30 de abril de 2012

Espacios transformados (7): la frontera ya no es lo que era






Las fronteras han dejarlo de serlo allí donde el tránsito de un país a otro se efectúa sin ningún tipo de obstáculo. Ocurre en la Unión Europea, donde se tiene la sensación de que, en efecto, las fracturas creadas por la historia han sido superadas merced al decidido propósito de configurar, con mayor o menor fortuna, un territorio plenamente integrado. Es cierto que los límites permanecen estrictos desde fuera de ese ámbito pero quedan desvaidos cuando el viajero se desplaza sabiendo que lo hace a un espacio que no es el suyo pero que siente vecino y compartido.
Sin embargo, quienes hemos vivido los momentos en los que la muga era línea rígidamente marcada no podemos desprendernos de los recuerdos que nos remiten a situaciones a veces complicadas y casi siempre marcadas por la ruptura temporal de la movilidad. Cuando en las condiciones actuales  cruzamos la frontera solitaria, el instinto, motivado por la memoria, lleva a suavizar la marcha, a mirar para los lados, tratando de encontrar los restos abandonados de las viejas aduanas que antaño tanto entretenían, a retener en la mirada la señal o la bandera que indicase que ya se encontraba uno, al fin, en otro Estado. Apenas influía la continuidad del paisaje para camuflar que se trataba de un espacio políticamente discontinuo, sensación ya muy matizada ciertamente cuando la frontera se extingue pero de la que, en el fondo de la mente, no resulta tan fácil liberarse, pues en el ánimo se acentúa la sensación de espacio desolado al venir a la mente la imagen de las concurrencias que antaño se formaban en torno a ella. 



En ello se basa, creo yo, la pervivencia psicológica de la frontera como realidad asumida y superada a la vez, como reflejo de un hecho que el tiempo se ha encargado de desvanecer pero cuyas reminiscencias todavía perviven aunque sólo sea por la evocación que proporcionan esos carteles, irrespetuosamente tratados cuando esas manchas que hoy lo cubren eran ayer totalmente inconcebibles. 

29 de abril de 2012

No hay estrellas que brillen sobre Palestina


El actor George Clooney es detenido frente a la embajada de Sudán en Washington al protestar contra la violencia del régimen que subyuga a aquel país africano


De vez en cuando, como si de una aparición programada se tratase, los medios de comunicación se encargan de dar a conocer la entrega que a favor de causas justas y merecedoras de apoyo ofrecen algunos de los nombres más rutilantes de nuestra época. Ya pasó con la desafortunada Diana Spencer, princesa de Gales, aquella mujer de gran prosapia que periódicamente se dejaba ver rodeada del desolador entorno que forman los niños hambrientos del África profunda. También nos llegan noticias de que en ambientes similares centran sus preocupaciones nombres sonoros de la pantalla, como Sean Penn, George Clooney, Colin Firth, Javier Bardem, Angelina Jolie, Serena Williams, Richard Gere,  Shakira, Madonna y otros muchos de no tanta resonancia. Y, desde luego, no se puede ignorar, pues aplauso merece, el apoyo que uno de los hombres más potentados del mundo, Billy Gates, presta, junto con su esposa, a la lucha contra enfermedades endémicas y atroces en los lugares más trágicos de la Tierra, y particularmente en el siempre necesitado mundo africano. 


Evidentemente, nada habría que objetar a esas muestras de generosidad, filantropía o sacrificio que, calculadamente adobadas en algunos casos con ciertas dosis de mercadotecnia, manifiestan los personajes de la moda con gran poder de convocatoria, y que hay que valorar positivamente, aunque solo sea porque, más allá de los fondos que pudieran aportar, no dejan de ser expresiones sinceras de una voluntad empeñada en poner de relieve problemas que parecen olvidados y de dejar también al descubierto las ostensibles ausencias, clamorosas, que aún se dan en ese mundo de la popularidad plagada de egoísmos, banalidad y solidaridades entecas. 


No obstante, trato de observar con más detalle el panorama de las figuras siderales y me cuesta percibir rasgos del mismo cariz y con análoga contundencia en otros escenarios tanto o más preocupantes. Sin duda el mundo está lleno de problemas humanitarios, que se enquistan y a los que no se ve solución; problemas crónicos, enraizados en la historia y que, al no resolverse, se agravan sin cesar hasta adquirir perfiles tan atroces que ponen en evidencia la incapacidad de las instituciones internacionales para conseguir superarlos. Entre ellos, cuanto sucede en Palestina representa una de las manifestaciones más lacerantes e indignas de nuestro tiempo. Son tantos los elementos de juicio, los hechos inequívocos, que lo corroboran que huelga mencionarlos aquí, pero nada debe impedir evocar la magnitud de la tragedia y su persistente agravamiento, trayendo a colación las voces israelíes que no dejan el tema abandonado a su suerte, como ocurre con la de Ilan Pappe, el historiador que no ha dejado de mostrar su sensibilidad por la causa palestina. o con la potente e igualmente rigurosa de Avi Shlaim, autor de una obra extraordinaria - El muro de hierro. Israel y el mundo árabe (Ed. Almed, 2012)-  quien ha llegado a afirmar que "sin resolver el problema palestino no habrá paz en el mundo". 

