26 de septiembre de 2009

Viñetas que invitan a pensar (14): cuando lo público se confunde con lo privado



Nunca dejaremos de sorprendernos de los comportamientos que algunos de quienes enfáticamente se consideran defensores de los intereses generales de la sociedad adoptan para, amparándose en ellos, encauzar buena parte de sus energías y desvelos al incremento obsceno de su peculio personal. Son la gangrena de la democracia. “No os fiéis de los que se proclaman a todas horas preocupados por lo que al común afecta. Esos son los más sospechosos de barrer en exclusiva para su casa”. Con estas palabras, Arturo Barea advertía de la propensión de los voceros a simular con palabras hacia la galería la perversión de sus tejemanes ocultos a favor de sus intereses. Pero no siempre es así. Hay algunos, y de ellos bien se sabe en España, que no se recatan en justificar su dedicación a la política movidos por el afán, no ocultado, de “forrarse”.

Abiertamente o con disimulo, las noticias que proclaman la dimensión de los escándalos detectados en el ejercicio del poder han dejado de ser sucesos esporádicos para convertirse en el pan nuestro de cada día. La ciudadanía asiste, impávida, desconcertada y rabiosa a la vez, al espectáculo de la “política rentable, es decir, de la labor llevada a cabo por los que se aprovechan de la coyuntura de ser alguien en ese mundo de las decisiones con trascendencia social para sacar beneficio particular de una labor que nunca creerán suficientemente recompensada.

La imagen ofrecida por la pareja Kirchner en Argentina ha dado la vuelta al mundo a medida que han salido a la luz los incrementos patrimoniales de un tandem, frívolo y henchido de demagogia, que parecía prometer algo en la maltrecha imagen de la política argentina para acabar reiterando las miserias de una casta institucional que se reproduce como la retama rastrera en las superficies yermas de la Patagonia. Aunque existen, desde luego, políticos honestos, no es el aprovechamiento del cargo para fines privados un caso excepcional. Se trata de un fenómeno globalizado al que no se le ven fronteras y que no causa rubor alguno a sus protagonistas, habituados a adoptar la estrategia de aguantar el chaparrón hasta que amaine, pues acaba amainando, o seguir el consejo, tan frecuentemente asumido por los carentes de escrúpulo, de que “la mejor defensa siempre es un buen ataque”.

En España son numerosos los maestros en el arte de aplicar este principio, de tirar balones fuera, de acusar al contrario de lo mismo y, lo que es más grave, de imputar al sistema la existencia de los mecanismos de control que permiten poner en evidencia este tipo de prácticas y sancionarlas. Del cinismo en las posturas se ha pasado a la agresión sin rubor contra el que descubre los comportamientos corruptos. Ese es el adversario a abatir, ya sea juez o policía cumplidores de su deber. Todo vale con tal de asegurar la impunidad, pues los mismos recovecos del sistema acabarán descubriendo que siempre puede haber alguien muy amigo en el ámbito de la Justicia para el que la confusión entre lo público y lo privado no existe mientras ocupe, como en la viñeta de El Roto, bolsillos diferentes.

Y hasta que eso ocurra, que le quiten lo bailao.

