28 de febrero de 2013

Viñetas que invitan a pensar (16): Los trabajos ignorados




Desconocer la importancia del esfuerzo ajeno es una de las manifestaciones más lamentables de desprecio hacia el ser humano. En unos tiempos en los que el trabajo se degrada, al compás de esa estrategia implacable en pos de su abaratamiento y despersonalización, en pos de una competitividad que se ceba en la minoración de los salarios y en el deterioro de las condiciones laborales, urge reivindicar el papel desempeñado por quienes realizan las actividades más ingratas, más duras, peor pagadas, las más indignamente consideradas. La fabricación textil, como es bien sabido, se ha convertido en uno de sus ejemplos más lacerantes. 


Al compás de la deslocalización, de la difusión de los talleres, de la maquila expandida con la intensidad de la pólvora, toda una constelación de establecimientos opacos y olvidados emergen y proliferan en los países donde la mano de obra es menos que nada. No hace mucho tuvimos noticia de la tragedia ocurrida en un establecimiento de este tipo en Bangla Desh, donde el problema adquiere niveles escalofriantes, pero lo cierto es que, sin esperar a que ocurra el desastre, no hay que volver la vista ni relegar la atención cuando tenemos conocimiento de cómo se trabaja en las factorías ubicadas en América Central, en Asia, en el Magreb e incluso mucho más cerca de lo que pensamos,  a la vuelta de la esquina, cuando menos te lo esperas, pues no se necesitan demasiadas complejidades para implantar aquí o allá un establecimiento de estas características. 

Basta mano de obra abundante, esencialmente femenina, dispuesta a jornadas interminables y a retribuciones bajas y a destajo, para transformar una materia prima barata, de la que deriva un producto enormemente revalorizado, el que alimenta y da lustre a las grandes pasarelas de la moda, que, rutilantes en las capitales emblemáticas del mundo, consideran de mal gusto el que se recuerde a los genios del oficio y a sus admiradores que esas prendas tan lucidas no proceden del azar sino del sacrificio de gentes anónimas que pasan desapercibidas, por más que su papel sea decisivo. 

27 de febrero de 2013

¿Algo se mueve en la política italiana?




Se puede ser pesimista, caer en el desánimo, sentir una tremenda frustración, lamentarse hasta la congoja ante los resultados de las elecciones en Italia 2013. Los comentarios muy pesimistas afloran por doquier y todo se decanta mayoritariamente a favor del llanto y el crujir de dientes. O en todo caso, una alta dosis de decepción, ante las perspectivas de una difícil gobernabilidad. Con todo, y en medio de la bruma, es posible que estas elecciones revelen que algo está cambiando, al fin, o puede cambiar en la política italiana. Con la mirada puesta en la plaza donde destaca el Palazzo de Montecitorio,  sede del Parlamento italiano (¿cuántos obeliscos hay en Roma, mamma mia?), cuatro conclusiones parecen extraerse, en mi modesta opinión: 

1. La sociedad rechaza a los políticos impuestos como pretendidos gestores eficaces, ya que no lo son tanto y siempre se les considera manipulables desde fuera. El desplome del senador vitalicio, Monti, va por ahí, sobrevalorando sus fuerzas y sin darse cuenta de lo que le ocurrió a Papadimos en Grecia; 2. Emergen los populismos que se reclaman como la voz de la crítica y de la denuncia, al socaire de un discurso incendiario que invita al voto adverso al catecismo que se predica desde los despachos del Banco Central Europeo, que es quien gobierna en la cancillería alemana y en la Comisión del Palacio de Egmont, en Bruselas; Beppe Grillo capitaliza, no se sabe por cuánto tiempo, y con qué resultados, ese malestar; 3. Subsiste la inercia electoralmente controlada por el inmenso poder mediático, que lava la cara cerúlea de un ser miserable recuperándolo como expresión residual de lo más abyecto que tiene la política italiana; ¿será duradera la nueva etapa de un Silvio Berlusconi amortizado, imputado en causas sonrojantes, por más que un sector de la otrora decisiva democracia cristiana se haya entregado al mafioso, mientras el más reducido opta por Monti?; y 4. Por vez primera en décadas la fuerza ostensiblemente mayoritaria en el Congreso y a escasa distancia del primero en el Senado, la opción de izquierda, consigue una posición de la que no se tiene memoria. Lejos y en la decepción quedan los intentos fallidos de Massimo D'Alema y su Olivo por ser algo en ese país políticamente destrozado por la televisión impúdica y las sacristías corruptas. Destaca en medio de ese magma la figura de Pier Luigi Bersani. No ha ganado con la fuerza que muchos deseábamos, pero algo de luz, de cara al futuro, hace acto de presencia en uno de los países más castigados políticamente de Europa. Eppure qualcosa si muove nella politica italiana.

