28 de febrero de 2010

¿Tiene algún riesgo el hecho de ser ignorante?

Biblioteca Bodleian. Universidad de Oxford


La experiencia revela demasiado a menudo que nuestra sociedad no se caracteriza precisamente por su nivel de conocimiento y, sobre todo, por la calidad de lo que conoce y cómo lo conoce. Dispone, como nunca, de un sinfín de medios para formarse, para ampliar su cultura, para diversificar los saberes que le permiten disfrutar de aquello que la apetece. Y, sin embargo, el panorama general no invita precisamente al optimismo. Las estadísticas en este sentido son preocupantes: el porcentaje de españoles que leen, al menos, un libro al año no llega al 30 % de la población, los hábitos culturales aparecen en exceso condicionados por las modas o los acontecimientos esporádicos que orientan la llamada “industria cultural” (término aberrante, aunque muy de moda y de connotaciones claramente pragmáticas), mientras se dejan de lado aquellas facetas del enriquecimiento de la mente que requieran algo de esfuerzo o de la propia capacidad de iniciativa, sin menoscabo de los asesoramientos que se necesiten para ello y sin más satisfacción que la que procura formarse en libertad.
En su lugar cobran fuerza insospechada las manifestaciones más lamentables de lo cutre y lo tendencioso. Y no me refiero sólo a esa apoteosis de la vulgaridad hacia la que derivan los entusiastas de los devaneos ajenos, al socaire de figuras "estelares" que son el contraejemplo de la decencia, sino a esa peste en que se han convertido tertulias, tertulianos y tertuleros que, reproduciéndose a sí mismos en una cinta sin fin, dicen, repiten, sobreabundan en las mismas cosas, en idénticos argumentos, sofismas y mentiras, propalados a menudo con un tufo reaccionario que asusta, aprovechando las nuevas plataformas de la TDT, que han hecho de una parte de la televisión un auténtico vertedero de insultos a la inteligencia y a la ética pública. He decidido hace tiempo evitar esos saraos: en la mayor parte de los casos siempre están los mismos, hablan con engolamiento de lo que no saben, presumen de lo que carecen, provocan sin sentido y sólo les mueve la complacencia con "the master's voice" (¿se acuerdan del conocido logotipo de la Deutsche Grammophon?).
Pero para mí lo más lamentable es comprobar, como no hace mucho señalaba Rafael Argullol (uno de los intelectuales más serios de este país y al que nunca verán tertuleando) que los jóvenes universitarios – excepción hecha de los que están al margen de esta tendencia - lamentablemente destacan por ser uno de los grupos con menos interés cultural de nuestra sociedad, lo que explica que no lean la prensa escrita, salvo que sea gratuita, que no acudan a libros ajenos a las bibliografías obligatorias o que no asistan a conferencias si no son reconocidas con créditos útiles para su currículo académico.
Ante esta tesitura cabe preguntarse si se ha llegado, o se corre el riesgo de llegar, a la consideración de que esos desconocimientos no representan problema alguno para los ignorantes, hasta el extremo de que acaben adquiriendo la idea de que la ignorancia es impune, convencidos de que la formación cultural resulta irrelevante para su propia consistencia como personas y de cara a su inserción en la sociedad. ¿Hasta qué punto se acaba aceptando la banalización de los saberes como algo inevitable o, lo que es peor, indiferente en la medida en que el utilitarismo sin matices prima como principio de actuación frente al cuestionable valor del conocimiento, al que sólo se puede acceder de forma crítica y con una dosis de esfuerzo que no se está dispuesto a realizar porque ya “no resulta eficiente”? ¿Hasta qué punto, y salvo que se diga lo contrario y las medidas adoptadas lo neutralicen, la implantación del modelo de Bolonia no corre el riesgo de exacerbar ese proceso, haciendo de la Universidad esa “fábrica de la ignorancia” de que hoy tanto se habla?.