Son voces importantes, libres y rotundas, pero, por lo que se ve alrededor, no aparecen secundadas en este tema sangrante por los rostros y las palabras de los individuos mediáticos que atraen la mirada de las multitudes, que con frecuencia se enteran de las causas que apoyan porque las identifican con el nombre que colma la pantalla y las revistas del relumbrón. Sin embargo, brillan por su ausencia las visitas a Nablús, a Ramallah, a la Jerusalén árabe, a la destrozada Yenin. Salvo Henning Mankell, el escritor sueco que se esfuerza por revitalizar la cultura en Mozambique, y que ha mostrado en varias ocasiones su compromiso con Palestina, nadie famoso se detiene en Gaza. Ni siquiera se oyen en el cielo estrellado referencia alguna a la mayor prisión del mundo al aire libre como tampoco trascienden las noticias desoladoras que día a día no dejan de revelar su trágica situación. 


Defensa de las causas solidarias, sí, pero que ninguna de ellas quede en el olvido, por más que las manifestaciones de respaldo que se las brinda - y particularmente a la hora de denunciar la atroz ocupación y el latrocinio a que están sometidos la sociedad y el territorio palestinos -   puedan molestar a intereses muy poderosos y vengativos mientras las otras son contempladas por éstos incluso con admiración y sin atisbo alguno de mala conciencia.

23 de abril de 2012

Mensajes en la calle (34): Homenaje a las Bibliotecas públicas en el Día del Libro

Acostumbro a visitar la Biblioteca pública que está cerca de mi casa. Y no lo hago porque esté cerca, sino porque me agrada, porque está bien dotada, porque la atención es magnífica y porque siempre encuentro lo que quiero. No es un lugar vacío. Rezuma vida y actividad, son muchas las personas que la frecuentan; acuden a ella para leer y relacionarse, para sentir la sensación de que los libros, las revistas, los diarios..... están a su alcance y, con toda libertad y gratuitamente, pueden acceder a ellos y sentirse por unos días que les pertenecen. 

Es la satisfacción que proporciona el disponer de un bien público sin menoscabo alguno de la privacidad, que se disfruta en un ambiente de respeto y silencio. Un ambiente donde uno tiene la sensación de que toda la creatividad del mundo se encuentra a su disposición, sin más esfuerzo que el de empeñarse en hacerla suya.


Hace unos días me encontré, a la entrada, con un panel que no había visto hasta entonces. Un panel repleto de mensajes, que los lectores han ido dejando a lo largo de los días para expresar lo que sienten cuando acuden a un espacio cuya misión no es otra que la de facilitar la lectura sin coste alguno. Lectura libre, lectura autónoma, lectura crítica, lectura, al fin. 


Entre estos mensajes  he seleccionado varios, porque creo que expresan muy bien lo que personas sensibles sienten cuando se encuentran de pronto inmersas en un ambiente en el que todo le resulta enriquecedor. Son perspectivas diferentes, matizadas por la edad y por las vivencias de cada cual, mas, en conjunto, un mismo afán las integra y las hace partícipes de una intención compartida: la de reconocer lo que el contacto con el libro representa en sus vidas como parte esencial de una experiencia de la que extraer lecciones decisivas, que jamás se olvidarán. 


De ahí la necesidad de traer a colación – precisamente en el Dia del Libro, que es también el que recuerda lo que significan las Bibliotecas Públicas - este tipo de testimonios, creativos, sinceros y motivadores en estos tiempos en los que la cultura está amenazada por la banalidad y la reducción de los presupuestos asignados a ella, riesgo  que particularmente se cierne sobre las Bibliotecas públicas y que ha motivado esta eclosión de mensajes reivindicativos de su importancia, esencialmente surgidos de esa juventud enamorada de la lectura.

18 de abril de 2012

"El atroz encanto de ser argentinos"



Buenos Aires, octubre de 2007
En su día (1999) los Kirchner estuvieron de acuerdo en la privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), impulsada por el gobierno de Carlos Menem dentro de aquella oleada de enajenación masiva e indecente de los recursos públicos del país, y que la pareja formada por Néstor y Cristina aplaudió sin reservas cuando ejercían su poder desde la remota provincia de Santa Cruz. Por aquél entonces, producto de una pésima gestión pública, se daba la anómala circunstancia de que YPF había llegado a ser la única empresa petrolera del mundo que arrojaba pérdidas. Adquirida por REPSOL, durante los últimos veinte años el grupo esencial del complejo energético argentino ha formado parte de la estrategia competitiva de las grandes multinacionales en el mundo globalizado hasta alcanzar una posición que la ha situado en uno de los primeros lugares del ranking empresarial dentro del sector. 


