodea. Sería una forma de recuperar la juventud, ya tan lejana en el tiempo y en el espacio.
Muchas cosas abandonadas provocan ese sentimiento. Me pasa cuando vuelvo al pueblo y registro por el desván donde todavía se hallan juguetes de cuando era niño...
ResponderEliminarGracias por tu emotivo comentario. Celebro encontrarte de nuevo.
EliminarLos que sois altos podéis presumir de un pasado cestero, y entiendo ese reclamo visual que afecta a la memoria sentimental de uno. Ciertas imágenes, olores, tactos, aires incluso, pueden traernos un pasado del que queremos apoderarnos al instante con toda nitidez, y lo logramos, pero...es tan efímero.
ResponderEliminarEl deporte con el que más disfruté, de manera transitoria en mi juventud fue la pelota a mano, pero hoy no quedan frontones en la ciudad.