23 de septiembre de 2009

Basta analizar esas miradas para saber que se ha perdido la esperanza



La imagen es contundente y confieso que me ha impresionado. Por eso la traigo aquí, porque resume sin paliativos el escenario de tragedia y desencuentro representado por quienes se dan la mano. No es un acto espontáneo, sincero, sentido y llamado a tener siquiera una mínima incidencia positiva en la evolución de los hechos que motivan el encuentro, tan repetido como reiteradamente frustrado. La frialdad sin tapujos impera por encima de cualquier otra sensación. La sonrisa protocolaria que comúnmente aflora por cortesia en los rostros de quienes se saludan para tratar de algo, aquí se torna en rictus severo, en ademán de desconfianza profunda, de recelo superlativo, de miradas irreconciliables. Saludo para la fotografía. Ahí acaba todo.
Si nos detenemos en las expresiones respectivas, el análisis daría para todo un tratado de psicología de la mirada. Observemos al tipo de la izquierda, de nombre Netanyahu y que a la sazón ocupa la jefatura del gobierno del Estado de Israel. ¿Qué pensará ese hombre mientras mantiene la boca apretada, reteniendo el exabrupto y embargado por la sensación de que el trago forzoso va a pasar enseguida y que nada ni nadie va a decir nada sobre la estrategia de expolio y destrucción que, con la más absoluta impunidad, despliega sin restricción alguna contra el pueblo palestino?. Pensará que ese acto es fugaz, de apenas diez segundos, y que es un peaje asumible que ha de pagar porque así se lo ha pedido el que, en el centro de la fotografía, le contempla hastiado del papel que le ha tocado desempeñar y sin confianza alguna de que sirva para algo.
En efecto, en la mirada de Barack Obama, el presidente norteamericano, no hay atisbo alguno de satisfacción o de aquel orgullo que antaño exhibiera Bill Clinton ante el apreton de Rabin y Arafat en los jardines de la Casa Blanca, sino de hartazgo, de malestar y de convencimiento de que nada puede hacerse para poner freno a uno de los comportamientos políticos más miserables y abyectos de nuestro tiempo. Y, en cuanto al sujeto de la derecha, el Abu Mazen, que preside la Autoridad Palestina, qué quieren que les diga. La seriedad con que afronta la escena esconde el desencanto propio de quien todo lo ha perdido y lo ha de seguir perdiendo hasta la extinción de aquellos a los que dice representar.

Acabo de oir, íntegra, la rueda de prensa que el Sr. Rodríguez Zapatero ha dado en Nueva York con motivo de la Asamblea General de Naciones Unidas. Ha hablado de los tres hechos que amenazan el mundo contemporáneo. Entre ellos, en el segundo, ha aludido a Oriente Medio, pero lo ha hecho de forma tan vaga, tan elusiva, tan falta de concreción, tan para la galería, cuando falta muy poco para que asuma la presidencia de la Unión Europea, que todo parece indicar que una vez más el mundo entero mira para otro lado cuando de contener la agresión de Israel sobre Palestina se trata, quizá satisfecha su mala conciencia con la escena que nos ocupa y que no es sino la manifestación inequívoca de que ya no hay lugar para la esperanza.