Lógica capitalista pura y dura, desarrollada en un marco de coexistencia no fácil entre la empresa, con una participación relevante, aunque minoritaria, de capital español, y el Estado argentino, pero que se ha mantenido, dentro del conocido juego del difícil equilibrio que siempre se produce entre una multinacional privada y el poder político, hasta que la presidenta Cristina Fernández ha decidido expropiar la fracción argentina de la compañía (de cuyas acciones Repsol posee el 57,4 %) sin los trámites a que obliga la legislación internacional, garantista para el Estado y para las empresas, de modo que las actuaciones llevadas a cabo por una u otra parte deben ajustarse a la jurisprudencia establecida que no excluye la nacionalización siempre que haya motivos justificados y se llegue a la liquidación mediante un justiprecio objetivo. Sin embargo, ha dejado intacto el paquete de acciones que, equivalente al 25,4 % del capital, posee el Grupo privado Petersen, perteneciente a la familia argentina Ezkenazi, amiga de los Kirchner, y que permanece en silencio ante la decisión adoptada.
Personalmente apoyo la idea de que los países sean dueños de sus recursos y se beneficien de ellos porque son materialmente suyos. Pero también, y cuando su utilización se adjudica a empresas privadas, sobre la base de acuerdos y compromisos basados en el respeto mutuo y en el trato justo, considero que la ley debe prevalecer encauzando, conforme al Derecho Internacional, todas las situaciones que se planteen. Es un contexto jurídico al que debe acogerse la empresa, pero que en modo alguno ha de plantearse por parte del Estado en el que la empresa afectada tiene su sede como una identificación plena con los intereses de aquélla, so pena, como puede ocurrir en el caso del gobierno español, de encontrarse con desaires e indiferencias no deseados. Otra cosa es el respaldo en pro del cumplimiento de la ley, pero nunca sobre la base de la defensa de una relación presentada de manera privilegiada.
Dicho esto, resulta muy cuestionable el procedimiento expropiatorio utilizado por Cristina Fernández, por dos razones, que tienen que ver con el contexto en el que la decisión se adopta: la primera, porque todo parece indicar que en ella juega un gran papel la presión ejercida por los gobernadores de las provincias en las que la compañía opera, y que en los últimos años han entorpecido la labor de Repsol en sus respectivos feudos de poder, a menudo con exigencias contradictorias; y, la segunda, porque, en el peculiar contexto de la política argentina, las conocidas soflamas peronistas encuentran en este tema un terreno bien abonado para consolidar el poder omnímodo de la Presidenta, enmascarar los costes de una pésima gestión de la economía (con tasas de inflación galopantes, que estadísticamente aparecen manipuladas a la baja, propio de un país escasamente fiable en este sentido), anular los movimientos de contestación hacia una forma despótica de ejercer el poder (a cuyo amparo se han producido el enriquecimiento sorprendente de la familia Kirchner y una lucha implacable contra la libertad de expresión), exacerbar demagógicamente el sentimiento nacionalista, coincidiendo además con el aniversario de la derrota de las Malvinas, y dar satisfacción a las camarillas y tupidas redes clientelares que controlan el aparato del Estado, y que tanto daño han hecho a la imagen exterior del país. Entre los argumentos esgrimidos se alude también a los impactos ambientales provocados por las explotaciones "hidrocarburíferas" de Repsol. El argumento es cínico hasta el extremo, sobre todo cuando se analizan los enormes destrozos ecológicos provocados por las economías mineras, y que son de una extrema gravedad y generalización sin que hasta la fecha nadie de la Casa Rosada haya dicho nada al respecto. A lo cual habría que añadir las numerosas tergiversaciones detectadas en la información que en el Decreto se denuncian sobre los motivos que tratan de justificar la incautación. 

El hecho de que el reparto de la masa accionarial de la empresa expropiada se distribuya, casi a partes iguales, entre el Estado central y los gobiernos provinciales, creando así un escenario proclive a la confrontación de intereses, aporta un elemento de juicio sobre el tipo de componendas que marcan los ejes de la política argentina, agudamente analizada por el escritor bonaerense Marcos Aguinis en sus reflexiones sobre “el atroz encanto de ser argentinos”, y que conviene leer para darse cuenta de cómo se hacen las cosas en ese país, difícil de entender con los criterios a los que habitualmente estamos acostumbrados. Tras haber leído las obras que Aguinis dedica a la historia argentina, recurro al título de algunas de sus más representativas para enunciar esta entrada.  