21 de febrero de 2010

Borja Santos Porras nos redescubre, con sentido de la solidaridad y de la belleza, la realidad de Ecuador




Apenas un kilómetro separaba nuestros respectivos lugares de trabajo. Vivíamos en la misma ciudad y posiblemente frecuentábamos lugares de encuentro cultural parecidos, pero en ningún momento se había producido la coincidencia. Sin embargo, el desconocimiento, pese a la proximidad física, quedó poco a poco superado por las posibilidades de la proximidad virtual. Internet descubre escenarios imprevisibles. Gracias a Diego Fernández Magdaleno, persona entrañable y pianista inmenso, y a Javier Sanz Fernández, hombre de filosofía, sensibilidad y buen gusto donde los haya, descubrí casualmente a Borja Santos Porras, de quien, por intuición, enseguida deduje que era persona interesante y que convendría conocer. Trabajaba en Ecuador, encuadrado en la labor humanitaria de Naciones Unidas, se interesaba por el tema, profesionalmente atractivo para mí, de las estrategias frente al riesgo natural, escribía crónicas sobre aquel país andino en El Norte de Castilla, sus imágenes incluidas en el blog eran impactantes.

Es muchísimo más joven que yo, pero la edad no debe ser un obstáculo para la comunicación, la conservación y el disfrute compartido de la palabra. Descubierto en la Red, ambos mostramos interés en conocernos personalmente. El encuentro fue posible a finales del pasado mes de septiembre, cuando, en torno a un café, y con la Plaza Mayor de Valladolid de fondo envolvente, hablamos, hablamos, hablamos…. de América Latina, de la Cooperación internacional, de los riesgos naturales, de la pobreza, de la lucha por la supervivencia a que obliga la pobreza. Hablamos de solidaridad, de esfuerzo, de cultura y, por supuesto, de fotografía.

Tras regalarme su primer libro, del que he hablado en este blog, me manifestó su deseo de efectuar una exposición de su obra fotográfica en Valladolid. Desde el primer momento le animé, le comenté la necesidad de presentar una muestra sobre un país tan desconocido como necesitado de conocimiento, de ofrecer a la sociedad las pruebas reveladoras de un esfuerzo que sólo quien lo concibe con entrega y generosidad puede llevar a cabo. Ya lo tenía bastante pensado, por lo que me limité simplemente a darle ánimos y a ofrecerle mi modesta colaboración por si le pudiera servir de algo. No habia que animarle demasiado. Borja representa, como tantos otros jóvenes, esa “España de la rabia y de la idea” de que habla Antonio Machado y que yo tanto admiro. He seguido expectante el proceso de preparación, lo hemos comentado con cierta frecuencia, le he brindado mi palabra y la ha aceptado.




Hoy, 21 de Febrero de 2010, se ha inaugurado esa Exposición en Valladolid, en la sala del Espacio Joven, un ámbito de cultura concebido para los jóvenes y resultante de la rehabilitación del antiguo matadero. Para mí, que ya peino canas, ha sido una experiencia de rejuvenecimiento muy gratificante. Sala abarrotada en una mañana de domingo “con gotas de lluvia tras los cristales” (de nuevo Antonio Machado), personas de todas las edades, familiares, amigos, curiosos, expertos en el arte de la imagen y, al fondo, una representación de la comunidad ecuatoriana que reside en esta ciudad. Las palabras han brotado, de su boca y de la mía, en un auténtico torbellino. La atención y el respeto inundaban el ambiente, pues la reflexión sobre lo que el evento representaba no admitía ambigüedades. Estábamos ante la realidad que, por medio de una colección de fotografías espectaculares, Borja nos mostraba con una doble intencionalidad: el deleite estético y el descubrimiento de paisajes, gentes y culturas que nos son ajenas y a la vez tan próximas.


