24 de abril de 2010

El pacto por la Educación en España: un objetivo imposible (en mi opinión)

Instituto de Enseñanza Secundaria Zorrilla. Valladolid


Soy de la opinión de que el Pacto por la Educación que pretende el ministro Gabilondo nunca se va a llevar a término. No hay que discutirle al ministro tesón en el intento, voluntad manifiesta de saldar su mandato con un logro de estas características, pretensión declarada de ir cediendo hasta que las partes encuentren acomodo en el tablero. Pero no lo conseguirá. Ni él ni posiblemente nadie. Ni el PSOE ni el PP, así lo persigan una y otra vez. La Educación en España está condenada a seguir manteniendo una trayectoria marcada por la confrontación política e ideológica, la sucesión de propuestas y modificaciones normativas en función de la alternancia política, el reproche permanente sobre los resultados, insistiendo siempre en la pobreza de los balances obtenidos con independencia de que pueda haber indicadores que los matizan en sentido positivo. Da igual. La Educación es un arma arrojadiza, presta a toda clase de manipulaciones, abierta a las demagogias insistentes y al uso indebido de su imagen con fines estrictamente ligados a la lucha política.

Tal es la inercia acumulada en este sentido, tal la tensión soterrada o explícita, que no parece fácil modificar el rumbo en una dirección convergente, que asuma, como elemento estratégico que es en la formación de los ciudadanos y en la fortaleza de un Estado, la necesidad de aunar esfuerzos y asumir líneas de actuación coherentes y con visión a largo plazo, que eviten las discontinuidades de que ha adolecido el sistema educativo en España y que no parecen fácilmente subsanables.

Y no lo son por cuatro razones que someto a su consideración. Me limito simplemente a mencionarlas, con la intención de desarrollarlas posteriormente. Pero basta con el enunciado para indicar dónde surgen, a mi juicio, los obstáculos que entorpecen tan encomiable como utópico propósito

Uno. Hace tiempo que España es un país donde la confrontación política prima sobre el acuerdo. Salvo en cuestiones que interesan a los grandes grupos y que lleva a situaciones rayanas en el inmovilismo (Ley Electoral, nombramientos de los órganos superiores de la justicia, reparto de las áreas de influencia en otras figuras de la administración, inoperancia del Senado…) se tiende a desestimar, con justificación que a menudo causan sonrojo, la aceptación del ofrecimiento del otro ante el riesgo de capitalización política ajena que no se desea en modo alguno respaldar.

Dos. El sistema educativo acusa seriamente la fragmentación que deriva no tanto del modelo autonómico en sí como del uso sesgado, y ya crónico, que con frecuencia las Comunidades Autónomas han hecho de sus competencias educativas en materias muy sensibles como la Historia, la Geografía o la Lengua y la Literatura. Las Humanidades siempre han estado en el punto de mira de la controversia más acerada. La pérdida de visión de conjunto a escala del Estado– perfectamente compatible con el reconocimiento de las respectivas singularidades (el concepto de identidad colectiva siempre lo he cuestionado) – impide establecer puntos de acuerdo que muchos gobiernos autónomos perciben como una reducción de su capacidad de decisión en este tema, al que se aferran sin apenas concesiones. Siendo constitucionalmente un ámbito primordial desde la perspectiva del Estado, del que también forman parte las CCAA, son numerosas las voces reactivas a lo que se entiende como ingerencia inasumible de la Administración Central.

Tres. En la educación española existen, arraigados, fuertes intereses que se resisten a una pérdida de su relevancia, aunque no estén de hecho amenazados. El equilibrio entre la escuela pública y la escuela privada concertada se mantiene asumido mientras ésta conserve el estatus privilegiado que siempre ha tenido y que es insólito en la Unión Europea. Aunque el pacto por la educación garantiza la solidez de sus posiciones, sorprenden los argumentos - hay testimonios realmente exagerados - que alertan sobre el riesgo que un Pacto de estas características les ocasionaría.