25 de febrero de 2013

Las cartografías sutiles de Casilda García Archilla


En la Sala de Exposiciones del Teatro Calderón (Valladolid). Abierta hasta el 3 de marzo. 

"Amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón..." Con qué sensibilidad y delicadeza expresó Antonio Machado su simpatía hacia las cosas sencillas, sabedor de que en su misma sencillez encierran la belleza que las hace diferentes y apetecibles a la mirada, tanto como resistentes al paso del tiempo. Es la sensación que se tiene ante la exposición de las piezas que Casilda García Archilla ha elaborado con infinita paciencia y meticulosidad con la pretensión, lograda, de demostrar que lo pequeño es hermoso cuando los detalles que lo configuran crean una urdimbre variopinta de trazados, nada aleatorios sino regidos por la lógica que justifica su particular trabazón, que aportan al conjunto una gran coherencia y una marcada originalidad, que se corresponden con la voluntad expresiva, siempre indómita, de la autora. 




Así expresado, el arte cobra valor de referencia para entender que los objetos, las líneas, las formas que dan entidad a una figura determinada no sino el resultado del engarce construido por el sinfín de hilos, nudos y conexiones que lo configuran. 



A decir verdad, sus formas creativas tienden a resolverse en una especie de cartografía virtual que, como corresponde al lenguaje de los mapas, traduce la perfecta articulación del conjunto. Lo resume bien en el texto que presenta la exposición cuando la identifica como una cartografía que "invita a un viaje de pequeños senderos. Caminamos por hilos que se derraman o se arremolinan. El movimiento circular se muestra como el origen, la combustión  el ciclo de las estaciones, esa araña vascular que encierra una convulsión y sentimos que hundimos las manos en la tierra (donde nacen los ríos, Tierra de ríos, meandros, ser río y remolino). Pero el río es también renglón de escritura, hilos azules derramados que cartografían una cuenca hidrográfica, en un mapa de cursos de agua silenciosa". 




La obra de Casilda nunca deja indiferente. Es personal, intuitiva a la par que racional, pormenorizada y libérrima, audaz y prudente. Todo en ella rezuma vigor e insaciable espíritu de indagación. La conozco hace muchos años, desde que nació, el mismo año  en el que yo llegaba, para instalarme como residente, al Colegio Mayor Santa Cruz, de la Universidad de Valladolid, dirigido por su padre, que fue y sigue siendo, aunque ya no esté con nosotros, mi maestro. Siempre será la hija de Jesús García Fernández, pero hoy es, ante todo, Casilda García Archilla, la mujer de mirada  vigilante que hace vibrar las paredes con imágenes tan sutiles como vigorosas e imperecederas. 

