27 de noviembre de 2011

El declive de la Ayuda Oficial al Desarrollo: ¿otra víctima de la crisis o la crisis como pretexto?


Como era previsible, la ayuda al desarrollo no permanece al margen de esa poda generalizada que implacablemente se está llevando a cabo bajo el argumento reiterado y obsesivo de la austeridad a cualquier precio. La lógica de los recortes se impone poco a poco y , de manera inexorable, hace mella con particular incidencia en cuantas dotaciones tienen que ver con la justicia social, con la función integradora de lo público y con la solidaridad. Desconozco si se han hecho estimaciones sobre los impactos que la aplicación de tales medidas en aspectos tan sensibles pueden tener a corto y medio plazo en el bienestar de los ciudadanos, en la articulación de la sociedad y, por supuesto, en la evolución de la economía, por cuanto la prevalencia del mensaje omnipresente a favor de la restricción no augura sino desempleo, depauperación y marginalidad, que difícilmente podrán ser corregidas en un tiempo razonable dada la magnitud de los efectos traumáticos que provoca.

Como decía, la transferencia de recursos orientados al desarrollo de los países desfavorecidos acusa con claridad el sentido de esta tendencia. Acabamos de saber, por ejemplo, que la Diputación de Málaga ha decidido suprimir los fondos de cooperación para ONG que llevan a cabo proyectos en el extranjero. El argumento de la institución provincial apunta al criterio que insiste en la necesidad de “reconducir esos fondos al interior de la provincia para aliviar la situación de urgencia de muchos malagueños. En el mismo sentido, hace unos meses el Gobierno de Canarias comunicó a las organizaciones receptoras de fondos que las ayudas previstas en el Plan Director de la Cooperación Canaria para el Desarrollo con destino a África para el periodo 2010-2013 iban a ser totalmente eliminadas, tras la reducción drástica efectuada en el cuatrienio anterior y que también afectó a las asignaciones destinadas a América Latina y la Educación para el Desarrollo. Otra prueba más la ofrece el Ayuntamiento de Madrid, donde la ayuda al desarrollo contemplada en el presupuesto municipal descendió del 0’48 en 2003 al 0’26 % en 2010, con la advertencia de que ese mismo año cesarían por completo las subvenciones destinadas a este fin. El 26 de marzo de 2009 se realizó por parte del Ayuntamiento madrileño la última convocatoria de ayudas a entidades e instituciones sin ánimo de lucro que lleven a cabo proyectos de Cooperación al Desarrollo, Codesarrollo y Educación para el Desarrollo. Se acabó.

Todos ellos son ejemplos elocuentes de una decisión que no ha tardado en arraigar en las administraciones públicas arropada con el argumento de la crisis y justificada con el principio de que “primero nosotros y, luego, los demás”, como han dicho los dirigentes malagueños. Hacer un seguimiento del proceso – desde la AECID hasta las Corporaciones Locales, y sin olvidar a las Comunidades autónomas - revelará sin duda la magnitud creciente del cambio producido o susceptible de producirse en muy poco tiempo en una de las perspectivas que hace una década se entendía en dirección progresiva, inspirada en la voluntad de avanzar con paso firme hacia el cumplimiento de los objetivos del Milenio. Ya nada se habla de ese horizonte, fijado con la mirada puesta en 2015 y convertido en quimera inalcanzable.

Mas no es solo una tendencia que trata de encontrar en la crisis un motivo de justificación. No es extraño que tal postura coincida en el tiempo con lo que se ha venido en denominar "el cansancio o la decepción" de los donantes, cuyo escepticismo aumenta al comprobar los insuficientes resultados conseguidos tras un dilatado periodo de ayudas. En este contexto, y como resumen elocuente de lo que está pasando, vale la pena traer a colación las afirmaciones efectuadas por la Directora del Centro de Educación e Investigación para la Paz, Manuela Mesa, cuando señala que “este fenómeno, conocido como “fatiga de la ayuda” se ha producido en un contexto de recesión económica y fuertes restricciones presupuestarias, en el que se incrementa la sensibilidad hacia los problemas internos y se multiplican las dudas acerca de la eficacia de la ayuda. No hay que olvidar que el cuestionamiento público y las presiones presupuestarias explican la fatiga de la ayuda en los países del Norte” para concluir con una afirmación contundente: “el futuro de los actuales sistemas de ayuda pasa necesariamente por la aplicación de procedimientos transparentes de rendición de cuentas, acordes con las exigencias de los ciudadanos”.