La imagen es propiedad de Associated Press

20 de septiembre de 2009

En América Latina la libertad de expresión se encuentra seriamente amenazada



Recibo mensajes de colegas latinoamericanos que expresan su preocupación por lo que, a su juicio, constituye una seria amenaza para el desarrollo de sus sociedades y de sus culturas. Argentinos, venezolanos, hondureños, bolivianos, colombianos, cubanos… personas del mundo académico y de la pequeña empresa, creadores de ideas y ensambladores ilusionados de proyectos de futuro se lamentan de que las ideas que contribuyen a hacer a una sociedad más abierta, crítica y sensible se encuentran seriamente amenazadas por una corriente represora de la libertad de expresión, que, sin miramientos de ningún tipo, se ejerce con soberbia, autoritarismo y una dosis de arrogancia que induce, acompañada de un lenguaje ofensivo e intimidatorio, al temor y al abatimiento intelectual.
Jamás pudimos pensar que Cristina iba a hacer lo que está haciendo. La presión sobre Clarín es una indecencia”, me indica un prestigioso colega de La Plata; “Criticar a Chavez se ha convertido en el peor de los riesgos”, señala un texto repartido hace unos dias en la Universidad de Mérida. “No podemos visitar Honduras, donde se ha impuesto de nuevo la miseria de la dictadura y de la corrupción”, se lamentan los guatemaltecos que mantenían vínculos estrechos con sus compañeros de Tegucigalpa o San Pedro Sula, y con los que ahora no pueden relacionarse si no quieren perjudicar a los que viven bajo el régimen de terror de Micheletti y sus secuaces.
¿No será ésta la manifestación más plausible de la idea transmitida por Eduardo Galeano cuando - en la última edición de Las venas abiertas de América Latina- habla de “la hoja de una espada sin empuñadura, que corta por todos los lados a quien quiera sostenerla y mucho más a quien quiera forcejear con ella”?. La memoria nos recuerda que hace un cuarto siglo cayeron los regímenes militares que asolaban el continente, abriendo camino a procesos democráticos que suscitaban confianza en el futuro y alentaban un tiempo mejor y, desde luego, más propicio para la lucha contra la pobreza y la superación de las desigualdades en el espacio socialmente más desigual del mundo. Con cuánta ilusión contemplábamos en Europa el inicio de una etapa democrática, que al fin podía encauzar hacia mejor las enormes potencialidades de esa realidad hasta entonces vejada por la miseria y la violencia.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte las diferencias ideológicas, y más allá de las soflamas que las sustentan, se difuminan ante un panorama proclive al control de los medios y de la libertad de expresión. "Unos 300 colegas fueron asesinados en la región en la última década y el número de perseguidos, exiliados, etcétera, podrían contarse por centenas", denuncia desde Bruselas el periodista español Francisco Audije, secretario general adjunto de la Federación Internacional de Periodistas, FIP, la mayor y más antigua organización mundial de prensa, que hoy representa a unos 60 mil periodistas en más de 100 países. Entre tanto, la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, ha recibido denuncias sobre atentados, agresiones y amenazas contra medios y periodistas en Brasil, Ecuador, Honduras, Colombia, México y Venezuela, así como sobre las polémicas leyes de comunicación en Argentina y Ecuador.
Asistimos, pues, a un proceso de involución política bastante generalizado, que amenaza la democracia tan costosamente conquistada, afianzando los mecanismos de control que dificultan el debate, empobrecen el conocimiento de la realidad y supeditan la evolución del concepto de ciudadanía a los criterios dominantes de un poder que considera la libertad de expresión como un enemigo a abatir.

15 de septiembre de 2009

Elecciones en Portugal: ¿España como pretexto?



Nada de lo que sucede en Portugal debe resultarnos indiferente. No sólo la contigüidad física justifica ese interés; también contribuye a ello la constatación de que la historia ha trabado una relación estrecha entre ambos países, con momentos de encuentro y desavenencia propios de una relación de vecindad que nunca ha sido fácil y que, por tanto, se ha traducido en un desconocimiento bastante acusado, en recelos que afloran sin provocarlos y en actitudes aviesas que, analizadas con la perspectiva de nuestros días, no resulta fácil entender.

Personalmente siempre he sentido un gran interés por Portugal, país que visito a menudo, sobre el que he trabajado alguna vez, en el que tengo excelentes amigos y que me encanta cuando de disfrutar de los paisajes, de la cultura o de la gastronomía se trata. Viví muy de cerca la conquista de la libertad a mediados de los setenta y desde entonces no hay suceso político en la patria de Miguel Torga, Dulce Pontes y Orlando Ribeiro que no me suscite, cuando menos, curiosidad.

Comentando hace unos días con mi amigo Mariano Fuertes, esforzado médico español que trabaja en la bella ciudad de Mirandela, en la región de Tras-os-Montes, la situación existente con motivo de las elecciones legislativas del 27 de Septiembre, he tratado de ponerme al dia con el fin de interpretar el complicado panorama del marco político de ese país y, sobre todo, el sentido de los debates, que siempre dan idea de por dónde van las sensibilidades, las inquietudes… y las demagogias características de toda campaña electoral.