24 de febrero de 2013

La necesidad de superar la distancia entre la política y la calle



¿Será posible recomponer la relación entre la sociedad y la política institucionalizada? Si en una ocasión anterior el coordinador de Izquierda Unida, Cayo Lara, fue abucheado en una manifestación contra los desahucios, recientemente dos políticos de buena imagen, e incluso una de ellos sin trayectoria hasta entonces susceptible de crítica, sufrieron las manifestaciones de desprecio en circunstancias similares, simplemente por el hecho de pertenecer al Partido Socialista. Basta con identificarse con el oficio de la política para que salten las alarmas, siempre a flor de piel. Posiblemente no afectará a todos, pero sí a una parte significativa y sobre todo cuando la movilización se muestra ajena o contraria a la forma convencional de hacer política. Todo ello revela la magnitud alcanzada por un proceso de ruptura de enormes dimensiones y de efectos demoledores sobre la convivencia política en el país. En los grandes foros se habla de temas "trascendentales": el federalismo, la soberanía territorial insatisfecha, el pacto fiscal,   los toros como "bien cultural"... ¿Realmente esas cuestiones motivan a la sociedad que se enfrenta inerme ante un panorama de crisis, agravado además por las constataciones de la corrupción que no cesa y de los privilegios que permanecen incólumes cuando no arropados por la propia ley? ¿Puede admitirse, por el enorme descrédito que conlleva, que el gobierno se apoye en un partido donde priman la confusión y la sospecha sobre sus formas de financiación o que la cúpula empresarial esté marcada por la ineptitud y la corrupción? ¿No es ofensivo observar el apalancamiento en el poder de ministros indignos de seguir desempeñando la responsabilidad que se les asigna? 
Tarea ímproba la que tiene ante sí los políticos españoles, obligados a ofrecer, con hechos y decisiones, con actitudes claras y medidas contundentes, con transparencia y dignificados por la dimensión ética que aporta la capacidad autocrítica y por la sensibilidad hacia los problemas de la calle, una imagen que renueve la confianza y reconduzca la situación de forma que los ciudadanos tenga la sensación de que sus representantes están con ellos y no contra ellos. Y lo han de hacer a corto plazo, pues, de lo contrario, y habida cuenta de que los problemas irresueltos no cesan de crecer y agravarse, el modelo de convivencia democrática puede deteriorarse de manera irreversible hasta desembocar en la parodia atroz del berlusconismo o indecencias parecidas.

Acabo de oír en la radio una intervención de Itziar González Virós, arquitecta catalana, sobre la situación actual de la política. Conocía su labor como concejala del distrito barcelonés de Ciutat Vella,  pero no su visión de la política. Merece ser tenida en cuenta. Indago en la red y me encuentro con una referencia al encuentro que el Club Pobrelberg ha tenido con ella el pasado mes de enero.  Como tiene que ver con el tema que nos ocupa, y además enlaza con interesantes reflexiones sobre la ciudad y el urbanismo (¿cómo ignorar la simbiosis que existe entre forma de hacer política y tratamiento del territorio?), lo traigo aquí para que se conozca el enfoque que aportan personas valiosas al conocimiento de la realidad que interesa a los ciudadanos. 


21 de febrero de 2013

Mensajes en la calle (39): ¿Dónde nació en realidad el almirante de la Mar Océana?




Cuán agradecidos debemos estar a los de Pontevedra. Bellísima ciudad, en la que resulta un placer pasear por sus calles, detenerse para contemplar sus plazas (gratísima la de Teucro), contemplar los rincones donde vivió el maestro Valle-Inclán, disfrutar de su pequeño y bien cuidado museo, deleitarse con el espectacular trabajo de la piedra que embarnece sus edificios, desde los más emblemáticos hasta los que a veces pasan desapercibidos. 

Hasta ahora los enamorados de Galicia pensábamos que eso era lo mejor que tenía Pontevedra. Y, desde luego, al menos en mi caso, así lo seguimos pensando, por más que no podamos resistirnos, cuando la visitamos, a la tentación de recordar que allí empezó su carrera política el político inefable que ahora nos gobierna y, lo que es más importante, vio la luz nada menos que el almirante descubridor de las Américas, del que sólo se tiene la certeza de que falleció en Valladolid, aunque pocos saben que, por lo visto, nació en la noble villa de Pontevedra desde la que "cambió el destino del mundo", como bien se recuerda junto al Lérez. ¿Curioso, no?

