29 de enero de 2012

Un inmenso coste en capital humano

Un mensaje omnipresente en los tiempos que corren

Dudo de que el gobierno de Rajoy Brey lo haga, ignoro si está en las previsiones de los partidos políticos, no he oido a los responsables sindicales detenerse en este asunto con la atención debida... ¿quién lo hará? Porque es necesario hacerlo: es necesaria una valoración detallada, rigurosa, científica, de los impactos - en los salarios, en la capacidad adquisitiva, en el nivel de vida, en las relaciones sociales, en los propios comportamientos personales... - que las medidas de poda y desmoche están teniendo no sólo en los grupos socialmente más vulnerables sino también en aquellos que son esenciales para el desarrollo y el bienestar del país.

Es un tema crucial, que ha de ponerse de relieve como merece, estudiar e investigar para conocer su alcance real en la actualidad y su repercusiones hacia el futuro. Pues, a modo de muestra, bastaría con detenerse un momento en aquéllos sectores que están sufriendo ya las consignas demoledoras de Merkel - la que bloquea y condiciona el modelo de actuación del Banco Central Europeo como entidad financiera al servicio de la Unión - y que ven sobre sus cabezas esa guillotina inminente de la que Rajoy Brey, el sumiso discípulo de aquélla y dispuesto a todo con tal de complacerla, no se ha atrevido a solicitar el aplazamiento que aliviaría su aplicación traumática. Ni lo ha insinuado, mientras reduce incluso los plazos y la cuantía del déficit respecto a lo acordado antes de su llegada a la Moncloa.

Asistimos, mientras tanto, tras cinco años de crisis que no han cesado de agravarse, a un panorama desolador, que sume en la impotencia, en la zozobra y el sufrimiento a lo más creativo e innovador de nuestra sociedad, víctima de una responsabilidad que no es la suya, aunque la padezca. ¿Recuerdan aquella frase ofensiva que la atribuía de manera generalizada al hecho de "haber vivido por encima de nuestras posibilidades" o la que, en el colmo del cinismo, pedía a los ciudadanos "un mayor esfuerzo" para salir de la crisis? Veamos el elenco al que se dirigen: profesores, médicos, investigadores, agentes de desarrollo, técnicos de alta y media cualificación, artistas, empresarios innovadores, la juventud.... que se suman así al rango de los estructuralmente desfavorecidos, es decir, trabajadores en paro, pensionistas, deshauciados, dependientes, discapacitados. Generación perdida, generación marginada, abandonada a su suerte.

¿Quién se salva de la devastación? Ya lo sabemos con creces, lo vemos día a día, por lo que huelga reiterarlo. La brecha social se acentúa, los privilegios persisten y hay quienes se sienten inmunes a los efectos de la catástrofe ¿Cómo se puede sostener un país con tamaña criba, causante de una mutilación que se muestra irreversible a medio plazo y de una postración económica de la que será muy difícil recuperarse? ¿Quiénes lo aguantarán? ¿No será, en fin, el germen de ese inmenso ejército de parados los que vayan a nutrir las listas de las prestaciones voluntarias se servicios públicos impúdicamente propuestas por la inefable alcaldesa de Madrid o los crupieres empleados con contratos basura en el cenagal del juego que Aguirre quiere montar en la Comunidad madrileña, como si de Macao se tratase, para convertir definitivamente a España en el garito de Europa?



