Hacia mucho tiempo que no oía hablar del problema del Sahara Occidental en la ciudad en la que vivo. Cuando supe que iba a hacerlo Taleb Alisalem, y además bien acompañado y envuelto en la amplitud del Aula Mergelina de la Facultad de Derecho, pensé que era una oportunidad que no debía desaprovechar. La asistencia fue elevada y muy activa en el desarrollo del debate.
Me resisto a pensar que se trate de una tragedia olvidada, pese a que tanto afecta y afectará siempre a la memoria colectiva de España y los españoles.
Nacido en los campamentos de refugiados saharauis en 1992, Taleb ha dedicado su vida a la defensa de la causa saharaui para evitar, a través de sus obras, que quede sumida en el olvido. De ello, y como señaló en la charla, dio cuenta en Naciones Unidas cuando fue invitado en 2023 a participar en las sesiones dedicadas a los procesos de descolonización que en el mundo siguen sin resolverse. Ha sido galardonado con el Premio "Internacionalización de la causa saharaui" por parte de la Unión de Periodistas, Escritores e Intelectuales Saharauis (UPES).
Durante muchos años la tragedia del pueblo saharaui se ha identificado sobre todo con la terrible situación de los refugiados en los campamentos situados en la Hamada de Tinduf, al oeste de Argelia. Representaban el símbolo de una comunidad expulsada de su tierra, tenazmente defensora de su identidad y dispuesta a los mayores sacrificios mientras esperaba ansiosa, con la paciencia que proporciona el sentirse convencida de sus derechos, el cumplimiento de la legalidad internacional, que simplemente se limitaba, en sucesivas Resoluciones, a plantear, mediante referéndum, el fin del proceso vergonzosamente iniciado con la ocupación por la fuerza en 1975. Hoy se sabe ya que aquella "marcha verde" que invadió el territorio español y que forzó al llamado Acuerdo de Madrid de cesión del Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania fue apoyada, tras consulta, por Estados Unidos durante la presidencia de Gerald Ford, culminando en una de las experiencias internacionales más ignominiosas del último cuarto del siglo XX. Obviamente aquel Acuerdo fue considerado ilegal a todos los efectos. Ha supuesto un baldón en la Historia contemporánea de España.
El asunto quedó zanjado hace tres años. Alisalem recordó que el 19 de marzo de 2022 el Gobierno de España dio un giro histórico a su política exterior al anunciar la decisión de que la ex colonia española del Sáhara Occidental se convirtiera en una región autónoma dentro de Marruecos, posición defendida por Rabat. «España considera que la iniciativa de autonomía es la base más seria, realista y creíble para la resolución de este diferendo», dijo el ministro español de Asuntos Exteriores, utilizando los mismos términos que el comunicado emitido al propio tiempo por el Gobierno marroquí.
La historia de España y de sus relaciones internacionales siempre ha estado muy condicionada por el Norte de África. El Estrecho de Gibraltar y el Mar de Alborán han sido escenarios permanentes de tensión y de conflicto. La experiencia norteafricana española ha sido históricamente desastrosa. Y eso lo dice uno que hizo la mili, como artillero de costa, en Ceuta, con el Djebel Musa en el punto de mira.
De ahí el valor y la importancia que tiene la política de cooperación planteada con la seriedad y la fiabilidad que corresponde a un Estado como España. Sin entrar en detalles, ha sido un error abordarla como el resultado de una decisión cuasi personal como la acometida por el Presidente del Gobierno, cuando lo lógico es ponerla en práctica sobre la base de un gran acuerdo de Estado, debatido en el Parlamento y así percibido por la comunidad internacional. Cuando los países concernidos no lo ven de esa manera, la imagen de debilidad está servida.
Al no hacerlo así, y así se vió en la sesión parlamentaria de ayer, el desaguisado se muestra considerable. Un quilombo cojonudo, del que solo sale beneficiado el chico gordito de Hassan II. El Sáhara abandonado bajo la férula marroquí, Marruecos chuleando por sistema y mostrando una arrogancia insufrible y de efectos imprevisibles hacia su vecino del Norte y, algo muy grave, Argelia en franca discordancia con los intereses españoles. Nadie sabe lo que puede pasar, pero el panorama allende el Estrecho no pinta nada bien. No hay en Europa ningún país en esta tesitura. La pertenencia a la Unión Europea supone una garantía de salvaguarda de los intereses de España en situación tan critica.
Niños saharauis en el aeropuerto de Villanubla (Valladolid), a punto de regresar a sus lugares de vida en el exilio. Verano de 2009
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Durante muchos años la tragedia del pueblo saharaui se ha identificado sobre todo con la terrible situación de los refugiados en los campamentos situados en la Hamada de Tinduf, al oeste de Argelia. Representaban el símbolo de una comunidad expulsada de su tierra, tenazmente defensora de su identidad y dispuesta a los mayores sacrificios mientras esperaba ansiosa, con la paciencia que proporciona el sentirse convencida de sus derechos, el cumplimiento de la legalidad internacional, que simplemente se limitaba, en sucesivas Resoluciones, a plantear, mediante referendum, el fin del proceso vergonzosamente iniciado con la ocupación por la fuerza en 1975. Hoy se sabe ya que aquella "marcha verde" que invadió el territorio español y que forzó al llamado Acuerdo de Madrid de cesión del Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania fue apoyada, tras consulta, por Estados Unidos durante la presidencia de Gerald Ford, culminando en una de las experiencias internacionales más ignominiosas del último cuarto del siglo XX. Obviamente aquel Acuerdo fue considerado ilegal a todos los efectos. Un baldón en la Historia contemporánea de España.