Cuatro. ¿Causa o efecto? ¿Es difícil llegar a un Pacto porque falta motivación en el profesorado o esto ocurre debido a la ausencia de un acuerdo que acredite la función decente y mejore el status del profesorado? En cualquier caso, es evidente que sin la implicación del profesorado, sin el reconocimiento de lo que significa la labor educativa, sin un respaldo efectivo a la capacidad de iniciativa e integradora de la enseñanza y de quienes la ejercen, las expectativas de un Pacto como el que se pretende no pasará de ser un conjunto de buenas intenciones.



Efectivamente, el Pacto pretendido ha acabado como se preveía: frustrado. No habia que ser adivino ni tener dotes premonitarias para saber que iba a ser así. Cosas de la política española, digna de mejor suerte. Lamento haber acertado en el pronóstico, pero, a la vista del percal, no habia otro.

17 de abril de 2010

Mensajes en la calle (26) : la persona como recurso


De tanto oír la expresión ya nos hemos familiarizado con ella. Nos parece normal, lógica, asumible y de fácil recuerdo pues forma parte de todos los organigramas de las empresas, de las administraciones, de las universidades. Sin duda su arraigo y generalización obedece a que en una expresión tan concisa queda resumida con precisión el objetivo de que se trata: entender la gestión de personal como tarea sujeta a la lógica productiva inherente a la condición de “recurso”.


Pues, ¿qué es un recurso? La Real Academia Española lo aclara inequívocamente en su primera acepción - “procedimiento o medio del que se dispone para satisfacer una necesidad, llevar a cabo una tarea y conseguir algo” – o cuando, en la tercera, se limita simplemente a identificar el término con la noción de “bienes, medios o riqueza”. En cualquier caso, no aparece en su denominación académica la referencia a ninguna connotación asociada a la persona o al ser humano. Pero se ha impuesto con la fuerza con que lo hacen las palabras utilizadas con reiteración de modo que ya no hay quien la cambie. Basta con referirse a ella para saber que es el concepto rector de la estrategia aplicada al trabajo y a quienes lo administran y ejercen en el seno de una organización.


¿Correcto o incorrecto? Habituado a él, no me decanto por una descalificación rotunda del concepto, aunque me alarman sus perfiles deshumanizados. Es el signo de los tiempos. Tiempos en los que el trabajo se ha degradado sobremanera, poniendo en revisión conquistas sociales que se creian irreversibles, y en función de lo cual cobra pleno sentido la consideración de la persona como un “recurso” que hay que gestionar aplicando las técnicas del “management”, otra palabra que se ha impuesto con fuerza en el panorama de la terminología que todo lo justifica. Pretendidamente aséptica, encierra un mensaje que no lo es tanto.


Realicé la fotografía paseando por Burgos el 16 de Mayo de 2009. Estaba en el Barrio de las Fuentecillas. No creo que continúe ya pues figuraba en la valla de una obra. Conviene ir vigilante por la calle. Cuando menos se lo espera, aparece el mensaje de alguien que utiliza la pared para decir algo que invita a la reflexión.

10 de abril de 2010

Almadén



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Pocas experiencias viajeras me han impactado tanto como ésta. Hacía tiempo que deseaba visitar la villa de Almadén, situada al suroeste de la provincia de Ciudad Real, aunque su paisaje la identifica más bien con las superficies erguidas y accidentadas que poco a poco dan acceso a la Sierra Morena en su vertiente cordobesa. Si viajan a Almadén, háganlo desde Puertollano a través del Valle de Alcudia. Es un paisaje espectacular, grandioso, algo deforestado en ocasiones, representativo de las grandes fincas de la región, áreas de caza, ganado y solaz. Impera el silencio mientras deslumbra la magnitud de sus horizontes. Tierras labradas en materiales antiguos, procedentes de los episodios geológicos más remotos de la Tierra, su evolución en el tiempo ha dado origen a intensos procesos de mineralización que justifican la dilatada y abundante actividad minera de la zona.