Ha sabido ofrecer una imagen de Ecuador que España y el mundo necesitan. Una imagen que al tiempo que nos descubre la belleza de una naturaleza asombrosa, nos pone al descubierto la realidad de nuestro tiempo, de esa realidad de los paises latinoamericanos tan atormentados por la historia, tan maltratados por el mal gobierno y tan visibles, pese a los intentos de ocultar la dureza de sus vidas, que cualquier intento, como con éxito y sensibilidad ha hecho Borja Santos Porras, de ponerlos ante nuestros ojos sólo puede merecer el reconocimiento y la admiración hacia quien nunca vuelve la espalda ante un paisaje, una sonrisa o una miseria con la intención de que no queden relegados al olvido o a la indiferencia.

Esta Exposición no debe quedar limitada a Valladolid. Merece ser difundida y valorada como se merece. La Red abre posibilidades insospechadas en este sentido.

19 de febrero de 2010

La educación en crisis: tensiones, ingratitudes y microviolencias



Una corriente de alarma y preocupación se extiende en torno al futuro de la educación en el eslabón más decisivo del proceso formativo como es el que atiende a la etapa de la adolescencia, ese momento clave de la vida de una persona y del futuro de un país. Siempre es un tema de actualidad, de primerísima importancia; una cuestión que rebasa el interés coyuntural que en un determinado momento puede tener un suceso de especial resonancia para convertirse en un aspecto omnipresente en el debate público y al tiempo reconocido como uno de los pilares sustanciales de las dinámicas sociales, económicas y culturales de una sociedad. Por eso sobrecoge pensar en lo que pudiera subyacer en las tensiones y conflictos que de pronto estallan poniendo en evidencia que algo va mal en el sistema, al no impedir que los procesos desestabilizadores de algo tan algo esencial como son la formación y la convivencia educativa se instalen en nuestra vida cotidiana hasta convertirse en fenómenos más habituales que esporádicos.
Las movilizaciones que en Francia están teniendo lugar como protesta del profesorado ante las situaciones de violencia que se viven en los centros educativos de la periferia de Paris son una muestra palmaria de que el problema ha alcanzado, o puede llegar a alcanzar, una dimensión muy preocupante. Pero no es un hecho aislado. Sabemos que situaciones similares se dan también en otros países europeos (Alemania, Italia, Dinamarca, entre otros) donde los niveles educativos son destacados y forman parte de realidades sociales evolucionadas que siempre han asignado una importancia considerable a la educación. ¿Qué ocurre, por tanto, en la enseñanza para que ocurran sucesos que ponen en entredicho la propia consistencia del sistema?
Probablemente estemos asistiendo a un agravamiento de la crisis educativa como consecuencia de una serie de factores que están operando de manera simultánea. Bien es verdad que en este panorama no podemos dejar de valorar el esfuerzo e incluso el sacrificio que un sector importante del profesorado realiza por mantener la calidad del dificil y siempre ingrato ejercicio de la docencia, aun a costa de su propio bienestar psicológico. Lo sorprendente es que esta labor no siempre se hace con el reconocimiento que merece. Son posturas encomiables que tratan de sobrevivir dignamente en un entorno donde la atención a la enseñanza pública tiende a debilitarse a medida que se reduce el apoyo económico e institucional que debiera – e incluso, como sucede en la Comunidad de Madrid, se halla sometida a un proceso de deterioro cuidadosamente deliberado como reflejo de uno de los ejemplos de incuria educativa más alarmantes – mientras en el panorama hacen acto de presencia otros factores que no pueden pasar desapercibidos.
Magníficamente los ha descrito Rosario Ortega, de la Universidad de Córdoba, al señalar que “no son los hechos vandálicos, normalmente puntuales, graves, condenables y demandantes de políticas claras y seguras contra ellos, lo más importante, con serlo. Es mucho más extenso, y mucho más devastador, para un número más alto de escolares y educadores el fenómeno de la violencia interpersonal, tanto directa como indirecta, y especialmente la que aumenta a ritmo acelerado: la que acontece mediante el uso de las nuevas tecnologías -teléfono móvil y diversos usos de Internet-, redes sociales en las que anida el acoso, la intimidación, la agresión sexual o el cyberbullying, lo que de verdad está dañando a nuestros jóvenes escolares. En nuestro país, son lo que los franceses llaman las microviolencias de los iguales, junto con el nuevo riesgo de violencia que algunos jóvenes son capaces de infligir a sus adultos (docentes y padres-madres), los hechos más preocupantes"
Mucho se está hablando en España del Pacto por la Educación. En los términos en que está planteado el debate previo - y basta seguirlo para darse cuenta de que se trata de un diálogo de sordos - apuesto triple contra sencillo a que el Pacto no tendrá lugar, al menos por ahora. Si no hay un acuerdo previo sobre el apoyo básico que debe merecer la ENSEÑANZA PÚBLICA, el debate ulterior carece de sentido.