Sin embargo, lo que está ocurriendo en noviembre de 2010 aporta una dimensión nueva que, además de mostrar la gravedad de las condiciones en que se encuentran los saharauis que habitan el territorio ocupado, desbarata por completo los argumentos engañosos de Marruecos y las opiniones que desde Europa secundan las pretensiones de ese gobierno autocrático al proponer una opción que la comprobación de los hechos revela tan ofensiva como insultante. El ofrecimiento marroquí de sustituir el referéndum exigido por la ONU por un plan de autonomía constituye una afrenta cuando se observan las razones que han dado origen a la instalación del campamento en las proximidades de El Aaiun, la violencia con que ha sido desmantelado, la represión, el amedrentamiento y los saqueos sufridos por la comunidad saharaui y, lo que no hay que pasar por alto, la manipulación informativa propiciada por la imposibilidad de acceder a la capital del Sahara Occidental para conocer lo ocurrido y dar cuenta de ello a la comunidad internacional.
Pues, ¿qué fiabilidad, qué garantía, tiene un plan de autonomía aplicado a un territorio que ha sido agresivamente colonizado y cuyos residentes originarios aparecen sometidos a un proceso de marginación que les convierte en súbditos discriminados, sin posibilidad de acceder a los mismos derechos que se otorga a los ocupantes? ¿qué confianza, qué credibilidad, merece un país que vulnera los derechos a la información y a la verificación de lo sucedido, demostrando con arrogancia inadmisible un desprecio absoluto a las normas que regulan la libertad de expresión y el derecho a una información veraz, máxime cuando hay pruebas evidentes de violencia y maltrato?
Tinduf,Gdeim Izik. He ahí dos lugares que se unirán para siempre en la historia de la infamia y en la vulneración de los derechos humanos. Por si faltara una muestra más de la magnitud en que se plantea la tragedia saharaui, ya no hay duda que valga. Todo ha quedado en evidencia: tanto los exiliados como los residentes conforman una comunidad que siempre será maltratada por Marruecos. El colonialismo ha quedado en evidencia a través de la usurpación de los derechos y las propiedades. En el Sahara Occidental lo mismo que en Palestina. Dos situaciones que se entrelazan mientras los grandes del mundo asisten impávidos y cobardes a la ceremonia implacable de la destrucción. De ambas me he ocupado varias veces en este blog, pues son causas que defiendo de manera decidida.
Y, por lo que respecta al Sahara Occidental, a la tierra de Saguia el Hamra y Río de Oro,no cabe otro sentimiento que el que mezcla la solidaridad con la decepción. Solidaridad que será larga pues la batalla se muestra interminable. tras siete lustros de ilegalidad impune. Y decepción brutal y desconsolada ante lo que estamos viendo: silencios clamorosos en los cuatro vientos, muestras indecentes de hipocresía, ningún atisbo de condena ni denuncia de los hechos (salvo las honrosas excepciones de los Parlamentos de Andalucía y Navarra), miembros del gobierno español que se contradicen con declaraciones lacónicas y de circunstancias sin saber qué más decir, visitas vergonzantes a Argelia para aplacar al Frente Polisario, declaraciones contemporizadoras y elusivas del problema, Unión Europea sumida en sus aspavientos sin rumbo, en manos de liderazgos mediocres, mientras consiente con todo lo que debiera indignar su personalidad tradicionalmente defensora de los derechos humanos, intelectuales de fuste a los que solo interesa destacar “au dessus de la mêlée”, tertulianos de rabia incontenible que apenas mascullan vaguedades cuando de la catástrofe se trata, infomativos de la televisión pública que relegan la noticia al cuarto plano. Miseria por doquier, adobada de mala conciencia que fuerza a bajar la vista y hundir la cabeza. ¿Sensación de impotencia, olvido deliberado, hastío incontenible?
Ningún Estado reconoce la soberanía del Reino de Marruecos sobre el Sahara Occidental. Después de 35 años de ocupación ilegal y por la fuerza, sigue siendo el único territorio en el mundo pendiente de descolonización, mientras permanece incumplida la Resolución de Naciones Unidas que obliga a la celebración de un referéndum de autodeterminación que ponga fin a la situación de inseguridad jurídica en que se encuentra un territorio que sigue aún bajo la administración española. Mientras tanto, el acoso y la humillación no cesan. Tanto en el exilio como en la zona sometida a ocupación.