Por otro lado, no parece desacertada la idea de entender este suceso en el marco de una cierta desafección hacia la Unión Europea, sumida en una profunda crisis y no suficientemente cohesionada para dar una respuesta unánime ante un problema que muchos entienden de carácter bilateral. Y, desde luego, no tardaremos en percatarnos de hacia dónde se encamina la medida llevada a cabo, sin olvidarnos, como afirma el venezolano Moisés Naïm, que "Argentina tiene una larga, conocida y triste historia de nacionalizaciones que solo trajeron pérdidas, corrupción y miseria". Puesta a prueba - y de qué manera y a cortísimo plazo - la capacidad del gobierno argentino para gestionar sus recursos petrolíferos en un panorama tan complicado - técnica, económica y financieramente- como el actual, pueden ocurrir tres cosas: o bien conseguir que la operación sea un éxito, lo que no dejaría de ser llamativo, y sin duda encomiable, teniendo en cuenta el nada halagüeño balance que ofrece en Argentina la gestión de lo público; o bien culmine en el fracaso, que personalmente lamentaría, aunque de ningún modo es una opción descartable; o que, a la postre, y en un escenario apremiado por la necesidad de que las cosas funcionen, el patrimonio acumulado por YPF-Repsol acabe formando parte de los activos de otro grupo privado extranjero, en cuyo caso no sorprendería la aparición en escena de algún conglomerado empresarial radicado en Asia (¿y porqué no en otro lugar de Europa? ¿y porqué no en Rusia?) habida cuenta del sesgo proasiático que desde hace algún tiempo están mostrando muchos países del mundo latinoamericano.

8 de abril de 2012

Opiniones desaparecidas, ausentes debates



Apenas ha pasado poco más de un año y seguramente muchos ya lo han olvidado. Con cuánta pompa y circunstancia un grupo de personajes conspicuos de la economía y del think tank mediático español presentaron a los cuatro vientos un informe que iba a solucionar para siempre "los males de la patria", que diría el gran Lucas Mallada. A la sazón gobernaba, lánguido y abatido ya, el Sr. Rodriguez Zapatero, de quien nunca más se supo. Todo un mensaje el de esos caballeros en la línea de flotación del Gobierno de entonces, al que pretendían poner en evidencia, recurriendo incluso a la presentación de su propuesta al Jefe del Estado, a fin de que la resonancia de sus intenciones, la máxima y más contundente posible, no admitiese paliativos. No ha llovido mucho, la verdad, pero los vientos de la zozobra y la inquietud se han apoderado del país, mientras el debate se ha simplificado sobremanera hasta el extremo de empobrecer el panorama de forma increíble. Abrumados por el objetivo unidimensional que centra exclusivamente la atención en la palabra redundante y obsesiva - "déficit, déficit, déficit" - ha desaparecido como por ensalmo toda referencia, siquiera sea aproximativa, hacia el rumbo al que se orienta España en medio de este agobiante tremedal en el que nos desenvolvemos.

Cuando miramos al futuro, no sabemos qué decir, pues nadie habla ya de modelo de futuro, ni de lo que haya de ser España cuando, en tan solo año y medio, observemos, impávidos y desconsolados, los restos del naufragio a que nos conduce la demolición de lo queda de Estado del bienestar. Ni una palabra se dice sobre el escenario a perseguir, sobre qué hacer con nuestros recursos, con nuestros científicos, con esos profesionales que en el día a día se esfuerzan sin saber bien qué va a ser de ellos. Se recurre, para salir del paso e intentar transmitir una vaga sensación de confianza, a la frase hecha, al argumento repetitivo que, de manera mecánica y predeterminada, asocia el despegue al momento en el que – sacrificado todo lo sacrificable y con fuerte retracción del consumo en un contexto de deterioro abrumador de la capacidad adquisitiva como resultado de un desempleo masivo – se considere que un nuevo ciclo expansivo hará acto de presencia sin anticipar cuándo, ni cómo ni con qué dimensión. Como una especie de latiguillo memorizado se ha impuesto este discurso – “relato” lo llaman ahora algunos periodistas - entre los que defienden la estrategia seguida, por más que no acabe de aportar los efectos pretendidos ni se atisbe tampoco cuándo vaya a ocurrir

¿En qué quedó, señor Serra, aquel documento de tanta prosapia, aquellas ideas que iban a revolucionar España y a sacarla de la postración y del marasmo en qué estaba sumida? Silencio sepulcral por parte de los otrora campeones de la opinión cautivadora y necesaria. Se apagaron como la vela incapaz de sobreponerse al flujo del vendaval que todo lo arrasa. En medio de ese panorama de discurso único desde el poder, se echa de menos la voz y la palabra de los que creían tener el futuro en sus manos. En realidad, ¿era tan sólida como se pretendía?

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