13 de febrero de 2010

La justicia española a prueba: envidia, venganza y revancha sobre Don Baltasar Garzón


Cuestionado, admirado, vilipendiado, criticado, reconocido…. todo respecto a él se hace con pasión y vehemencia. Asi son las actitudes, contradictorias, polémicas y rara vez indiferentes, que los ciudadanos muestran hacia Baltasar Garzón Real, el juez de la Audiencia Nacional española con mayor proyección tanto en su país como el mundo. De él se ha dicho de todo. Se le acusa de ser poco riguroso en las instrucciones que realiza, de mostrarse demasiado efectista en sus iniciativas, de buscar la imagen y el relumbrón por encima de todo. No entraré a discutir estas observaciones, que, por lo que he visto, vienen casi siempre moduladas por los cambios de perspectiva y de valoración de quienes, alabándole en exceso cuando les interesa, le llenan, en cambio, de improperios y denuestos cuando sus pautas no se acomodan a lo que a ellos les gustaría que hiciera. Practicando la ley del péndulo oportunista y a la carta, se desacreditan a sí mismos mientras dejan incólume la imagen de un juez que ha logrado sobrevivir a toda suerte de vaivenes, manipulaciones y zarandeos.

Y conseguirá hacerlo de nuevo con brío reforzado. Eso esperamos muchos españoles y muchos en el mundo. Cuando un magistrado del Tribunal Supremo, llamado Luciano Varela, decide admitir a trámite la denuncia de una banda fascista impúdicamente autodenominada Manos Limpias, que, en coyunda con una tal Falange Española (¿pero existe todavía eso?) , arremete contra Garzón por insistir en investigar los crímenes imprescriptibles del franquismo, a sabiendas de que las instancias juridicas a nivel regional o local no están moviendo un dedo con ese fin, la pretensión de los que así actúan no puede entenderse más que movida por una doble finalidad: la de preservar la impunidad de la única dictadura europea cuyos responsables todavía ocupan indignamente lugares de honor en las calles españolas; y la de acabar con el magistrado que ha sabido parar los pies de delincuentes contra los que nadie se había atrevido a poner en el lugar que les corresponde. Si a Garzón hay que atribuirle el mérito de haberse enfrentado al mundo de la droga que todo lo corrompe y al terrorismo de Estado frente a ETA, hay que reconocerle también el coraje demostrado frente a los criminales de esa banda siniestra y la infraestructura de extorsión, propaganda y muerte que sustenta la aventura asesina de quienes siempre han sido los peores enemigos del pueblo vasco.

¿Audacia excesiva, quizá temeridad, adobadas por un ego sobredimensionado?. Qué más da. ¿Es posible avanzar en la historia sin un mínimo de audacia y sin el orgullo de tenerla?. Merced a Garzón la imagen del golpista Augusto Pinochet se hundió en el pozo en el que quedó sumida hasta la desaparición del dictador chileno. A su atrevimiento se debe también el empeño por desentrañar las prácticas corruptas que anidan en la política española, y que ha dado a lugar a instrucciones calificadas de impecables (como lo ha sido la de la tupida red tramada por un tal Francisco Correa) o la defensa del principio de justicia universal que, aunque diluido por el gobierno español, ha logrado poner en evidencia la tragedia argentina durante los años atroces de aquella dictadura miserable y abrir los ojos ante la barbarie de Guantánamo, que nadie debiera olvidar.