Y hete aquí que de nuevo surge España como motivo de controversia, suscitando una polémica que sorprende tanto por su atavismo como por su impertinencia cuando ambos países forman parte de la Unión Europea, por lo que todo va más en la línea de la desconfianza que de la aproximación en un escenario compartido. El detonante lo ha marcado la líder de la derecha recalcitrante que se agrupa en torno al PSD, dirigido esta ocasión por una mujer, llamada Manuela Ferreira Leite. Poco le importa a la señora haber formado parte del Consejo de Administración del Banco Totta, filial del Santander, o haber sido ministra del Gobierno que negoció con España la integración de las líneas de alta velocidad ferroviaria.

El espíritu de buena armonía ya no sirve cuando lo que interesa es sacar votos a costa de la animadversión hacia el vecino, a modo de chivo expiatorio de las autocarencias inconfesables. Y en ello ha debido ver esa señora un caudal inmenso de posibilidades de victoria al oponerse de manera furibunda a la integración de los ejes internacionales del AVE con Vigo y con Madrid, pese a estar auspiciados por los fondos europeos. Es una infraestructura que favorece el enlace, que estimula la comunicación, que alienta los espacios de confluencia de intereses. “No me gustan los españoles metidos en la política portuguesa, porque Portugal no es una provincia española”, ha dicho Ferreira Leite frente a José Sócrates, confundiendo, nunca mejor dicho, la velocidad con el tocino. Y es que la demagogia en política no admite límites. Así que a partir de ahora, ya se sabe: el slogan electoral de la senhora Ferreira está cantado. De Espanha nem bon vento, nem bon casamento nem comboio de alta velocidade”. Cada uno por su lado y el que venga atrás que arree. Cuando no hay ideas con gancho, buenas son las que despiertan las vísceras del agravio, aunque sea ficticio.

Imagen: Perspectiva del rio Douro cerca de Peso da Règua

10 de septiembre de 2009

La labor de Baltasar Garzón marcará un hito en la historia de la justicia


Cuestionado, admirado, vilipendiado, criticado, reconocido…. todo respecto a él se hace con pasión y vehemencia. Asi son las actitudes, contradictorias, polémicas y rara vez indiferentes, que los ciudadanos muestran hacia Baltasar Garzón Real, el juez de la Audiencia Nacional española con mayor proyección tanto en su país como el mundo. De él se ha dicho de todo. Se le acusa de ser poco riguroso en las instrucciones que realiza, de mostrarse demasiado efectista en sus iniciativas, de buscar la imagen y el relumbrón por encima de todo. No entraré a discutir estas observaciones, que, por lo que he visto, vienen casi siempre moduladas por los cambios de perspectiva y de valoración de quienes, alabándole en exceso cuando les interesa, le llenan, en cambio, de improperios y denuestos cuando sus pautas no se acomodan a lo que a ellos les gustaría que hiciera. Practicando la ley del péndulo oportunista, se desacreditan a sí mismos mientras dejan incólume la imagen de un juez que ha logrado sobrevivir a toda suerte de vaivenes y zarandeos.

Y conseguirá hacerlo de nuevo con brío reforzado. Cuando un magistrado del Tribunal Supremo, llamado Varela, decide admitir a trámite la denuncia de una banda fascista y sórdida autodenominada impúdicamente Manos Limpias, que arremete contra Garzón por insistir en investigar los crímenes imprescriptibles del franquismo, la pretensión de los que así actúan no puede entenderse más que movida por una doble finalidad: la de preservar la impunidad de la única dictadura europea cuyos responsables todavía ocupan indignamente lugares de honor en las calles españolas; y la de parar los pies al magistrado que ha sabido parar los pies de delincuentes contra los que nadie se había atrevido a poner en el lugar que les corresponde. Si a Garzón hay que atribuirle el mérito de haberse enfrentado al mundo de la droga que todo lo corrompe y al terrorismo de Estado frente a ETA, hay que reconocerle también el coraje demostrado frente a los criminales de esa banda y la infraestructura de extorsión, propaganda y muerte que sustenta la aventura asesina de quienes siempre han sido los peores enemigos del pueblo vasco.