El caso de Almadén es excepcional, como seguramente saben. Mas conviene conocerlo de cerca para darse cuenta de lo que representa un espacio minero asentado sobre la personalidad de haber sido desde la Antigüedad el lugar de producción de la mayor parte de la producción de cinabrio del planeta. Ello le convierte en un testimonio fidedigno de la Historia económica de España y, en cierto modo también, del mundo en la medida en que del mercurio obtenido en Almadén dependía la obtención de los metales preciosos – plata y oro – que durante siglos inundaron el comercio a partir de las riquezas extraídas del continente americano.

De su importancia histórica deriva su interés actual y, sobre todo, la utilidad y conveniencia de su conocimiento, que sinceramente les aconsejo. Y es que la visita a Almadén nos sitúa ante un escenario que impresiona y sobrecoge, ya que pone ante la mirada del viajero la realidad de lo que significa, sin paliativos, la actividad minera. Adentrarse en esa historia implica tomar contacto con todo lo que ese trabajo ha supuesto para las gentes que se dedicaban a él, mientras consumían sus vidas frente a la roca implacable. Es un monumento al esfuerzo humano, al sacrificio, a las privaciones, a la lucha por la supervivencia, al riesgo permanente. Clausurada la producción de cinabrio en 2001, en la actualidad los rastros de lo que aquello fue se ofrecen a través de una iniciativa de recuperación patrimonial abierta al conocimiento de la sociedad. No entraré en detalles, pues están bien recogidos en las referencias virtuales sobre el Parque Minero, cuidadosamente diseñado y a cargo de profesionales de calidad. Todo en Almadén funciona hoy en un clima de hospitalidad y reconocimiento al viajero que no resulta habitual. Mi mujer y yo lo hemos comprobado en un sinfín de detalles y manifestaciones.




Sí diré que cuando se recorre la ciudad, cuando se visita el Hospital de San Rafael, cuando uno contempla lo que queda de la Cárcel de Forzados (ignominiosamente destruida durante el franquismo, que utilizó presos políticos para trabajar en las minas), cuando entra en las galerías y observa el intrincado laberinto construido con un esfuerzo inimaginable, cuando se imagina las condiciones de trabajo en contacto con un material de altísima toxicidad, cuando todo eso se asimila e interpreta… no es difícil valorar lo que ha significado el trabajo humano a lo largo de la historia mientras evoca a esos héroes anónimos que dieron lo mejor de sus vidas para recibir poco, o nada, a cambio.





En fin, cuando visité hace unos días las minas de Almadén, y tras seguir por la prensa el escandaloso panorama de indecencia, vulgaridad y afán de lucro desmedido en que aparece sumida una parte sustancial de la política española, me vino a la mente la sugerencia de hasta qué punto no sería conveniente que quienes ejercen, o dicen ejercer, de esa forma el oficio de la representación ciudadana se diesen una vuelta por esa ciudad y contemplasen su historia, en la seguridad de que llegarían a conclusiones muy alejadas de lo que son sus pautas de comportamiento y que nada tienen que ver con el servicio público.
Y es que, en cualquier caso, la historia de Almadén es una lección, repleta de mensajes,  que no se olvida.


4 de abril de 2010

Siempre ha habido en el imaginario colectivo un pueblo malvado. El deterioro de la imagen del pueblo árabe en la cinematografía