Pero, ay, mon Dieu, cuando al juez nacido en la Sierra Morena jienense se le ocurre hacer que la Ley de la Memoria Histórica en España sea algo más que una declaración de buenas intenciones y pone en el punto de mira a los que sumieron al pais en una guerra civil y en una postguerra atroz, entonces hacen acto de presencia las fuerzas sempiternas de la caverna española para pedir su inhabilitación y que se calle para siempre. Y, como ha advertido el magistrado Martín Pallín, que no es ningun aficionado, no se puede esgrimir la Ley de Amnistia de 1977 para invalidar la pretensión de Garzón, dada la naturaleza de los delitos cometidos por Franco Bahamonde y sus secuaces, del mismo modo que la Ley de Punto final que se aprobó en Argentina durante el mandato de Menem ha quedado invalidada por la Ley que considera que los delitos de Videla y los conmilitones argentinos no les exime, como está ocurriendo de ser penalizados por ello. Aventuro que han metido la pata hasta el corvejón. Con su querella y su imputación, la figura de Garzón se acrecienta y robustece a la par que dignifica un panorama judicial donde priman en exceso las sombras sobre las luces.


Y priman las sombras cuando afloran hechos que las acentúan. De pronto sabemos que Margarita Robles, vocal del Consejo General del Poder Judicial y que, según se informa, presume de colocar estupendamente a los miembros de su Asociación, es una de los jueces más obsesionados por tumbar a Garzón y hundirle para siempre. Ningun otro miembro del CGPJ ha secundado tanto encono, lo que es más que sospechoso. La mujer está fuera de sí. Lenguaraz como es, lanza toda suerte de venablos sobre el juez de Torres, como si de un acto de vudú se tratara, dicen quienes la han oido hace bien poco. Furibundamente reclama el mayor castigo y la separación definitiva de la carrera judicial (de 12 a 16 años de inhabilitación, es decir, el fin de una carrera). Su animadversión no admite matices hasta el extremo de formar una alianza firme con Luciano Varela, el juez que alivió la condena del maltratador que dejó a su mujer tetrapléjica con argumentos que indignan al sentido común y a los derechos humanos, para seguir hasta el final el procedimiento de inhabilitación a Garzón. Es obvio que su actitud rezuma odio y afán de revancha, como reacción a la nefasta experiencia que ambos vivieron en el Ministerio de Justicia en la época de Belloch, cuando Garzón sacó a relucir el asunto de los GAL. Y eso sí que no se lo perdona esa juez en pleno frenesí, que se la ha tenido, por lo que se ve, muy guardada. Ha llegado el momento de la venganza, por fin, eso cree ella, a punto de ser satisfecha.

Si ponemos todas las cartas sobre la mesa el puzle resulta sobrecogedor
. ¿No les parece?.

11 de febrero de 2010

El valor de la Historia como poderosa herramienta intelectual: un emocionado recuerdo a la figura y a la obra de Jaume Vicens Vives (1910-1960)



La Historia es el arma más peligrosa que existe”. Al canciller alemán Otto von Bismarck se le atribuye esta frase que conmociona cuando se lee. No es una frase huera, pues encierra una advertencia contundente, la dijera o no: la historia puede ser utilizada para fundamentar posiciones contrapuestas e irreconciliables. Todos tenemos noticia de este riesgo, exacerbado cuando se observa la utilización espuria que con frecuencia se hace de los hechos históricos para dar pretensión de legitimidad a acciones o decisiones que derivan en barbarie o en procesos regresivos para los seres humanos y el propio avance de la Historia. Y es que su falseamiento es, en suma, el mecanismo empleado para dar cobertura a ideas que de otra forma serían tan aberrantes como insostenibles. Las dictaduras de todo pelaje saben mucho de esto.