¿Audacia excesiva, quizá temeridad, adobadas por un ego sobredimensionado?. Qué más da. Merced a Garzón la imagen del siniestro Augusto Pinochet se hundió en el pozo en el que quedó sumida hasta la desaparición del dictador chileno. A su atrevimiento se debe la defensa del principio de justicia universal que, aunque diluido por el gobierno español, ha logrado poner en evidencia la tragedia argentina durante los años atroces de aquella dictadura miserable y abrir los ojos ante la barbarie de Guantánamo, que nadie debiera olvidar.
Pero, ay, cuando al juez nacido en la Sierra Morena jienense se le ocurre hacer que la Ley de la Memoria Histórica en España sea algo más que una declaración de buenas intenciones y pone en el punto de mira a los que sumieron al pais en una guerra civil y en una postguerra atroz, entonces hacen acto de presencia las fuerzas sempiternas de la caverna española para pedir su inhabilitación y que se calle para siempre. Aventuro que han metido la pata hasta el corvejón. Con su querella y su imputación, la figura de Garzón se acrecienta y robustece a la par que dignifica un panorama judicial donde priman en exceso las sombras sobre las luces.

6 de septiembre de 2009

Fiestas patronales, tal como son: ¿dónde está la diversión?


Que nadie piense que soy un cenizo o que estoy en contra de las celebraciones que permiten disfrutar de vez en cuando de la vida. Compartir un buen rato con la familia o los amigos es un placer que alegra aquellos momentos que, por las razones que sean, elegimos para pasarlo bien. La oferta de ocio de que se dispone actualmente es enorme, brinda posibilidades como nunca habían existido, permite abrirse a un mundo de experiencias creativas gratificantes y satisfactorias. En fin, entiendo que la ruptura festiva en el transcurso de la vida cotidiana resulta tan agradable como necesaria.


Pero observo que las fiestas patronales se han convertido desde hace tiempo en otra cosa, que me disuade de sumarme a ellas. No las recuerdo así en mi infancia y juventud donde sí tal vez tuvieran sentido porque el resto del año transcurría de una forma donde poco juego había para la diversión que se saliera un poco de la rutina. Hoy, en cambio, y salvo contadísimas manifestaciones de buen gusto, cada vez más excepcionales, lo que priman son el ruido, la chabacanería y el alcohol, que fluye a raudales.


Los espectáculos musicales, el teatro o los carruseles de feria, que antaño se identificaban y nos identifican con lo excepcional del momento, quedan completamente arrumbados por el olor de las fritangas que apestan en la calle, el griterío permanente de los jóvenes que, agrupados en peñas o lo que sea, transportan en los carros retirados de los supermercados cantidades ingentes de bebida, por la que compiten de manera desaforada, y por el espectáculo reiterado y obsesivo de los toros, toros y más toros que día a día dan rienda a todo tipo de sensaciones cuando no revelan la precariedad de ideas que permitan sustituirlo por otra cosa o hacer del encierro un episodio excepcional y no el santo y seña de la programación festiva. “Sin toros no tiene sentido la fiesta” decía el otro día el alcalde de un pueblo vallisoletano, donde mañana, tarde y noche el toro preside la jornada.