A medida que se conoce la situación de los saharauis residentes en el territorio ocupado, la indignación se acrecienta, porque ya no ha lugar a la sorpresa. Lo que está sucediendo en estos momentos clama al cielo y no hace sino acumular, experiencia tras experiencia, demostraciones más que suficientes de que la política de Marruecos sobre el Sahara Occidental se basa en tres ejes permanentes: marginación de los saharauis, relegados a la precariedad y el abandono, represión sin límites hacia cuantos defiendan la causa justa del pueblo sojuzgado y expolio permanente de los recursos. ¿Qué más argumentos cabe esgrimir para que al fin el mundo exija a Marruecos que cumpla la legalidad internacional? ¿Porqué no se le aplican con la misma contundencia las medidas utilizadas contra aquellos gobiernos que han incumplido también las normas internacionales e incluso se ha sometido a sus dirigentes al Tribunal Penal Internacional? Nada parece inmutar al jefe del Estado marroquí: mientras mantiene en un guetto a la población acampada en condiciones infrahumanas en el campamento de Gdeim Izik, aprovecha la ocasión para reclamar la parte del territorio saharaui en poder del Frente Polisario, mostrando una arrogancia tan insultante como mezquina.
Tanto ha sufrido el pueblo saharaui, tanto ha sido el menosprecio vivido por los españoles solidarios con ese pueblo, tanta la ignominia padecida dia a día, tanta la desesperanza… que resulta difícil resistirse a la reclamación de que otras voces se unan a las nuestras para encontrar la salida que ponga fin a uno de los episodios más trágicos de la geopolítica mundial en nuestros días. Y si esas voces poseen la resonancia que merecen, serán coherentes con lo que pretenden en este mundo de problemas irresueltos, evitando posiciones críticas selectivas y el empleo de distintas varas de medir frente a la injusticia y la violencia.
Por esa razón, y tras casi siete lustros de vergüenza, ¿no sería el momento de que el papa de Roma aprovechase el interés y el celo que muestra por cuanto sucede en este país, que tanto le aflige pese a que tanto le da, para hacer oir su voz reclamando justicia y respeto hacia el pueblo saharaui? Y ya que el flamante Premio Nobel 2010 ha dejado por escrito su inequívoca voz de denuncia contra la colonización del Congo y la explotación de la Amazonia peruana en su excelente El sueño del celta, ¿no parece llegado el momento también, como ciudadano español que es, de que Mario Vargas Llosa reclame, con la rotundidad y fuerza con que lo hace para otros escenarios, el cumplimiento de la legalidad internacional y la defensa de los derechos humanos allí donde, como en el espacio que nos ocupa, están conculcados hasta extremos inconcebibles?
Don Alfredo Pérez Rubalcaba, Ministro de Interior de España, se reune en Rabat con su homólogo marroqui para resolver la tensión en Melilla. Sonrisas y buenas palabras. Hasta la próxima.
La política exterior del Reino de Marruecos se sustenta, en mi opinión, sobre cuatro pilares: sumisión plena a los intereses de las grandes potencias, con especial cuidado hacia Estados Unidos; vinculación estrecha con Francia, como principal valedor ante la Unión Europea y socio privilegiado desde el punto de vista económico; distanciamiento y proximidad calculados, según convenga, respecto a las estrategias del mundo árabe y, last but not least, puesta en escena de actitudes provocativas hacia España, que obligan a la negociación – siempre mediante desplazamientos de los gobernantes españoles a Rabat – para recuperar la calma no sin antes haber dado muestras de que el que el marca la agenda de las relaciones a ambos lados del Estrecho es el hijo de Hassán II, de nombre Mohamed VI. Ciertamente los vínculos con España se inscriben en un panorama de anomalía permanente, de inestabilidad letal, que roza el chantaje y establece las pautas a seguir bajo el estigma de la amenaza periódica y siempre imprevisible.
Lo sucedido en Melilla este mes de agosto es buena prueba de ello, por más que los dirigentes del Partido Popular, secundados en el Congreso por la inefable Rosa Diez, hayan tratado de sacar tajada sin percatarse – o, en todo caso, para servirse de ellas de forma oportunista - de las artimañas utilizadas allende el Mar de Alborán. Y lo mismo cabe decir de la brutal represión sufrida el 29 de este mismo mes por los ciudadanos que, procedentes de Canarias, han clamado en El Aaiun por el derecho a la libertad del pueblo saharaui y contra la ocupación ilegal por parte de Marruecos de un territorio que no le pertenece, tal y como recoge el Derecho Internacional. Con frecuencia acuden desde las islas personas que apoyan la causa de un pueblo sojuzgado, pero nunca como hasta ahora se ha dejado ver la violencia como reacción y escarmiento. No se les ha detenido, simplemente se les ha golpeado con saña para demostrar quién es quién en esta causa cuya irresolución ofende la dignidad humana.
¿Porqué ha ocurrido todo esto? ¿Hay alguna relación entre lo de Melilla y lo del Aaiun? Personalmente entiendo que sí. Ambas situaciones son el reflejo de sendas provocaciones destinadas a ser entendidas como advertencias severas de lo que puede volver a ocurrir si España no acepta el plan de autonomía del Sahara Occidental que, en contra de Naciones Unidas, Marruecos pretende poner en práctica de forma inmediata con el propósito de que la ocupación del Sahara quede legitimada para siempre. España sigue siendo un escollo en este proceso, ya que, pese a las muestras de pleitesía que los gobernantes españoles brindan periódicamente en Rabat, no está claro el apoyo que Marruecos pretende, ante el rechazo mayoritario de la sociedad española a ceder la soberanía de un territorio que fue ocupado por la fuerza y que está obligando a vivir a la población saharaui en condiciones inhumanas desde hace 35 años.