21 de enero de 2012

Mensajes en la calle (33): enseñar a cambio de casi nada


En el recorrido por los pasillos del espacio donde uno intenta trabajar me encuentro de pronto con la perspectiva que en ese momento mejor me transmite la sensación de vacío, la imagen de soledad. Nadie hay en el entorno, pese a que la hora no es extemporánea. La luz, natural, es nítida y no hay que forzar la vista para ver alrededor, ya que lo que se ve se ve enseguida. Un tablero inmenso y repleto de silencio se extiende ante mí. Observo que no hay quien acuda a su reclamo para manifestar nada, para expresar algo, para ofrecer lo que cree que es interesante y susceptible de atraer la mirada. Con una salvedad: sólo una persona se ha acercado para dar cuenta de lo que desea: dar clases de inglés. A cualquier nivel, a cualquier hora, no importa el precio. Basta con llamar al móvil señalado. Tan abiertas y laxas son las contrapartidas que exige a su enseñanza, que el anunciante no se atreve a reclamarlas en grande. Lo hace en un minúsculo papel, que, ante el vacío encontrado, aprovecha el lugar central del espacio disponible, con la intención acariciada de que quizá alguien, y sin esfuerzo alguno, le brindará la atención pretendida.


Ay, estos tiempos nuestros de espacios infrautilizados, de mensajes tímidos y cautelosos, de exigencias pequeñas por el trabajo ofrecido. Hechos tanto más perceptibles, en cualquier caso, en ese ámbito de la transmisión del saber que se pone a disposición de los demás a cambio de casi nada.

8 de enero de 2012

Los espacios truncados por “la grieta”: expresividad y compromiso en la fotografía de Ricardo González



Siempre que puedo procuro no perder la oportunidad de descubrir, a través de las exposiciones, el inmenso caudal de posibilidades que encierra la fotografía. Desde hace muchos años cultivo esta afición, que progresivamente ha ido madurando a medida que la observación directa me ha permitido establecer contacto con verdaderos artistas de la imagen inmovilizada aunque viva, personas sensibles capaces de transmitir con fuerza los motivos que las llevaron a inmortalizar un motivo determinado sin dejar por ello cerrada la puerta a la libre interpretación del observador.

Infinitos son, en efecto, los matices que se pueden extraer de la obra fotográfica de calidad, lo que la convierte en una forma de expresión artística tan relevante como aquellas con las que comparte el fascinante mundo de la creatividad humana. Es algo que siempre logro apreciar en los cultivadores de la fotografía con los que mantengo una buena relación personal, y entre los que destacaría los nombres de Justino Díez, Borja Santos, Luis Laforga, Martín Henkel o Fernando Manero Salvador.





En ese elenco incluyo también de forma preeminente a Ricardo González, a quien me honro en conocer desde hace muchos años. Le he seguido de cerca, pues es un fotógrafo muy activo, no se arredra ante las dificultades y en todo momento está a la búsqueda de los escenarios susceptibles de ser recogidos expresivamente para siempre. Aludo ahora a él porque creo que merece ser conocido y valorado. La ocasión viene dada por la magnífica exposición que presenta en la Sala del Teatro Calderón de Valladolid y que brinda la oportunidad de profundizar en su obra y en los numerosos mensajes que transmite. En esencia, todos se compendian en la serie de reflexiones a que puede conducir la percepción del panorama ofrecido por los espacios marcados por la presencia de una “grieta” acusada en su evolución hasta cristalizar en la imagen que presentan cuando el autor decide enfrentarse a ellos para que no queden relegados al olvido o la indiferencia.





La Grieta: esa es la idea, ese el concepto sustancial, que vertebra y da sentido a los diferentes elementos de la muestra concebida por Ricardo. Es una noción precisa con la que, mediante un trabajo "lento y humilde", se quiere significar el hecho de que, como él mismo advierte en la presentación, “ a veces es sólo una pequeña grieta lo primero que percibimos de algunas realidades en conflicto, aunque en otras ocasiones ésta es ya más que evidente y la fractura se muestra en toda su crudeza”. En otras palabras, se trata de presentar los cambios producidos en una realidad que, siendo viva e incluso prometedora, de pronto se ve truncada por circunstancias y factores que la transforman hasta convertirla en un entorno donde priman el vacío y la desolación, bien manifiestos en los testimonios que revelan el deterioro de lo que fue o pretendió ser.