Me viene esta reflexión a propósito de las fiestas de Valladolid, donde el poder de la hostelería lo domina todo, y de las que hace años he decidido pasar por completo. Ni me gustan ni me interesan. Aunque todos sabemos que en España hay experiencias aceptables, se ha acabado imponiendo de manera bastante generalizada un modelo festivo de estilo cutre y ramplón, macarra y estridente, cuando no violento, en la mayor parte de las ocasiones, que carece por completo de interés, al menos en mi opinión. Lo cierto es que se trata de algo insólito en Europa (ignoro si en otros ámbitos ocurren cosas así). Pues, desde luego, nadie se imagina ciudades o lugares europeos que están en la mente de todos verse de pronto conmocionados por la marabunta de grupos vociferantes, que ponen las calles perdidas de suciedad y pestilencia, mientras se entusiasman corriendo delante de un toro aun con el riesgo de su vida. Terminado el encierro, ya no hay más que hacer, salvo rendir un homenaje permanente a Baco y esperar a la próxima estampida. Todo lo demás es accesorio. En eso y no en otra cosa consisten los "sanfermines" de Pamplona, el paradigma por antonomasia de la fiesta arrolladora.


¿Estaré equivocado o es que realmente debemos seguir convencidos de que Spain is different?. Aludo a este tema porque sociológica y culturalmente tiene interés. ¿No les parece?.


Addenda: Tres dias después de escribir este postm han tenido lugar los sucesos ocurridos en Pozuelo de Alarcón (Madrid), donde ha estallado una violentísima reacción juvenil al recorte del programa festivo. Ha bastado este pretexto para que la violencia se apoderara de la calle con manifestaciones terribles de destrucción y agresividad. El hecho ha coincidido con la fiesta patronal y ha abierto un debate que, me imagino, va a dar para mucho. Lo sorprendente es que el lugar donde esto ha ocurrido no es ningún barrio marginal, sino un municipio en la zona más valorada social y urbanísticamente de Madrid, un espacio de élites politicas y empresariales, donde todos llegan económicamente a fin de mes y donde la calidad de vida está más que garantizada... hasta que la ola virulenta, empapada de todo tipo de alcohol y sumida en la cultura del "botellón", ha hecho acto de presencia para demostrar que nadie está a salvo de la marabunta que comento.


Imagen: Encierro en Peñafiel (Valladolid)

3 de septiembre de 2009

Algo muy importante ha sucedido en Japón. No lo perdamos de vista



Es un país lejano, pero de gran importancia en la historia contemporánea del mundo. Nuestras referencias sobre Japón son quizá las más numerosas y variadas de cuantas tenemos sobre Asia. Ciudades emblemáticas de ese archipiélago de sinuoso trazado y permanentemente amenazado por las convulsiones de la naturaleza afloran enseguida a nuestra mente a poco que nos detengamos a recordar. Los productos allí fabricados forman parte de nuestras vidas hasta el extremo que con frecuencia no sabríamos qué hacer si no los tuviéramos a nuestro alcance. "Esos jodidos japoneses, qué fuerza tienen", decía mi abuelo, lo que a mí siempre me creó en la infancia la sensación de que, efectivamente, eran los más fuertes del mundo.

De ahí que cuanto ocurra en Japón nos interesa porque de alguna manera ha de repercutir en el mundo y en su trayectoria. Por esa razón conviene reseñar el significado que tiene la victoria del Partido Demócrata, que acaba de ganar las elecciones, desalojando del poder al Partido Liberal, que ha gobernado el país durante 54 años. No es, desde luego, una revolución pero reviste, en mi opinión, una enorme trascendencia. Aconsejo leer el artículo publicado en la prensa española por el líder de la opción ganadora, Yukio Hatoyama, que en breve será primer ministro. Reconozco que su lectura me impresionó, por el lenguaje utilizado, por las ideas expuestas, por la coherencia de su pensamiento, por la actitud ética que transmite y por la sensación de cambio que en él se planteaba, y que en cierto modo supone, como se ha señalado por algunos medios europeos, “la entrada del Japón en una era nueva”.