20 de febrero de 2013

Cultura crítica, cultura viva


Cuando el mundo de la cultura se calle, es probable que se calle el mundo. ¿Nadie recuerda a Francisco de Quevedo, a Francisco de Goya, a Albert Camus, a Arthur London, a Barbra Streisand, a Guillermo Cabrera Infante, a Ricardo Darín, entre otros tantos y numerosos, gentes dignas y refractarias a la domesticación y al servilismo en relación con el poder? ¿Cómo ofenderse por el hecho de que quienes sienten gravemente lesionada la actividad cultural a la que dedican su vida y su talento se rebelen contra los responsables de tamaño desaguisado? ¿Qué país sería el nuestro, cuál su categoría y prestigio, si la creatividad y el talento culturales adoptasen la pasividad del silencio de los corderos? Bastaría con prestar atención al discurso pronunciado por el Presidente de la Academia del Cine en el acto de entrega de los Premios Goya 2013 para resumir, con la claridad, contundencia y fuerza expresiva (Boyero dixit) con que lo hizo, el crítico y sombrío panorama que se cierne sobre el cine español, poniendo en peligro una de las principales manifestaciones de la vitalidad cultural del país. 

Si al propio tiempo en esa caja de resonancia que dicha ceremonia representa las gentes del cine ponen al descubierto su sensibilidad hacia los problemas que aquejan a la ciudadanía y a la calle, precisamente porque forman parte de ellas, no hacen sino demostrar que nada de lo que sucede a su alrededor les resulta ajeno, bien porque les afecta de manera directa (Peña) o porque se sienten en la necesidad de defender causas con las que se identifican (Bardem, Verdú, Sacristán, Bayona, etc.). Demuestran, actuando así, que son actores y realizadores en la ficción y en la realidad, personas resistentes a vivir en un mundo de silencios e indiferencias, de banalidad, corrupción y sensibilidades abotargadas. 

Por esa razón y porque creo que se lo merecen sus artífices, defiendo personalmente al cine español y a quienes lo representan y dignifican. Acudamos a las salas a ver sus obras, sigamos sus peripecias, identifiquémonos con sus mensajes. Y, aunque, como es obvio, tampoco estén exentos de la crítica que es lógica, necesaria e ineludible en  toda actividad cultural (pero, ¿es que puede haber cultura sin crítica y sin debate?), dejemos de lado a esos opinadores de la opinión única, que se retroalimentan una y otra vez a base de sus argumentos sectarios y bien pagados, porque son incapaces de ver más allá de su propia mezquindad. Cuando ayer oí a una tal Uriarte decir que ella prefería el cine norteamericano o francés, porque, a diferencia del español (al que denigraba simplemente porque es contestatario, pues ninguna otra razón aportaba), le parecían excelentes, tuve la sensación de que hay en el escenario mediático español personajillos de medio pelo, que presumen de intelectuales de la nada y a los que la mezcla de ignorancia y fanatismo, amén de una dosis nada baladí de cursilería, memez y engolamiento, les lleva a perder el sentido del ridículo. Algo en lo que no les van a la zaga los habituales cultivadores del insulto zafio contra lo que no venga de su banda o los que, sesgando claramente sus antipatías y simpatías, practican lo que expresivamente Ricardo de Querol denomina "el tiro al actor". 

17 de febrero de 2013

Imágenes de la ciudad real en la obra de Gabriele Basilico, Vivian Maier, Danny Lyon y Lewis Hine


Más que acercarnos a la realidad, la fotografía nos aporta una nueva dimensión, una perspectiva diferente, de lo convencionalmente percibido. Con frecuencia no nos damos cuenta del significado de lo que nos rodea, a no ser que su propio impacto visual y su espectacularidad induzcan a entender que constituye algo digno de ser preservado en la memoria. Pasa con el arte, con los paisajes admirables, con las imágenes que encierran rasgos singulares o impactantes. El resto se omite o simplemente queda relegado a la indiferencia. De ahí la utilidad de acercarse a las exposiciones de los grandes maestros de la fotografía cuyas obras se inspiran en la calle y en cuanto sucede en ella como espacio público de convivencia, comunicación y conflicto. 