No es, a mi juicio, la situación de Ceuta y Melilla lo que a Marruecos le preocupa – máxime cuando los flujos comerciales y de personas que se producen en ese contexto tan singular resultan beneficiosos para la población marroquí – sino la posesión plena, sin fisuras, del Sahara Occidental aceptada por la comunidad internacional a través de la fórmula de la autonomía diseñada ad hoc por Rabat. De ahí el sentido que tienen estas manifestaciones hostiles hacia España o los españoles, con el fin de que no se pierda nunca de vista quién controla los tiempos, las situaciones y la secuencia del conflicto.
A la vista de lo sucedido cunde el pesimismo, por cuanto la sola posición española nunca bastará para dar al problema del Sahara Occidental la solución legalmente prevista desde hace mucho tiempo. España está aislada en esta batalla, en la que los gobiernos se hallan atados de pies y manos mientras la Unión Europea, y particularmente Francia, no demuestren una postura solidaria en ese sentido. Y, desde luego, Francia no la va a ofrecer porque un tupido entramado de intereses y complicidades enlazan a Marruecos con su antigua metrópoli. Mucho me temo que lo que ha sucedido este mes de agosto vuelva a ocurrir hasta que el gobierno español, tan dispuesto a viajar para templanza del vecino del Sur y a hacer declaraciones - elocuentes y patéticas las palabras exculpatorias de Moratinos y Valenciano - que jamás incomoden al soberano de la blanca chilaba, acepte que lo que este desea hacer con el Sahara Occidental ya no tiene vuelta de hoja. Y sobre todo cuando no son escasas las voces que en los cenáculos del poder aconsejan claramente en esta línea, como ya he comentado en este blog.
Otra cosa bien distinta es lo que pensemos los numerosos españoles que consideramos que la responsabilidad histórica de España en el Sahara Occidental no debe culminar en la ocupación ilegal del territorio del que fuimos responsables, y al que abandonamos a su suerte.
Esta entrada ha sido traducida al francés en el blog Diaspora Saharaui
Era previsible que, tras la experiencia vivida a raiz de la huelga de hambre de Aminetou Haidar en territorio español, la cuestión del Sahara Occidental iba a cobrar nuevos bríos y suscitar un debate que, oculto durante mucho tiempo, emerge ahora con fuerza para poner al descubierto las posturas no siempre coincidentes que existen en la sociedad española sobre un tema tan sensible. La polémica no ha hecho más que comenzar, aunque es probable que tenga un recorrido largo ante el cariz que están tomando los argumentos esgrimidos por quienes consideran que lo mejor que le puede pasar a ese territorio irredento es que pase a formar parte definitivamente de Marruecos porque, según ellos, es la opción que más conviene a los intereses españoles.
De todas las opiniones vertidas en esta línea, la que mayor consideración me merece hasta ahora es la expuesta por Don Máximo Cajal, que la ha manifestado en el diario El Pais (11.Enero.2010) en un artículo que no debe pasar desapercibido. No es cualquiera el Sr. Cajal. Es embajador de España, representante de nuestro pais en Guatemala cuando se produjo en Enero de 1980 el asalto de la embajada, y una persona estrechamente vinculada al Partido Socialista e inequívocamente comprometido con la causa de los derechos humanos. Su opinión debe, por tanto, ser tenida en cuenta, tanto por la personalidad de quien la plantea como por la envergadura del tema planteado.
Sin embargo, y como es lógico, sus puntos de vista no están libres de la crítica que razonablemente puede hacerse en torno al argumentario por él desarrollado. Lo que defiende gravita sobre una idea básica y recurrente: no siendo Argelia un país de fiar, cualquier posibilidad de que el Sahara Occidental pueda ser un Estado independiente debe crear temor, pues sería un apéndice de Argelia, que pondría en peligro la estabilidad de Marruecos y las expectativas de Canarias como región española. Dicho de otro modo, puesto que hay que optar entre dos Estados dominantes, optemos por Marruecos, que es el que más nos interesa y del que nos fiamos plenamente. Marruecos forever. La realpolitik por encima de todo.
Sobre esta base descansa todo lo demás: el Sáhara Occidental nunca ha sido, según él, el germen de un posible Estado, se trata tan sólo de “250.000 kilómetros cuadrados de arenal en el bajo vientre marroquí” (sic), “la reivindicación saharaui es inviable” y "su identidad artificial", de modo que el hecho de que la RASD pase a formar parte de la Comunidad Internacional supondría “una amenaza añadida a las que ya ponen en riesgo la seguridad de España”, por cuanto lo que defiende Argelia “es contrario al interés nacional de España”.
