Con motivo de la decisión adoptada por el Ayuntamiento de la localidad de Jumilla (Murcia) y a raíz de las declaración de su alcaldesa que la justifica con el argumento de "priorizar nuestras tradiciones y nuestra identidad”, creo oportuno realizar la siguiente reflexión:
Hace mucho tiempo que el concepto de "identidad" está sometido a una profunda revisión, como corresponde a la necesidad de clarificar las situaciones críticas que trae consigo. Acudir a él como manifestación de una singularidad refractaria a lo diferente, a aquello que se entiende como hostil a lo identitario, sin caer en la cuenta de que las "identidades" defendidas adolecen a menudo de manipulación y artificialidad, es una posición reaccionaria, retrógrada y abocada a la frustración y el fracaso.
Acertada me parece la opinión de David Berlinier (2023) cuando señala que "las identidades nos hacen vivir en una era inquietante, porque observamos una tensión esencialista en torno al yo, un prejuicio de unidad que nacionalistas y populistas mantienen constantemente".