"Cataluña fue absorbida enEspaña en contra de su voluntad". Cuesta pensar que el pueblo catalán pueda escuchar sin rubor argumentos como ese, que ha sido presentado ante las embajadas internacionales para justificar la deriva independentista catalana. Me imagino a los embajadores, a los observadores extranjeros, a la opinión pública más allá de nuestras fronteras prestar atención al cúmulo de barbaridades vertidas impúdicamente en un ejercicio de engaño, de manipulación y de alienación permanente de una sociedad digna de mejores responsables públicos.
Supongo la sensación de vergüenza
ajena que se apoderará de todos ellos cuando oigan estas declaraciones o llegue
a sus oidos la idea de la transgresión de la ley como camino a seguir. ¿Cabe
mayor irresponsabilidad? Pero, ¿dónde se creen que están? ¿Qué crédito puede
merecer un grupo político que aboga por la desobediencia civil? ¿Qué futuro espera a Catalunya en manos de esa gente?
No hay que sorprenderse: la
mentira como norma, paralela a la ocultación deliberada de las realidades objetivas, se ha apoderado del escenario impuesto por la opción aglutinada en
una mezcolanza heteróclita y oportunista que tarde o temprano acabará estallando, en la que
se encuentra agazapado un político incompetente, incapaz de concluir sus
mandatos e implacable demoledor de los servicios públicos en Catalunya,
mientras quienes le secundan - aparentemente de izquierdas - miran para otro
lado cuando de la corrupción o del desastre social a que ha conducido
Convergencia a Catalunya se trata.
Pero ya está bien de hablar de
Artur Mas. Carente de dignidad, el interés que suscita se desvanece apenas abre
la boca para propalar su consabida cantinela. Hace tiempo que es incapaz de aportar nada que no se sepa. Soy de la opinión de que su
futuro político está ya descontado. Interesa, en cambio, lo que dicen los que
se oponen a él en un intento de contrarrestar la deriva hacia el desastre.
Observo en ellos una tendencia en el discurso a favor de un escenario de
normalización apoyado en la cultura del encuentro en pro de una gobernabilidad
sensible a las necesidades de la sociedad y compatible de lleno con el
reconocimiento de la singularidad catalana que nadie debe cuestionar. La
confluencia entre sí debe prevalecer frente al sectarismo, la fractura, la
exclusión y el embuste sistemático al que los paranoicos están conduciendo,
interesadamente para ellos mismos, al pueblo de Catalunya. Basta seguir los
debates que nos llegan por la televisión para percatarse de que la solución de
Catalunya está en la convergencia de las posiciones antiindependentistas, las
que conviene realmente a ese admirable país frente al dominio de una opción
como Convergencia que aparece sumida en el cenagal de la corrupción y la
mentira.
La franja que separa a los que piensan de una manera y de la otra se agranda cada vez más y los resultados previsibles agudizarán más esta fosa, si cabe. Ojalá mi pesimismo carezca de fundamento y la realidad "futurible" desmienta los malos presagios...
ResponderEliminarUn abrazo, Fernando