Mientras su decantación por Marruecos frente a Argelia le lleva a recordar la época en la que este pais acogía a los movimientos independentistas de Canarias, algo que ocurrió en los años setenta y de lo que ya nadie habla (¿alguien en su sano juicio puede pensar actualmente en riesgos de independentismo canario, alentado por Argelia?), omite, sin embargo, la estrecha relación comercial (decisiva desde el punto de vista energético) y de normalidad política que ahora existe con ese país, así como los numerosos y reiterados chantajes y desplantes practicados por Marruecos frente a todo lo que tenga que ver con la presencia española en el Norte de Africa. La vecindad con Marruecos, como bien sabemos, siempre ha sido muy complicada y nunca ha ofrecido garantías de seguridad con perspectivas duraderas. De eso he hablado ya varias veces en este blog.
Tampoco menciona el Sr. Cajal de qué manera se apropió Marruecos del territorio saharaui en 1975, evita toda referencia a la dimensión e importancia de las riquezas naturales de que dispone ese espacio (¿habría Marruecos hecho lo que ha hecho si se tratase sólo de un arenal improductivo y de una costa sin uno de los bancos de pesca más importantes del mundo?) y, lo que es más sorprendente en un diplomático, no alude una sola vez las resoluciones de Naciones Unidas sobre el problema ni al hecho de que en estos momentos ningún país del mundo reconoce la soberanía marroquí sobre el territorio del Sahara Occidental. Bien es verdad que, en un alarde de sinceridad, admite que le gustaría que Marruecos fuera un Estado más garantista en materia de derechos humanos y que la autonomía ofrecida al Sáhara “solamente es creíble, y por ello aceptable, en un régimen de auténticas libertades”, que, desde luego, y él mismo lo reconoce, no se da.
Entonces, ¿en qué quedamos?. ¿Qué criterios deben primar a la hora de definir lo que ha de ser el Sahara Occidental, cuyas perspectivas como Estado no difieren de las que tenían la mayor parte de los Estados africanos antes de la independencia?. La contradicción, muy condicionada por el maniqueismo obsesivo que sustenta la argumentación, acaba primando en la postura defendida, aunque, a la postre, acabe irritando, y mucho, cuando el sr. Embajador, en un alarde de ignorancia (quizá más que de inhumanidad), se permita decir que, debido a la ayuda del vecino argelino, “desde hace más de tres décadas, (Argelia) permite que en su interior malvivan las decenas de miles de saharauis acampados en Tinduf”. Como si los campamentos de refugiados fueran una opción a la que Argelia ha obligado en vez de un exilio forzado por una ocupación ilegal y vejatoria que sume a todo un pueblo en la mayor de las ignominias, en contra precisamente - lo que para un diplomático no debiera ser cuestión baladí - de la legislación internacional.
Nada se le ha concedido graciosamente. Ni generosidad ni humanitarismo hay en la postura de quien ha decidido abrir las puertas, durante más de un mes cerradas, de El Aaiun. Ha sido el clamor de la sociedad española, la movilización que se ha hecho en torno a la figura dolida y humillada de Aminatou Haidar, la insistencia en que tal aberración no podía continuar, la advertencia de que nada sería igual si muriese... todo ha contribuido a que, al fin, se hayan puesto en marcha los resortes del poder encargados de zanjar cuestiones que nunca debieran haberse planteado. Aminatou vuelve a casa, porque muchos y muchas lo hemos querido así. Cuando la sociedad hace oír su voz, acaba siendo escuchada.
Vuelve porque tenía que volver, porque su muerte hubiera demostrado niveles de degradación de la política y un costo de imagen y prestigio que nadie hubiera estado dispuesto a asumir en los paises con capacidad para poner fin a esa tragedia. Vuelve a casa, a su hogar, con su familia. Regresa con dignidad, sin pedir perdón a nadie. Que su vida y su intimidad sean respetadas. Que pronto recupere la salud. Misión cumplida. Enhorabuena a todos. Pero la causa saharaui sigue donde estaba, aunque la historia de ese territorio maltratado escriba hoy, con el regreso de Haidar, una página memorable.
Has vuelto a tu tierra, que sigue siendo tuya,
tierras del desierto, de soles implacables, de vientos que no cesan,
tierras que miran al mar desde lo profundo de África
tierras que España abandonó a su suerte
y que fueron arrebatadas con violencia, pánico e ilegalidad.
Así se mantiene
Sentirás en tu piel los aires de El Aaiun, las puertas abiertas,
la sensación de la dignidad recuperada, el respeto de tu pueblo,
la admiración sincera de un mundo que no quiere renunciar
a las causas nobles que dan sentido a una vida justa.
Volverás a ver la luz tamizada entre la bruma
Has vuelto a Saguia el Hamra, “la acequia roja”, y el Rio de Oro,
Territorios que formaron y dan forma al Sahara Occidental
Objeto de codicia, lucro sin mesura que nadie contiene,
mientras todo un pueblo lucha por sobrevivir en medio de la desolación,
la pobreza, la fatiga y la esperanza.
Desde el Atlántico a Tinduf una voz rotunda se rebela contra la injusticia.
Es la voz que emerge del fondo del desierto, y que el mundo reconoce
Somos muchos los que en todo el mundo estamos siguiendo, paso a paso, tu gesto de bravura. Y somos muchos los que creemos que estás siendo elogiada, día a día, por el odio de los que te odian.