El problema surge, digo yo, cuando esa reflexión autocrítica no tiene lugar y se opta directamente por la total supresión de las ayudas

14 de noviembre de 2011

Espacios transformados (3): la simbología contrastada de los lugares de relación


Los espacios heredados se adaptan a las necesidades que las gentes tienen de encuentro y relación, aunque, como se percibe en la imagen, vengan marcados por el silencio. La pequeña plaza constituye en los centros históricos de las ciudades el escenario idóneo para crear el ámbito que haga posible la superación de la soledad no deseada. Así se explica que el entorno se transforme y adecue a los usos de ocio ofrecidos precisamente porque quienes lo comparten tratan de aprovechar las ventajas que ofrece para introducir en él una yuxtaposición de referencias visuales que, aun mostrándose contrastadas, establecen entre sí complementariedades estéticas que no son sino representaciones diferenciadas de los cambios que el tiempo ha acabado incorporando, con toda normalidad, en la ocupación del espacio público.
Las reminiscencias históricas, labradas en piedra y testimonios de un legado artístico que ha logrado sobrevivir a la remodelación urbanística, coexisten en nuestros días con imágenes de nuevo cuño, que transmiten otros mensajes y otros contenidos, culturales, comerciales y sociales, ligados a los usos que las propias dinámicas de la sociedad - entre ellas las provocadas por la inmigración - provocan porque forman parte del signo de los tiempos. La escena corresponde al centro histórico de Manacor (Mallorca)

5 de noviembre de 2011

Un tema decisivo fuera de debate



He procurado seguir de cerca los debates previos a la campaña electoral y no me sorprenden los que ocupan el aire cuando ésta ha comenzado. Examino las propuestas de los que más relevancia y posibilidades tienen o han de tener en la toma de decisiones, observo las actitudes de los candidatos, detecto sus posturas, inclinaciones, tácticas y estrategias, pero, por más que rebusco, no veo en el aire, en lo dicho y en lo escrito ninguna reflexión que haga referencia al territorio o, para ser más preciso, a las propuestas que desde las perspectivas en liza se barajan para que su gestión no vuelva a ser el origen de la patología económica y social que nos carcome. Salvo excepciones honrosas y puntuales, la mayoría de los protagonistas en liza nada dicen al respecto, mientras miran para otro lado cuando de concretar ideas se trata.
Grave paradoja, en verdad, pues de todos es sabido que la crisis en España adquiere niveles mayúsculos - de ahí el abrumador peso de la deuda privada - precisamente por el desastre, la incuria, la corrupción y el despilfarro que han modelado la transformación del espacio, con funestas repercusiones en la vida del país y en el comportamiento de sus gentes durante los años en los que el frenesí especulativo sobre el territorio ejercía una fascinación y un embrujo de los que pocos estaban ajenos, por enajenados. No es aventurado afirmar que de aquellos polvos vienen estos barros que nos entarquinan y nos hacen zozobrar en medio de una pavorosa incertidumbre. Se habla de recortes, sólo de recortes, de austeridades selectivas, de reformas estructurales que ante todo inciden en la precarización irreversible del mercado de trabajo, pero nadie habla de cómo gestionar en el futuro la ordenación del suelo, bajo qué pautas, en función de qué directrices, con qué cautelas y supervisiones.
Y eso es muy grave: deliberadamente ocultado el problema o sumido en la nebulosa de lo tópico, todo hace pensar que la trágica lección que nos ha dado esta crisis no ha sido aprendida todavía. Hace unos días ha dejado de operar la única compañía que lo hacía en el aeropuerto de Ciudad Real (foto), en tanto los hurones campan a sus anchas por las pistas del de Castellón y las hierbas amenazan el sinfín de complejos urbanísticos que quedaron en suspenso - qué interesante documento el ofrecido por Lucía Sánchez en "La guerra del golf", basada en lo ocurrido en la Región de Murcia - y que forman hoy la desolada imagen de un país avergonzado de quienes ordenaron las cosas de ese modo, mientras los que se lucraron de ello no cesan de presumir de lo "listos" que han sido, aunque lo hagan en secreto e indemnes ante la tragedia que asuela a la mayor parte de la sociedad.
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