Por esa razón, la fotografía de Gabriele Basilico (Milán, 1944 - Milán, 2013) merece ser contemplada porque nos acerca, con nitidez y sin ambigüedades de ningún tipo, a la realidad de las ciudades contemporáneas a través de la dureza de sus periferias, de sus bordes, de los espacios donde la ciudad emblemática es reemplazada por la visión estandarizada de la que sólo quien acude a ella puede dejar testimonio. Y lo consigue captando la expresividad del edificio, de las arquitecturas que modelan el hecho urbano y le aportan esa sensación de cambio constante, que la fotografía sabe retener para dar fe indeleble de su existencia. 

Con la brillantez y la rotundidad que procuran el blanco y el negro, el artista italiano nos ha transmitido a lo largo de su carrera la que, a mi juicio, es la forma más honesta y seria de dar cuenta de lo que verdaderamente representa el hecho urbano contemporáneo: la ciudad del caos, de la forma descuidada, incluso de la fealdad, de la silueta que recorta un horizonte banal en el que las gentes se desenvuelve conscientes de que su entorno no es el que identifica a la ciudad transmitida en los catálogos de viajes o en las recomendaciones a quien la visita. Es, dicho de otro modo, la contraposición entre la imagen real y la imagen tópica, vanamente edulcorada, de la ciudad de nuestros días, que tanto gusta a los expertos en mercadoctenia territorial.


Me entero por la prensa de que acaba de fallecer. Joven aún, en Milán, su ciudad natal. En la referencia que menciona el suceso alude a su participación en el encargo que la DATAR (Delégation pour l'Aménagement du Territoire et l'Action Régionale) francesa le hizo a mediados de los ochenta para representar en imágenes el paisaje de Francia, con todo el realismo y la sinceridad de los que la buena fotografía es capaz. Recuerdo haber visto hace años esas imágenes en la oficina que el prestigioso organismo posee cerca de la Tour Eiffel en Paris. Confieso que me impresionaron mucho, muchísimo. Entonces conocí por vez primera el nombre del fotógrafo italiano, al que más tarde volví a apreciar en la exposición que hizo en Valladolid en la primavera de 2008. No le he perdido la pista, porque ese tipo de artista siempre me ha interesado. Por eso, al enterarme que se ha ido definitivamente, deseo dejar constancia de lo mucho que aporta al conocimiento visual de la realidad quien se acerca a ella con la fuerza de su compromiso con la verdad. 




Una sensación que también se tiene al observar las imágenes captadas por la cámara de Vivian Maier (1926-2009), empeñada en documentar cuidadosa y libremente los matices de la llamada "mitología americana", en Nueva York y Chicago fundamentalmente. De esas ciudades provienen las "instantáneas de la demolición de construcciones históricas en aras del imparable desarrollo, escenas nunca vistas de las vidas de personas de otras comunidades étnicas y de los indigentes", según subraya Anne Morin, Comisaria de la exposición que ha descubierto en Valladolid una parte muy expresiva de la obra de Maier. 

La misma razón explica el interés suscitado por la obra realizada por Danny Lyon ( Brooklyn, NY, 1942), fundador del grupo de fotografía Bleak Beauty,  cuando descubre la sociedad del Uptown de Chicago, que nos remite a los rostros que el autor inmortalizó en blanco y negro tal y como se mostraban a mediados de los sesenta. El propio autor señala la finalidad perseguida que no es otra que la de "congelar en el tiempo algún momento, algún gesto, una cara, para ser observada para siempre o por un tiempo breve por aquellos que nunca la verán si no se les enseña. Las imágenes no se hacen para molestar las conciencias de la gente pero sí para alterarla. Las fotos no están pidiendo ayuda para estas personas sino algo mucho más difícil: ser muy consciente de su existencia, una existencia tan real e importante como la suya propia". 





