6 de julio de 2011

Europa debe cambiar... ¿será posible?


Ostende (Bélgica-Belgium)

Lo que está ocurriendo en la Unión Europea ha galvanizado la conciencia crítica de los europeos. No podía ser de otro modo a la vista de las tensiones que conmocionan el panorama político y descubren las contradicciones de una realidad que hasta hace bien poco se consideraba confortable. La calle ha tomado la palabra y pugna por hacer oir un mensaje de protesta y rechazo que, más allá de su repercusión política y mediática, revela que la disconformidad se ha apoderado de un sector importante de la sociedad europea, inicialmente protagonizado por la juventud y al que se han sumado gentes de diversas generaciones, dispuestos también a demostrar que su voz existe, y potente, en el espacio público. La política es necesaria, vienen a decir, pero debe ser otro tipo de política, amparado en otra forma de entender la gestión de los recursos, tan escasos como desigualmente repartidos.

El debate está abierto y nadie discute que ha de tener un largo recorrido. ¿Hacia dónde nos encaminamos? ¿De qué manera? ¿Siguen válidos los paradigmas y modelos de los que nos habíamos dotado? ¿Qué papel corresponde en este proceso a los que toman las decisiones y a quienes se ven afectados por ellas? ¿Cuál a los que se sienten excluidos? Estamos ante un debate necesario, que ha dado ya sus primeros pasos. Entre ellos, especial atención cabe prestar a la reflexión Cambiemos Europa (Let's change Europe), que suscribe un nutrido grupo de intelectuales, algunos de reconocida solvencia y credibilidad. Ciertamente, Europa no va a desaparecer, pero también es verdad que desde la Segunda Guerra Mundial nunca había presentado tan alto nivel de contestación interna, congruente con el deseo de que su rumbo sea sometido a revisión.


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