¡Qué fácil resulta modelar la opinión pública en contra de la imagen de un pueblo al que se quiere deliberadamente denostar! No importa que sus miembros sean diferentes, que los matices entre quienes lo componen sean más que significativos, que las realidades sociales y culturales que en él se dan ofrezcan contrastes evidentes. Cuando el punto de mira se centra interesadamente en la elaboración de una imagen estereotipada de una comunidad, todo vale con tal de simplificar sus perfiles y suscitar de manera nstintiva, sin más complicaciones, el rechazo pretendido. Por este trance han pasado los indios americanos, los judíos, los rusos, los japoneses, cada cual en su momento histórico, cuando convenía a los intereses de los que basaban su fuerza en la humillación y caricaturización del adversario. Es una técnica tan vieja como repugnante, tan manida como miserable.
Ahora ha llegado el momento de colocar a los árabes en la diana de la deshumanización. Ya lo advirtió poco antes de su muerte el gran intelectual palestino Edward Said al señalar que la justificación de los conflictos no puede entenderse sin la banalización y descrédito implacable del adversario, lo que, por otra parte, no es nada difícil cuando se controlan los medios de comunicación y los grandes instrumentos al servicio de la manipulación de la imagen. Construir una imagen estereotipada, subjetiva y tergiversada de personas a las que combatir contribuye a ofrecer soporte a las agresiones políticas, económicas y militares.
Un proceso en el que la responsabilidad del cine es crucial, ya que su impacto en la mentalidad de los espectadores es fulminante, cala sin reacción en los ánimos de la gente, orienta la mentalidad en el sentido que se desea y provoca la creación de referencias simplificadoras y sesgadas que luego es muy difícil eliminar de la percepción que se acaba teniendo de un pueblo en el que, al fin, todos sus miembros son juzgados con el mismo rasero.
En esta tarea Hollywood se erige como una fábrica de manipulación extraordinariamente avezada y eficaz. Basta seguir los ciclos de la filmografia para darse cuenta de hasta qué punto las percepciones de los pueblos diferentes se han ido modelando al compás de lo que en cada momento convenía al pensamiento y a los intereses dominantes. La dicotomía entre los buenos y los malos siempre ha estado omnipresente, ofreciendo una imagen maniquea que insensiblemente ha llevado a optar por los primeros – los mismos de siempre – frente a los otros, donde se concentraba la quintaesencia del mal.
De un tiempo a esta parte, la comunidad árabe es objeto de todas las maquinaciones para que la simple presencia de uno de ellos suscite el rechazo, da igual de donde sea, pero si además es pobre el menosprecio está garantizado. Con rigor y meticulosidad lo ha demostrado Jack Shaheen, Profesor de Comunicación de la Southern Illinois University en un libro - Reel Bad Arabs: How Hollywood Vilifies a People - en el que el autor y su equipo analizan más de 900 producciones cinematográficas y del que se hizo después un documental. Sus conclusiones constituyen una valiosa aportación al conocimiento de la representación mediática de los árabes
Sus conclusiones son llamativas. De las 900 películas analizadas, 12 presentan personajes de origen árabe con rasgos positivos; 50 proyectan ofrecen una imagen más o menos neutral mientras del resto, 838, se deducen representaciones distorsionadas que fuerzan a una imagen totalmente negativa. En concreto, esta visión que suscita el rechazo la asocia el autor a cuatro modalidades de presentación de los personajes. Cito textualmente:
  • “Una combinación de violencia y estupidez: Estos personajes se presentan como agresivos pero ineptos, de un modo que busca la risa fácil y la burla del espectador. Van desde el beduino asaltador de caminos hasta el “terrorista” armado hasta los dientes
  • Hipersexualización: Los árabes están irremediablemente obsesionados con el sexo y en particular con el prototipo de mujer occidental. A menudo esta obsesión les lleva a ofrecer camellos, joyas o formar parte de su harén a las mujeres que pretenden conquistar.
  • Sumisión e hipersexualización de las mujeres: La mujer árabe se presenta como una figura sensual y servicial, sometida al capricho del hombre.
  • Falta de coherencia con el resto del argumento: En la mayoría de las películas analizadas, la introducción del personaje árabe es forzada, como un elemento exótico infalible en provocar la risa. No es una presencia justificada en la mayoría de los guiones”.

El documental lo revela con una claridad meridiana




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