Me detengo, finalmente, en la muestra que nos da a conocer a Lewis Hine (Wisconsin, 1874 - New York, 1940). Confieso que me ha impresionado. Reconocido por críticos solventes como el padre de la fotografía social moderna, nos acerca con fuerza y enorme capacidad expresiva a la realidad de Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX. Fue profesor de Geografía en la Ethical Culture School de New York. A él se deben imágenes de tanto impacto visual como las que descubren la sociedad en la ciudad industrial de Pittsburgh, la forma de trabajo en la construcción del Empire State neoyorquino, la llegada de los inmigrantes a Ellis Island o a la sociedad que habita la realidad profunda norteamericana en Virginia y Carolina del Norte sin olvidar tampoco sus estremecedores reportajes sobre el trabajo de los niños o los testimonios de su labor en las misiones efectuadas en Europa bajo los auspicios de la Cruz Roja Americana. Sin duda no podría entenderse sin acudir a su legado lo que representó la creación de la Photo League en la historia de la fotografía. Su legado fotográfico se conserva en la Biblioteca del Congreso de Washington y en ese impresionante museo de la fotografía que es la George Eastman House , sito en el 900 de la East Avenue en Rochester, NY.

15 de febrero de 2013

Otra forma de ser político



Siempre me ha atraído la personalidad de Abraham Lincoln. Su figura ha estado asociada a un momento histórico que sin duda ha trascendido a los Estados Unidos para incidir en el resto del mundo como un mensaje repleto de contenidos a favor de la justicia social y de los derechos humanos. Le costó la vida su empeño, al fin logrado, de abolir la esclavitud, objetivo al que no fue ajena la voluntad de la burguesía emergente de la costa Este de eliminar una situación social y económicamente negativa para sus intereses pero que también estaba basada en la convicción, expresamente planteada por Lincoln, de que todos los hombres - todas las personas, se diría mejor hoy - son iguales en derechos y deberes, como se recoge en la placa referida a una de las frases pronunciadas por el personaje, y que se expone en el Lincoln Memorial de Washington.





Tras ver la película que Steven Spielberg dedica a Lincoln, y que me ha parecido excelente y singular en la trayectoria del célebre cineasta, he desempolvado de mi biblioteca el libro que contiene la biografía del Presidente norteamericano, escrita en 1930 por Emil Ludwig (1881-1948), y editada por la Editorial Juventud de Barcelona en 1955. Es un biógrafo de gran calidad, muy prestigioso en su época, autor de obras reconocidas sobre la vida de Napoleón, Beethoven y Stalin, entre otros. Como posiblemente será desconocido por muchos, lo mencionó aquí porque creo que la lectura de sus obras, siempre que se encuentren ejemplares de ellas, merece la pena. 

Pero, sobre todo, el motivo de esta entrada está justificada por la sensación provocada por la lectura de una alusión que el biógrafo hace sobre el carácter del personaje, cuando escribe "Lincoln posee una naturaleza capaz de todas las renunciaciones, una naturaleza que lo hace inmune a todos los peligros de la ambición. Las cosas, más que los estímulos del egoísmo, son las que lo impulsan a obrar. En su espíritu se amalgaman una espléndida objetividad con un vivo sentimiento de la fatalidad, ambos procedentes de su juventud pobre y ajetreada, y esta amalgama lo hace incorruptible" (pág. 895). 

A la vista de lo que observamos actualmente a nuestro alrededor es un texto que hace pensar. ¿No les parece? 

12 de febrero de 2013

Palabras evasivas ante tragedias insoslayables: sólo la defensa explícita de los derechos humanos acredita una postura digna. El viaje del señor Muñoz Molina a Jerusalén