Personas como tú nos ayudan a vivir de acuerdo con lo que la conciencia nos dicta, sin obedecer a lo que la conveniencia nos manda. Personas como tú nos ayudan a confirmar que la lucha por otro mundo, el otro mundo posible que este mundo lleva en el vientre, no es, nunca será, una pasión inútil.
Muchas gracias, compañera. Te amamos muchos, y yo soy uno de esos muchos.
Eduardo Galeano
La heroína de la libertad
Decidió sentarse en un limbo
exigir su libertad
romper las cadenas del muro
acabar con la hipocresía de los cobardes
invitar a los valientes
para que abran sus brazos.
Sus pequeñas manos
sus ojos diminutos
su cuerpo menudo
envuelto de esperanza y libertad.
Miró a las lágrimas del mar
y abrazó las dunas del Sáhara.
Ella volverá, llena de sueños
derrumbará la cadena de los verdugos
y gritará con la impotencia de su cuerpo:
dejar que el siroco abrace Lanzarote
dejar que vuelva a El Aaiun
el siroco no morirá de hambre
morirá en la cárcel de la ignominia
y el crimen perfecto.
Se ha dicho tanto ya sobre la terrible situación que está viviendo Aminetu Haidar que las palabras se han convertido en mensajes reiterados que se desvanecen en el aire. Se trata de una mujer enferma, en huelga de hambre desde hace veintitres días, abandonada a su suerte, arropada por una sociedad que ve en ella la personificación de la tragedia saharaui, pero que se muestra impotente ante la brutalidad, la arrogancia y la miseria de un Gobierno - el de Marruecos - que la ha humillado, nos ha humillado a todos, hasta la vergüenza. Como delito de“lesa humanidad” ha calificado la Audiencia Nacional española lo que Rabat está haciendo contra los derechos de esa mujer, que simplemente desea regresar a su tierra con la legitimidad que la otorga el hecho de que esa tierra es suya, y no del ocupante ilegal, que se apropió de ella y que la mantiene usurpada y expoliada en contra de la legalidad internacional.
Basta ya. Al impedirla regresar a El Aaiun en un vuelo que ya estaba preparado y que en el último minuto fue vetado, Marruecos se mofa descaradamente de España, de la comunidad internacional, de los derechos humanos y de la decencia moral para convertir a esta situación en un callejón sin salida, en un laberinto kafkiano y miserable, que, de mantenerse así, acabará seguramente con la vida de esa persona, cuya salud se halla muy resentida. Hay quienes en España opinan que lo mejor es estar callados, no molestar al vecino del Sur, evitar que se enfade y persista en su actitud vejatoria. Los hechos demuestran que da lo mismo, pues nada le inmuta: el gobierno español se ha mantenido en una actitud casi resignada y sus gestiones con los marroquíes no han pasado de las meras peticiones de clemencia, que, por lo que se ve, han sido objeto del mayor de los desprecios.Nada hay que esperar ya de Marruecos, insensible a la tragedia de los saharauis y convencido de que nada ni nadie en las grandes esferas del poder mundial le va a cuestionar su actitud. Un indigno silencio cómplice se cierne sobre el tema, indiferente ante un Gobierno que recurre al chantaje y a la insolencia.
He ahí la raiz del problema: la indiferencia de los grandes del mundo y, por ende, su complicidad tácita con un régimen que en el tema del Sahara contraviene desde hace 34 años el derecho establecido. Ahí tenemos a la Unión Europea, silente y complacida, mirando para otro lado, celebrando sus fastos sin mirar al Sur, satisfecha de las relaciones privilegiadas con su socio alauita, al que jamás ha hecho el más mínimo reproche. Que sepamos el sonriente Banki-Moon, secretario general de la ONU, cuya intermediación se ha solicitado,no ha dicho aún esta boca es mía, mientras los nuevos gobernantes de Washington se desinflan ante una cuestión que prefieren mantener lejos. Que nadie espere del hiperactivo Sarkozy, el hombre relámpago o soufflé (por estentóreo, artificioso y fugaz) al que no se le pone nada por delante, el más mínimo comentario sobre el tema. En fin, una vergüenza, una ignominia, la degradación de la ética y de los principios que dieron origen y significado hace sesenta años a la Carta de Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos.
Aminetu Haidar ha sido de nuevo rechazada y humillada, y con ella toda la comunidad saharaui y todos cuantos en el mundo defienden los derechos fundamentales de la persona. ¿Es que su nombre causa pavor en Marruecos o simplemente se ha convertido en un pulso cínico y vergonzante que el primo Mohamed VI está dispuesto a ganar a toda costa sabiendo que los que pinchan y cortan en el panorama internacional no le van a exigir nunca el respeto debido a una persona que desfallece ni menos aún el cumplimiento de las obligaciones inherentes al Derecho Internacional, que en otros casos han derivado en procesos por genocidio y delitos de lesa humanidad y en exigencias implacables?.
En Enero España asume la presidencia de la Unión Europea. ¿Va a tolerar que esto siga sucediendo?. O ahora o nunca.