Los ejemplos ofrecidos son harto reveladores y muy bien seleccionados: “Costa del oxígeno”, ese ámbito de ocio y recreo, ambicionado y apetecido en otro tiempo, y hoy sumido en la crisis, en un sector de la Tierra Pinariega burgalesa; y “Tribunal de Justicia”, con el que se quiere significar la extinción de un espacio de servicio público que deja de prestar tal función para convertirse en el depósito de los despojos ante los que el tiempo parece ya detenido. En ambos casos, la mirada del fotógrafo se convierte en testigo fidedigno de lo que ocurre para que nadie ignore que lo representado ha sucedido. Más allá de la calidad incuestionable del producto, está el nivel de compromiso que lo inspira, pues no en vano, y evocando lo dicho por el propio autor, “la potencialidad del medio fotográfico para hablar de la gente por su ausencia, de la vida de la gente a través de rastros y huellas nos conduce indefectiblemente al objeto último de todo este discurso: el ser humano"

Nota: Las fotografías recogidas en la exposición figuran, junto a otras que responden al mismo objetivo temático, en el libro editado en 2011 con el título "La Grieta" por la Fundación Díaz Caneja, de Palencia (ISBN 978-84-614-7005-1)



4 de enero de 2012

La cultura, ese bien prescindible: desaparece "Revista de Libros"


Cuesta mucho desprenderse de aquello valioso a lo que uno se ha acostumbrado, sobre todo si además es reconocido con agrado e interés. Recibir de pronto la noticia de que ese bien ya no se va a tener más, de que lo periódicamente recibido con satisfacción ya no se volverá a recibir nunca (o por mucho tiempo), deja un sabor amargo, triste, y no tanto por la nostalgia que ello pudiera suponer como por la sensación incómoda de que algo que había contribuido positivamente al disfrute del tiempo libre ya no formará parte de esos hábitos que tan agradable nos hacen la vida de cuando en cuando.




Abonado desde hacia tiempo a la Revista de Libros, que veía la luz gracias al patrocinio de una Caja de Ahorros, hace unos días me llegó la carta que incluyo en esta entrada como otro más de los testimonios de lo que está pasando en nuestro país. En ella el director de la publicación señala, con un lenguaje elocuente y no ajeno al desencanto por lo ocurrido, que la Revista ya no volverá a editarse. Es una noticia que lamento muchísimo y que me lleva a compartir los argumentos que Elvira Lindo ha expresado en su columna periodística, como reflejo de un lamento tan generalizado como comprensible en la medida en que revela hasta qué punto la cultura está acusando los impactos de esa crisis que va a acabar por asfixiarnos en todos los sentidos, si no lo ha hecho ya.

Es un episodio más de los muchos a los deberemos habituarnos; una advertencia contundente sobre lo que avecina y que nos puede privar de valores y conquistas que considerábamos arraigados y cuya vulnerabilidad se muestra mucho mayor de la que nos temíamos. La Revista que comento era, lo sigue siendo, un soporte cultural excelente, muy cuidado, riguroso, ameno, intelectualmente enriquecedor. Uno de esos productos editoriales que dan lustre y prestigio a la institución que los promueve, y cuyo rendimiento social está sin duda muy por encima de su coste. Por eso sorprende que desaparezca, lo que lleva a la sospecha de que ante este vendaval de mutilaciones y recortes que se cierne sobre nuestras cabezas ya no se distingue entre lo banal y lo esencial. Todo forma parte de ese erial en el que, a la postre, culmina el paisaje de la devastación resultante.

Y, desde luego, no es casual que la desaparición de esta Revista emblemática de la cultura española coincida en el tiempo con la supresión de la Dirección General del Libro dentro del organigrama del nuevo Ministerio de Educación y Cultura, dirigido por una persona relevante del mundo de la demoscopia, pero, por lo que sabemos, ajena por completo al de la educación y la cultura. Otro presagio más de lo que se nos viene encima.

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