Cuando ante un escenario de tragedia, dolor y sufrimiento la persona homenajeada que, al acudir a él, lo tiene ante la vista se limita a pronunciar un discurso genérico, repleto de palabras grandilocuentes y biensonantes, corre el riesgo de que sus frases sean banales e irrelevantes. Las reflexiones en voz alta o por escrito se desvanecen como el viento si no se las aporta la concreción y contundencia que la situación requiere. He leído las referencias que en la prensa se han hecho sobre las ideas vertidas por Don Antonio Muñoz Molina en la recepción del Premio Jerusalén de Literatura, recibido hace unos días coincidiendo con la Feria Literaria que se celebra en la ciudad asiática donde coexisten las tres culturas monoteístas. Son palabras bellas, que hablan de los riesgos de la intolerancia y el barbarismo, de ausencia de certezas, de prejuicios y ansiedades, de la lucha contra los clichés y los estereotipos (?), de los matices que la realidad, siempre compleja y controvertida, ofrece. No cabe duda de que, conociendo buena parte de la obra del autor, la brillantez formal de la exposición ha estado garantizada. Su exquisito y cuidado dominio del idioma lo permiten. 

Sin embargo, soy de la opinión de que las reflexiones sobre los grandes conceptos - tolerancia, solidaridad, sensibilidad, etc., etc. - sirven para salir bien del paso pero, a la hora de la verdad, cuando se trata de poner en evidencia la consistencia del compromiso ético y político de quien las proclama, quedan relegadas al terreno de lo vacuo ante la fortaleza de la noción que considero central en todo discurso defensor de causas justas. Me refiero, sin más circunloquios, al apoyo inequívoco y explícito de la noción de "Derechos Humanos", noción integradora por excelencia y en la que se compendia todo cuanto tiene que ver con la dignidad humana, y que no permite situarse ya "au dessus de la mêlée". Brilló, no obstante, por su ausencia en el discurso comentado, por más que bastara sencillamente con pronunciarla y hacerse eco de ella para que toda la fraseología de los buenos propósitos quedara arrumbada por la solidez de una idea - la defensa sin matices de los derechos del ser humano, y de la legalidad internacional, allí donde son transgredidos y violentados- que trasciende a la par que cohesiona a todas las demás.


Nunca fui de la opinión de que el Sr. Muñoz Molina hubiera debido rechazar el Premio que se le ha otorgado en Israel; y así lo hice constar hace días en este blog. Se lo otorgaba el Gremio de Libreros en el contexto de una Feria Literaria, y es muy posible que el autor de Úbeda tenga merecimientos sobrados para ello. Pero sí afirmé entonces, y lo reitero ahora - cuando ese escritor ya lo ha recogido y ha expresado sus ideas ante la presencia de los dirigentes complacidos de aquel país - que su imagen hubiera cobrado mayor entidad como expresión de un compromiso intelectual explícito a favor de los débiles y perseguidos a los que dedica su novela Sefarad (obra justificativa del evento), al haber dado prueba de una sensibilidad sin ambigüedades por la terrible tragedia que sufre el pueblo palestino, y cuya alusión no puede quedar desleída en la nube vaporosa de las palabras bienintencionadas. Así lo hizo Ian Mc Ewan cuando recibió el mismo premio en la convocatoria anterior (2011) y la misma postura de denuncia adoptó Arthur Miller, de origen judío, cuando fue agasajado con dicho galardón en 2003. Claros precedentes de una posición de dignidad y coherencia ante una tragedia que no cesa de agravarse, uno y otro mostraron que acudir a la Ciudad milenaria para recibirlo galardón no es en modo alguno incompatible con la denuncia, sin edulcoraciones ni grandilocuencias, de las políticas que en varias ocasiones han concitado el repudio de la comunidad internacional, como lo refleja el reciente informe de Naciones Unidas sobre la ilegalidad de los asentamientos construidos sobre territorio ocupado con flagrante violación de la Convención de Ginebra. 


