Y... ¿qué hacer el día después? Es evidente que el panorama
político se ha aclarado y complicado a la vez. El resultado electoral en
Cataluña ha puesto en evidencia el techo alcanzado por las posiciones
secesionistas, situadas cuantitativamente por debajo de las que defienden la
integración de esa Comunidad - de esa nacionalidad, de esa entidad nacional, de
ese espacio bien identificado aunque con identidades complementarias y
coexistentes - en el Estado español. La diferencia arrojada por el escrutinio es
reducida, por lo que ambos conjuntos ofrecen, en esencia, una magnitud similar,
que obliga, teniendo en cuenta el resultado, a buscar fórmulas de encuentro que
diluyan la fractura y faciliten espacios de convivencia que la sociedad
catalana necesita como la luz del sol. Está claro que nadie es más que nadie en
este escenario de confluencias obligadas y no precisamente a largo plazo.
Recuperada
la serenidad, con los datos en la mano y sin menoscabar la expresividad de la
estructura espacial de los comportamientos electorales, hay que pasar
necesariamente de la dualización al reconocimiento de los equilibrios exigibles
para el funcionamiento y la organización adecuados de la vida catalana. El
desafío es inmenso y cabe preguntarse si los dirigentes actuales están en
condiciones de encauzar debidamente esa imbricación tan necesaria. Mi opinión
es que desde las cúpulas gobernantes - en España y en Cataluña- se ha llegado a
un impasse que ninguno, ni Rajoy ni Mas, está dispuesto a superar. La
incompatibilidad prima sobre la voluntad de acuerdo, la inmovilidad de las
posturas sobre la flexibilidad indispensable.
En
los tres próximos meses el escenario quedará, en mi opinión, despejado a favor
del encuentro. Intuyo que la formación coyunturalmente creada en Catalunya para
ganar las elecciones se va a fracturar. Artur Mas es un político acabado,
amortizado, falto de solvencia y credibilidad. Rechazado por las CUP, habrá que ver cómo se
resuelve la formación del nuevo gobierno y quien lo dirige, sin descartar la
posibilidad de nuevas elecciones con fuerzas claramente identificadas.
El señor Mas tampoco representa ya a la burguesía catalana, a la heredera de la tradición ilustrada y emprendedora que ha dado a Catalunya su fortaleza y su prestigio. Ha roto el partido en el que se este sector de la sociedad se ha apoyado históricamente para caer en brazos de un grupo - ERC - marcado por el sectarismo, la simplicidad y la mediocridad pasmosa de sus miembros. Algo tendrá que cambiar en la Generalitat y eso ya no pasará por el hombre encargado de tapar los escándalos de la mafia pujolista y de practicar una política inmisericorde de recortes, de la que se le deben exigir responsabilidades.
El señor Mas tampoco representa ya a la burguesía catalana, a la heredera de la tradición ilustrada y emprendedora que ha dado a Catalunya su fortaleza y su prestigio. Ha roto el partido en el que se este sector de la sociedad se ha apoyado históricamente para caer en brazos de un grupo - ERC - marcado por el sectarismo, la simplicidad y la mediocridad pasmosa de sus miembros. Algo tendrá que cambiar en la Generalitat y eso ya no pasará por el hombre encargado de tapar los escándalos de la mafia pujolista y de practicar una política inmisericorde de recortes, de la que se le deben exigir responsabilidades.
Y
en cuanto a quien gobierna en La Moncloa, poco más cabe decir de la que ya se
sabe. Nuevos vientos soplarán en el palacete de la carretera de la Coruña en
muy poco tiempo. Se abrirán también las alamedas y la cultura de la negociación
se impondrá sobre el decreto ley y el ensimismamiento.
Bajo
esas coordenadas, el año 2016, mi año prejubilar, tengo la impresión de que las
cosas van a resolverse como se resuelven en los países civilizados. Se llegará
a un referendum pactado y con umbrales de reconocimiento cuantitativo
obligadamente razonables. Comenzará el verdadero debate, el debate objetivo,
riguroso, cabal y serio. Sobre la base de lo sucedido en el día de ayer, no me
cabe la menor duda de que Catalunya seguirá formando parte de España y de la
Unión Europea.
Tiempo al tiempo,
que el tiempo ayuda a corregir los errores y encauzar los desasosiegos.