Nunca se habia puesto a prueba con tanta claridad, y a plazo de resolución necesariamente corto, la postura del Gobierno español respecto al problema irresuelto del Sahara Occidental, en el que tanta implicación España ha tenido y tiene. Normalmente todo se había limitado hasta ahora a efectuar declaraciones más o menos bienintencionadas, a lanzar al viento palabras complacientes de cara la galería, a invocar las razones de Estado como justificación de lo que parecía inevitable, aunque señalando que el corazón era sensible a la tragedia de los expulsados de su tierra, hace ya 34 años.
Miguel Angel Moratinos, ministro español de Exteriores, se ha hecho eco de esta actitud equidistante: “Siempre hemos apoyado la causa saharaui y siempre hemos defendido las mejores relaciones con Marruecos”. ¿Es eso posible en torno a una cuestión tan flagrante y de perfiles tan nítidos?, ¿podemos encontrar en el discurso político manifestación más elocuente de una ambigüedad que, a la hora de los hechos, inevitablemente conduce al alineamiento pleno con el gobierno de Marruecos en su decidido propósito, y con el interesado y coactivo apoyo de Francia, de eludir las resoluciones internacionales que insisten en la celebración de un referéndum de autodeterminación en la antigua colonia española?.
Basta ya de equidistancias y retóricas vanas , que siempre favorecen la razón del más fuerte. Ha llegado el momento en el que las palabras, que el aire al fin se lleva, han perdido sentido a medida que los hechos, con su contundencia habitual, imponen, cuando se presentan, la necesidad de definir una postura inequívoca. Urge tomar decisiones que decanten la politica en la dirección que realmente se defiende, sin equívocos ni medias tintas.
Y ha sido una mujer la que va a obligar a despejar esta contradicción en que ha estado sumida la política española.
Aminatou Haidar, firme luchadora por los derechos del pueblo saharaui, fue expulsada de su tierra por el gobierno de Marruecos y obligada a exiliarse en España (en la isla canaria de Lanzarote) con la aquiescencia del gobierno español, que forzó su entrada en el país careciendo de pasaporte y de permiso de residencia. De esta forma, Madrid se plegaba a la presión de Marruecos, asumiendo un papel de comparsa que contraviene la legislación internacional. Para zanjar tan espinosa situación el Ministerio español de Exteriores ha ofrecido, deprisa y corriendo, la nacionalidad y el pasaporte españoles a la Sra. Haidar, que los ha rechazado, poniendo así en evidencia lo artificioso de una solución que conculca lo que esta mujer sarahui persigue y a lo que, al parecer, no está dispuesta a renunciar: vivir en El Aaiun, en su ciudad natal, en su territorio arrebatado, al servicio de una causa a la que ha dedicado lo mejor de su vida. Algo tan simple y digno a la vez como defender el derecho a vivir libremente en su tierra usurpada.
La papeleta que tiene ante sí el gobierno español es de consideración. Rechazada por Haidar la ciudadanía española, expulsada por Marruecos y en actitud de huelga de hambre prolongada, sólo cabe una medida enérgica y contundente: exigir a Mohamed VI, a quien nunca se ha reprochado nada sobre su incumplimiento sistemático de los derechos humanos, que permita con todas las garantías el regreso de Aminatou Haidar a su pais, al territorio al que ha dedicado su vida, su lucha y su salud y del que es natural. Una medida tan elemental como cumplir la carta de Naciones Unidas y el derecho de todo ser humano a residir en su patria.
¿Quién puede mostrarse indiferente cuando sus ojos perciben el expolio a que se ven sometidos los débiles, impotentes para hacerlo frente?, ¿dónde quedan los principios más nobles al observar que la indiferencia respecto al latrocinio cometido solo conduce a perpetuar la explotación y, lo que es peor, a legitimarla ante quienes impunemente la practican?.
Nunca lograremos los españoles liberarnos de la ignominia histórica hasta que no mostremos con toda nuestra energía el rechazo a cuanto está haciendo el reino de Marruecos en el Sáhara Occidental. Tenemos una deuda con ese pueblo que nunca acabaremos de resarcir porque nuestros gobernantes pretenden mostrarse ajenos a una realidad que les incumbe y que, hagan lo que hagan, siempre pesará en su contra cuando traten de esgrimir la aparente brillantez de los servicios prestados en su país y en el mundo.
Que no me vengan con pamplinas: la imagen de los refugiados saharauis de Tinduf y la brutal represión a que este pueblo está sometido en la zona ocupada desde hace más de tres décadas no se borrará jamás de la hoja de servicios de quienes han gobernado España desde que miserablemente se rindió ante las presiones de Marruecos para hacerse con el Sáhara violando el Derecho internacional y los Derechos Humanos más elementales.
A nadie debe sorprender que la ocupación no pretenda otra cosa que el expolio sin contemplaciones de sus recursos naturales. Con la complacencia e incluso colaboración de la Unión Europea, empresas que disimulan sus nombres para que nadie les impute la ilegalidad cometida, se afanan en explotar las riquezas sobre las que el gobierno marroquí no tiene otro derecho que el que impone la fuerza.
