16 de febrero de 2015

Arte y cultura al servicio de la sociedad


Son figuras admirables de la historia de la cultura que conviene recordar. En esta ocasión, aludo a ellas porque supieron entender, tras alcanzarlo todo, que el arte cobra valor y trascendencia cuando se ofrece al ciudadano como patrimonio que le pertenece lo que es propiedad del Estado. Magnífica la escena de la película dedicada a Joseph Turner (Mike Leigh, 2014), el impresionante pintor de paisajes, cuando declina vender su obra al empresario que le ofrecía un cheque en blanco ya que su objetivo estaba centrado en ceder al Imperio británico la totalidad de la obra de que pudiera disponer. 

Es la misma actitud adoptada por el ingeniero belga que se enamoró de España al descubrir algunos de los más importantes yacimientos de la Península, de tanta relevancia como el de los Millares o El Algar. Hace unos días me encontré con esa figura mientras recorría las salas del Museo Arqueológico Nacional, cuya remodelación aún no había visto. Merece la pena. Es uno de los lugares museísticos más atractivos y mejor concebidos de España. Impresionan la riqueza prehistórica y las manifestaciones del arte ibérico. 

En la segunda planta, el visitante se encuentra de pronto ante el legado de Louis Siret. Una vez conocido, dejará profunda huella en la memoria. Su nombre emerge con fuerza y admiración al comprobar el inmenso patrimonio que consiguió descubrir y que pertenece a España porque en su momento hizo lo mismo que Turner. Ante la oferta jugosa que se le ofrecía, su respuesta no admitía réplica: "el arte no se vende y estos valiosos objetos que encontré en España los quiero ofrecer a España". Visiten el Museo Arqueológico Nacional, deténganse en la sección dedicada a Siret y valoren el gesto de los que anteponen la importancia del patrimonio común al egoísmo personal.

5 de febrero de 2015

La defensa de los derechos de los ciudadanos como principio de la acción pública


He seguido el acto de investidura del nuevo Presidente de la República italiana, Sergio Mattarella. Me he quedado con una frase que me parece digna de ser subrayada: "Mi pensamiento está, por encima de todo, en las dificultades y las esperanzas de los ciudadanos". Ahí se resume lo más digno de la política y lo más defendible precisamente porque ha sido lo más vulnerado. El futuro de Europa pasa por la recuperación de la confianza en la política y en quienes la ejercen, siempre que sean capaces de merecerla. Sin duda eso va a requerir un gran esfuerzo y una catarsis profunda en el seno de los responsables de la acción pública. 

La rabia acumulada, el malestar generalizado, el rechazo contundente tienen plena justificación porque sólo a través de estas actitudes por parte de la ciudadanía será posible orientar la política en la dirección que más necesitan los ciudadanos incluso por encima de las diferencias tradicionales de clase y de ideología: evitar el deterioro del Estado del Bienestar, cuya impronta en la mentalidad de la sociedad europea es tan fuerte que la resistencia a que desaparezca motiva ese repudio incontenible - sobre todo cuando se ven desprovistos de ella - hacia quienes considera responsables del deterioro al tiempo que decantan su respaldo a favor de los que basan esencialmente su señuelo más en lo que rechazan que en lo que proponen.
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