Aparte de someter a revisión el modelo económico hasta ahora dominante, llama la atención la envergadura de las medidas sociales previstas: ayuda a las familias con hijos en edad escolar, protección a los hogares monoparentales, garantías para las personas jubiladas, apoyo a los pequeños agricultores, medidas a favor de los trabajadores, etc. Las criticas formuladas por el Keidanren, la principal organización patronal japonesa, demuestran la dimensión del viraje producido y la actitud de sorpresa provocada por una victoria que, aunque posible, no estaba asegurada. Habrá que seguir el proceso para ver hasta dónde llega y con qué problemas habrá de enfrentarse en una sociedad demasiado rígida y sometida durante décadas a patrones de gestión que relegaban a un segundo plano la dimensión social de las decisiones.

Varias preguntas parecen pertinentes: ¿asistimos en Japón a un fenómeno político similar al experimentado en los Estados Unidos?, ¿son en ambos casos el reflejo de una actitud crítica de las sociedades frente a los efectos más perjudiciales de la globalización?, ¿supone en los espacios afectados por el liberalismo a ultranza una recuperación de las posiciones defensoras del Estado del bienestar o, cuando menos, de no abandonar en tiempos de crisis los principios que abogan por la solidaridad con los más desfavorecidos?. Cuando Yukio Hatoyama tituló el articulo al que me he referido como «La llave de la fraternidad» es obvio que estaba pensando en algo más que en mantener una línea de acción basada en las premisas y en los objetivos del sálvese quien pueda.

Imagen: Perspectiva de Tokyo desde el Ayuntamiento, en el barrio de Shinjuku (2007)

1 de septiembre de 2009

La lección de La Iruela


Siempre hay una primera vez para crear precedentes que pueden servir como experiencias aleccionadoras. Así se avanza en la historia y así se ponen en evidencia hasta qué punto hechos y circunstancias que parecían inamovibles pueden ser sometidos a revisión sin que el mundo se detenga ni hagan su aparición los jinetes del Apocalipsis. Más bien al contrario, todo tan sencillo y lógico como lo que acaba de suceder en el municipio de La Iruela, en la provincia andaluza de Jaén, donde nuestro compañero y amigo Cornelivs despliega sus muchas habilidades.


Es un municipio hermoso, con su inconfundible silueta marcada por un esbelto castillo medieval y en el que es posible apreciar las bellezas de la Sierra de Cazorla y los paisajes espectaculares enriquecidos por una naturaleza sorprendente, que cuenta entre sus muchos valores con el nacimiento del río Guadalquivir. La recuerdo cuando la visité hace tres primaveras, coincidiendo con esa etapa de explosión natural que ese Parque ofrece hasta hacerla inolvidable.


Si visitar Cazorla y ese municipio, con sus pedanías de Burunchel y Arroyo Frio, siempre ha merecido la pena, ahora lo es más porque su ayuntamiento ha tomado una iniciativa que no puede ser pasada por alto. Ha decidido, en estos momentos de crisis y angustia laboral, destinar el dinero presupuestado para las fiestas taurinas – 30.000 euros - a contratar a doce parados del pueblo durante dos semanas. Es la primera vez , que yo sepa, que en España ocurre una cosa así. En el país donde raramente se concibe la fiesta sin toros en sus más diversas modalidades de manifestación, y casi siempre con riesgos y con las expresiones de crueldad más lamentables, esa decisión ha de ser calificada, cuando menos, de valiente, audaz y solidaria. Basta de toros cuando el dinero escasea y hay quienes lo están pasando mal: algo así ha debido pensar los que gobiernan ese lugar.


Ha abierto debate y suscitado controversia, como no podía ser de otro modo. Opiniones encontradas en torno a un tema que incide claramente sobre los bolsillos de unos, los que se oponen de manera furibunda, y la sensibilidad de cuantos avalan una iniciativa que sin duda tiene gran calado. Y que, más allá de la disyuntiva entre toros sí y toros no, ¿no creen que la postura de José Antonio Olivares, alcalde de La Iruela, supone un desafío a la hora de plantear que otro modelo de fiesta es posible sin depender necesariamente del recurso inevitable al toro como elemento de distracción cuando no de barbarie?.


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