En el recorrido por los pasillos del espacio donde uno intenta trabajar me encuentro de pronto con la perspectiva que en ese momento mejor me transmite la sensación de vacío, la imagen de soledad. Nadie hay en el entorno, pese a que la hora no es extemporánea. La luz, natural, es nítida y no hay que forzar la vista para ver alrededor, ya que lo que se ve se ve enseguida. Un tablero inmenso y repleto de silencio se extiende ante mí. Observo que no hay quien acuda a su reclamo para manifestar nada, para expresar algo, para ofrecer lo que cree que es interesante y susceptible de atraer la mirada. Con una salvedad: sólo una persona se ha acercado para dar cuenta de lo que desea: dar clases de inglés. A cualquier nivel, a cualquier hora, no importa el precio. Basta con llamar al móvil señalado. Tan abiertas y laxas son las contrapartidas que exige a su enseñanza, que el anunciante no se atreve a reclamarlas en grande. Lo hace en un minúsculo papel, que, ante el vacío encontrado, aprovecha el lugar central del espacio disponible, con la intención acariciada de que quizá alguien, y sin esfuerzo alguno, le brindará la atención pretendida.
21 de enero de 2012
Mensajes en la calle (33): enseñar a cambio de casi nada
En el recorrido por los pasillos del espacio donde uno intenta trabajar me encuentro de pronto con la perspectiva que en ese momento mejor me transmite la sensación de vacío, la imagen de soledad. Nadie hay en el entorno, pese a que la hora no es extemporánea. La luz, natural, es nítida y no hay que forzar la vista para ver alrededor, ya que lo que se ve se ve enseguida. Un tablero inmenso y repleto de silencio se extiende ante mí. Observo que no hay quien acuda a su reclamo para manifestar nada, para expresar algo, para ofrecer lo que cree que es interesante y susceptible de atraer la mirada. Con una salvedad: sólo una persona se ha acercado para dar cuenta de lo que desea: dar clases de inglés. A cualquier nivel, a cualquier hora, no importa el precio. Basta con llamar al móvil señalado. Tan abiertas y laxas son las contrapartidas que exige a su enseñanza, que el anunciante no se atreve a reclamarlas en grande. Lo hace en un minúsculo papel, que, ante el vacío encontrado, aprovecha el lugar central del espacio disponible, con la intención acariciada de que quizá alguien, y sin esfuerzo alguno, le brindará la atención pretendida.
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El otro día escuché que hay ahora una nueva modalidad de clases a cambio no de dinero, sino de más clases. Se cambién clases y así no se paga nada. Dicen que en la universidad ya hay varios carteles así.
ResponderEliminar¿Será el futuro?
Un abrazo
Estupenda metáfora visual, Fernando. He oído que hay padres que están dispuestos a pagar a empresarios para que admitan a trabajar a sus hijos con objeto de que empiecen a adquirir méritos de currículum. Salud(os).
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarPermíteme presentarme soy Norma administradora de un directorio de blogs, visité tu portal y está interesante, tienes temas muy buenos. Me encantaría poner un link de tu web en mis sitios y así mis visitas puedan visitarlo también. Si estás de acuerdo no dudes en escribirme
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Éxitos con tu blog.
Saludos
Norma
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