De ahí la importancia que tiene recuperar hoy la figura del historiador Jaume Vicens Vives con más motivo aún cuando se conmemora el medio siglo de su muerte y el centenario de su nacimiento. Aunque en Catalunya el recuerdo permanece vivo, no quisiera dejar de evocar, para quienes poco o nada han oído hablar de él, lo mucho que significó Vicens Vives en la evolución de la historiografía y en el propio desarrollo de la cultura tanto en Catalunya como en el conjunto de España. Idea igualmente válida en otros escenarios, que en el año actual van a suscitar debates intensos sobre hechos históricos de innegable trascendencia (bicentenario de independencia de la Repúblicas sudamericanas o los cincuenta años de la descolonización de numerosos países africanos).

Mucho tiempo ha transcurrido desde la muerte de Vicens Vives, y posiblemente su huella haya quedado desvaída en el panorama cultural del país. Sin embargo, cuando analizamos la importancia que tiene el conocimiento de la historia en la explicación de los aciertos y los errores del pasado para de ese modo lograr una interpretación lúcida del presente, que permita aprovechar los primeros y evitar los segundos, traer a colación la obra de Vicens no supone tanto un hecho culturalmente necesario sino de probada conveniencia política. Leer de nuevo o releer su Aproximación a la Historia de España, su excelente Industriales y políticos del siglo XIX o su Notícia de Catalunya, censurada por el franquismo, es un ejercicio que reconforta, clarifica y ayuda a entender la utilidad de la historia para afrontar el futuro a partir de un conocimiento riguroso del pasado.
Personalmente siempre he sentido una gran admiración por el historiador nacido en Girona y posiblemente el primer historiador español con reconocimiento internacional. Y la he tenido por dos razones: porque fue quien supo dar a conocer la dimensión de los hechos económicos y sociales en la formación de los pueblos y porque transmitió la idea de que en la clarificación de los hechos históricos nunca se debe partir de apriorismos, de prejuicios, de pretensiones excluyentes, de ideas preconcebidas. Demostró que la historia se construye a partir de los documentos y no de la elucubración sesgada. Entendió la relación entre Catalunya y España con criterios que hoy siguen teniendo plena vigencia. Sorprende ver la poca resonancia que sus lecciones tienen en el ejercicio de la acción política de nuestros días.

Por eso, creo que merecerá la pena visitar la exposición “Jaume Vicens i Vives y la nueva historia” que desde hoy hasta el 21 de Marzo evoca su figura y su obra en el Museo de Historia de Catalunya, situado en la Plaza Pau Vila (el gran maestro de geógrafos Pau Vila) de Barcelona. Poco tiempo, en mi opinión, para disfrutarla en Barcelona, aunque podrá verse también en una ronda que incluye Girona, Roses, Sevilla, Zaragoza, Madrid, Valencia y Baeza, donde en 1939 fue trasladado para cumplir los dos años de depuración sufrida, con suspensión de empleo y sueldo.