Días después de escribir esta entrada, leo en Babelia (16.2.13), como suelo hacer habitualmente, el texto que Antonio Muñoz Molina publica en la tercera página. Caras de viaje: así lo titula.  Lo sigo con interés, me gusta lo que dice y cómo lo dice, deteniéndose en pequeños detalles, que revelan su curiosidad por el entorno que le acoge durante su visita a Jerusalén. Desmenuza la experiencia hasta la meticulosidad. Pero, al llegar al final de la columna, lo que leo no deja de sorprenderme. Escribe textualmente:" Hubiera querido tener tiempo para ir con Bárbara  esa escuela en la que se educan niños judíos y palestinos o para acompañarla a ella o a alguno de los periodistas o los diplomáticos que se ofrecieron a guiarme por los territorios ocupados". Pero no tuvo tiempo, por lo que el ofrecimiento lo fue en vano. Lástima de ocasión desaprovechada, de oportunidad fallida, de ocasión perdida, pese a que tantos se la brindaron, para captar esa realidad sin cuya percepción es imposible entender lo que ocurre en esa tierra tan perturbada. Llama la atención que tuviera tiempo para detenerse con sumo detalle en experiencias interesantes, pero dejara otras al margen, no menos interesantes también, simplemente porque no tuvo tiempo. Vana excusa, en mi opinión. El tiempo es un bien escaso pero esencial y disponible cuando uno tiene ante sí la oportunidad de conocer en directo lo que ofrece el espacio que tanto da que hablar y ante el que ningún intelectual digno de tal nombre puede permanecer indiferente. A no ser que se sienta más deleitado ante la vista de la "resonancia cóncava de las gotas de agua", tal y como señala al concluir ese escritor, a lo Proust, el artículo de marras.  

2 de febrero de 2013

¿No somos tanto como creíamos?




Tantos esfuerzos, tantos sacrificios, tanta transición modélica, tanto orgullo nacional para acabar en esto. La mayoría ha luchado durante años por una imagen digna, prestigiosa y cohesionada del país, muchos nos hemos empeñado, con mayor o menor fortuna, en hacer que nuestro trabajo no fuese banal sino valorado por los propios, útil para el prestigio del espacio que nos acoge y reconocido allende las fronteras, sin otro propósito que el de demostrar que en España también las cosas se hacen bien. Estábamos convencidos de que formábamos parte de una sociedad madura, evolucionada,  consciente de su realidad, que ha aprendido las lecciones de la historia y que se afana por construir un futuro en el que, al fin, queden superados los traumas que lamentablemente nos han hecho diferentes y singulares durante demasiado tiempo. 

Creíamos haber avanzado y estábamos convencidos de que en esta Europa de mercadeos y zancadillas, pero también de exigencias y autoexigencias mutuas, se nos respetaba. ¿Dónde estamos ahora? ¿En qué situación nos encontramos? ¿Cómo responder a las numerosas preguntas que sin duda nos harán esos amigos y colegas extranjeros que de cuando en cuando se interesan por España, a la vista de lo que está sucediendo, día tras día, sin alivio ni reposo?  La respuesta no puede ser otra que la que deje bien claro que la sociedad y el poder transcurren por derroteros divergentes. Poco a poco, como un magma de lava viscosa e imparable, el descrédito se apodera de una parte nada desdeñable de quienes ostentan la capacidad de decidir, mientras el país se cubre de erosiones que lo deterioran y debilitan. 

¿Serán contenidas y eliminadas alguna vez cuando quienes se ven inmersos en ellas se empeñan impúdicamente en eludirlas amparándose en la complicidad que asegura la "omertá", el código del silencio cómplice, la negación por sistema de lo evidente, las preguntas sin respuestas, las incógnitas sin despejar, la confusión deliberada para obstruir las explicaciones requeridas? El escepticismo se apodera de la ciudadanía, con tanta fuerza como lo hacen la indignación y la repulsa. Se impone la sensación de encontrarnos cada vez más en la Sicilia profunda, observando comportamientos mafiosos, en la política o en las empresas, que dejarían pálidos a los vecinos de Palermo o Taormina, asombrados ante la lentitud y lenidad de los procesos que llevarían a confiar en la justicia. Pero estamos en España, y, aunque avergonzados, tenemos la conciencia firme de que la corrupción que quiebra las estructuras mismas del Estado, a su máximo nivel, no impedirá, además de la protesta y el rechazo sin paliativos, seguir reivindicando esa dignidad que, sin menoscabar la confianza en cuantos dignamente se dedican a la política (y que los hay), nos quieren arrebatar como pueblo y como sociedad digna de mejor suerte.
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