Firmas pesqueras españoles faenan en esos caladeros sin ningún rubor mientras consorcios empresariales de filiación europea y de otras partes del mundo se encargan de comercialización de los fosfatos de Bu Craa, razón de ser principal de la persistencia de Marruecos en un territorio que sólo sirve a la codicia. Los datos son demoledores: según PhosBucraa, firma explotadora del mineral, en 2008 se extrajeron 2,4 millones de Tns. de fosfatos, por un valor total de 682,6 millones de euros. Es una cifra casi veinte veces superior a la ayuda recibida (38,3 millones de euros) por los refugiados saharauis en el desierto argelino, lo que equivale, para una población de 160.000 personas, a tan sólo 0,66 euros por persona al día. Es decir, por debajo del nivel que Naciones Unidas considera de pobreza extrema.
¿Quién puede mostrarse indiferente ante tan terrible realidad?
Casualmente he tenido la ocasión de leer hace unos días la intervención del Rey marroquí con motivo de la conmemoración del 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que en su día comenté en esteblog. Me ha picado la curiosidad saber de qué habló el hijo de Hassan II sobre un tema en el que resulta dificil reconocerle autoridad alguna. Formalmente democrático, el Estado marroquí es una autocracia que rige un país de escandalosas desigualdades sociales, donde la libertad de opinión está severamente controlada, donde no existe el más mínimo resquicio para la discrepancia y donde la legalidad reconocida a los opciones de izquierda exige como contrapartida la imposibilidad de hablar de los temas que incomodan al Rey o pueden, a juicio de la camarilla que lo rodea, representar un riesgo para la seguridad del Estado. Oposición moderada y a la par amordazada, eso es lo que hay.
Marruecos es un Estado que vive del, por y para el chantaje. Su política internacional no se basa en otra cosa. Es el pais que todo lo consigue mediante el pulso, la advertencia y la añagaza permanentes. Hacia España, hacia la Unión Europea, hacia Estados Unidos, hacia todo el que se tercie. Le va muy bien. Gracias al chantaje disfruta de un trato privilegiado con la UE, ha tenido siempre a los Gobiernos de España metidos en un puño y cuando está a punto de finalizar un contrato, arremete con alguna prueba de chulería o amenaza del peor estilo para sacar la máxima tajada posible. Cuando los Presidentes del Gobierno de España toman posesión, su primer viaje institucional al extranjero es siempre a Marruecos, como para rendir pleitesía. No se vaya a enojar el hijo del que se decía primo hermano o algo por el estilo, con reprocidad de tratamiento asegurada, de Don Juan Carlos de Borbón y Borbón.
Pero lo que es el colmo es el tratamiento que el soberbio monarca da a la ocupación del Sáhara Occidental. A veces he aludido a ese tema en este blog, aunque ahora evito detenerme en ello porque nunca podré aproximarme al rigor, precisión y amplitud de matices con que lo aborda mi buena amiga Antònia Pons, luchadora infatigable por la causa saharaui, en la que tengo la impresión que ha empeñado una parte de su vida y de su enorme talento y generosidad personal.
Me limitaré simplemente a decir que las palabras de Mohamed VI sobre los Derechos Humanos son simple y llanamente indignantes, una demostración de petulancia e insinceridad expuesta sin ningún rubor. Bastaría con traer a colación sus palabras cuando presume de «reafirmar el constante compromiso de Marruecos en favor de los nobles valores y de los principios que han sido consagrados en este Acta Histórica” o cuando asegura que “lejos de tomar como un simple slogan el principio de Dignidad y Justicia para todos, lo consideramos como un imperativo esencial para el conjunto de la humanidad, particularmente de las categorías y las regiones que sufren las afrentas de la humillación, la represión y la pobreza”, para concluir destacando impúdicamente "la firme voluntad de garantizar el pluralismo y el derecho a la diferencia en el marco de una democracia participativa". ¿De qué país nos está hablando ese sujeto? ¿realmente de Marruecos?. ¿No les parece increíble?
Mas, al final, el broche de oro no tarda en llegar cuando, en un alarde de mendacidad que haría sonrojar al mismísimo Tartufo, denuncia y se lamenta de «los sufrimientos y humillaciones padecidos por los marroquíes secuestrados en los campos de Tinduf”. No, no, han leido bien. No habla del expulsado, oprimido y vejado pueblo saharaui, al que le priva de su derecho a ser libre, sino que le aplica, vulnerando y violentando la legalidad internacional, y a sabiendas de que la UE y España no le van a desmentir, la nacionalidad marroquí, en un ejemplo de villanía, abuso de autoridad y humillación histórica que ofende esa dignidad humana que el soberano de Rabat pretende defender con un lenguaje que sólo provoca, a la vista de lo que sucede en su finca controlada, repugnancia y menosprecio.
Imágenes: Arriba: Trazados sucesivos del muro de la vergüenza construido por Marruecos en el Sáhara Occidental. Su evolución demuestra la lógica seguida por el proceso de ocupación, con la tolerancia de la comunidad internacional y sobre el que en España hay una enorme desinformación. Abajo: Conferencia impartida en el Ateneo Republicano de Valladolid ( 6 de Marzo de 2009) por el representante del Frente Polisario en Castilla y León, Abdulah Arabi. Un acto emotivo y muy esclarecedor. En el acto, se presentó un vídeo realizado por Silvia Munt, que todos deben conocer.