5 de febrero de 2010

Los alardes irresponsables de ayer son hoy dolorosas advertencias

La noche se cierne sobre el Palacio de las Ciencias y las Artes de Valencia

Hubo un momento en que nos creimos más que sobrados para hacer lo que nos apetecía. La vida nos sonreia y el mundo – al menos, así pensaban algunos – quedaba deslumbrado a nuestro paso. “España va bien”, decía uno de derechas. "España es el pais donde mayores fortunas pueden hacerse en menos tiempo", bramaba otro que se decía de izquierdas.
Nada que objetar. Las proclamas triunfalistas dominaban el ambiente, la falta de dinero para adquirir lo que se antojaba no era ningún problema, pues quienes lo tenían, es decir, los buenos amigos banqueros, no hacian remilgos para prestarlo durante el tiempo que se quisiera. Los intereses no eran altos y, aunque había que devolver lo prestado, la confianza estaba garantizada. Visión a corto plazo, carpe diem, el hoy nos pertenece, el mañana…. quién sabe. Seguro que también, pues la "ola es duradera", recordaba otro que politicamente estaba en todas partes. Una corriente de optimismo cortoplacista impregnó la vida española como hacia tiempo desconociamos. La corrupción campaba a sus anchas, mientras quienes debían atajarla miraban para otro lado porque estaba mal visto meterse con el listo que triunfaba sin entrar a analizar de qué artimañas se habia servido para ello. Lo terrible es que suscitaba más admiración que rechazo.
Desde el poder no se advertía nubarrón alguno, incluso se alentaba a embarcarse en esa especie de vértigo, que creaba falsas ilusiones, como aquella que no pocos ciudadanos se hacían pensando que de la noche a la mañana se habían hecho millonarios porque la vivienda que habían adquirido por X, en un año valía ya tres veces más. La obscenidad de la riqueza basada en el puro y simple pelotazo especulativo. Ningún rubor impedia presumir de tamaño disparate. Animados por el cotarro, los ciudadanos nos lanzamos a la piscina de la vida obsequiosa, tirando la casa por la ventana, endeudándonos hasta las cejas, asumiendo hipotecas de por vida, comprando lo innecesario, aventurando proyectos que dejaban de ser quiméricos cuando uno se proponía financiarlos confiado en que podía hacerlo sin riesgos.
Entre tanto, y a nuestro alrededor, las administraciones públicas nadaban en la opulencia programática, a base de tirar cohetes "con la pólvora del rey". Nada se les ponía por delante. Aquí y allá, las ciudades se fueron llenando de alardes que dejaban boquiabierta a la audiencia que aplaudía entusiasmada. Palacios de Congresos, Ciudades de las Ciencias, de las Artes, Terras Miticas, Universidades, Auditorios, polideportivos, Museos y más Museos, Artes Contemporáneos a esgalla, ilusiones sin fin. Y eso sin contar con la plétora de asesores, consultores, pensadores, acólitos y turiferarios que llenaban los pasillos de los palacios remozados, mientras alababan las excelencias de quienes les habian nombrado y asegurado sinecuras de por vida. ¿Qué el déficit se elevaba?, ¿qué las cuentas estaban desbordadas?, ¿qué el sentido común se avenía mal con la realidad edificada a base de presupuestos inflados? No importa. Las cuentas del Estado arrojaban superávit, los Fondos Europeos eran un magnífico colchón para soportar la caida, la entrada en el euro nos permitía confiar en que nuestros grandes aliados nos sacarían del apuro si llegaba la ocasión.
Hemos vivido en España por encima de nuestras posibilidades, nos hemos creido más de lo que somos, hemos confiado en nuestro destino en lo universal, no hemos sido vigilantes ante la falta de sinceridad de nuestros políticos pluridotados para la autoestima sin restricciones….. y así nos va.
Sic transit gloria mundi”. De pronto, el ciudadano se da cuenta de que nada era como le habian dicho. Los jóvenes, que ninguna culpa tienen en esta feria de las vanidades, acusan con enorme crueldad los efectos de tanta fantasmagoría. Perplejos y desconcertados, todos miramos cómo se debilitan nuestros bolsillos, mientras no acertamos a entender cómo vamos a afrontar las costosas secuelas de tanto esplendor ficticio. Basta, pues, de debates innecesarios sobre las identidades colectivas, sobre si las provincias sirven o no, sobre si este o aquel atiende mejor o peor mis intereses, sobre las carreras políticas amparadas en las ostentaciones del fútbol….. Ha llegado el momento de la verdad. De esa verdad que tan bien describiera Quevedo, con palabras que sorprenden por su contundente vigencia:

Pues amarga la verdad,
quiero echarla de la boca;
y si al alma su hiel toca,
esconderla es necedad.
Sépase, pues libertad
ha engendrado en mí pereza
la pobreza.
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